Navidad 4.0

Navidad es tiempo de compartir. La sociedad de consumo a la que asistimos hace que en estas fechas los centros comerciales, supermercados y tiendas están atestadas de compradores. Sin embargo, las listas de aguinaldos y la forma de adquirirlos se han modificado con el paso del tiempo.

Según cifras de Fenalco, las compras navideñas las encabeza el vestuario, seguido de productos tecnológicos y electrodomésticos. En los tres días sin IVA de este 2021 las ventas siguieron la misma tendencia; en estas jornadas se realizaron transacciones por 30 billones de pesos, de las cuales mas un millón ochocientos mil se hicieron por canales electrónicos, lo que representa un incremento del 162% frente a las cifras del 2020.  Lo anterior evidencia una creciente demanda de nuevas tecnologías y una evidente capacidad de producción para satisfacerla y superarla.

Las transformaciones que los humanos hemos hecho de nuestro entorno natural nos han permitido sobrevivir, modificándolo radicalmente para satisfacer nuestras necesidades y caprichos. De la invención de la rueda a la del microchip se han producido innumerables avances que nos deslumbran, pasamos de la economía agrícola y manufacturera del siglo XVIII a las grandes industrias automatizadas del siglo XX; empero, nada se compara con lo que hemos experimentado en las últimas décadas, nos enfrentamos a cambios cada vez más rápidos y ambiciosos.

En la actualidad hablamos de la Cuarta Revolución Industrial que nos promete llegar a tener un mundo totalmente interconectado acompañado de una realidad alterna: la virtual. Apoyados en los avances del internet, el internet of things (IoT), la robótica, la inteligencia artificial, las tecnologías cognitivas y la nanotecnología se ha desarrollado la industria 4.0 que ha generado transformaciones profundas en el modelo económico, la forma de producción y la eficacia de la misma.

Todo esto tiende a proveernos de bienestar y facilitarnos la vida, pero también tiene que interpelarnos y exige de nosotros respuestas a los dilemas éticos que derivan de estos avances tecnológicos tales como la deshumanización, la limitación de libertades, la desigualdad, el analfabetismo digital, la inteligencia artificial, la obsolescencia programada, la pérdida de puestos de trabajo y la desigualdad en la competencia del mercado global. A estos preocupantes costos sociales vienen a sumarse los enormes riesgos ambientales que acarrean la extracción de materias primas para la elaboración y el sostenimiento de un consumo desbordado de tecnología como el que tenemos hoy.

Urge replantear nuestras prioridades, no podemos continuar fomentando ese paradigma de que el progreso lineal y sin límites, que nos lleva a producir avances sin avizorar respuestas a los dilemas expuestos y sin proyectar adecuadamente las consecuencias, positivas y negativas, que acarrean. A esto se llega mediante un desarrollo reflexivo, que nos permita definir límites éticos para la investigación y la producción tecnológica, comprendiendo sus alcances y poniéndolos en función de las necesidades, proyectos y sueños de nuestras comunidades, pensándonos un futuro compartido, donde ninguna persona o sociedad se quede atrás.

En ultimas, es una invitación a recordar que el progreso tecnológico debe ir de la mano del progreso humano. Si bien mejora nuestra calidad de vida, la industria 4.0 no tiene todas las respuestas a los problemas que afrontamos como humanidad, hay unos que ineludiblemente nos competen a nosotros resolver. Por ello es importante incorporar la ética dentro de las discusiones sobre nuevas tecnologías, ya que permite hacer escalas de valores para priorizar un avance sobre otro y promueve un consumo responsable, lo cual se traduce en una ventaja competitiva para la industria, pues se acerca a la realidad de a quienes está dirigido el producto, reduce los compromisos ambientales de la producción e impacta positivamente la vida de todos.

Daniel Bedoya Salazar

Estudiante de Filosofía UdeA
Ciudadano, creyendo en la utopía.

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