La derecha desatada

La derecha está desatada en todo el mundo. Como si se hubieran dado cuenta de que ya no pueden seguir fingiendo y, crecidos, han decidido dar la cara. La «derecha sin complejos» de José María Aznar se ha convertido en la pauta (el que se jacta de no pedir perdón por mentir a los españoles por las inexistentes armas de destrucción masiva y los centenares de miles de asesinados en Irak) . Y ahí están los Bolsonaro, Kast, Trump, Lasso, las derechas bolivianas, italianas o húngaras. Por eso recuerdan cada vez más al fascismo del siglo XX: ¡Sí, somos violentos ¿Y qué? ¿Quieres una paliza?

De vez en cuando quedan residuos de dos últimos fingimientos. Uno, cuando los medios de comunicación son capaces de crear una matriz de opinión que convence incluso al votante de izquierdas. Cuando logran un match point se comportan como fieras que no sueltan la presa. Tampoco es tan difícil cuando tienes a la práctica totalidad de los medios de comunicación en nómina. Su tarea, como el enterrador de El padrino,  es crear portadas, informativos y tertulias subidas de tono con el fin de crear «alarma social». Es tanto su descaro que pueden presentar a uno de los grandes fraudes de la fraudulenta Transición, el  comunista Ramón Tamames, como candidato a una moción de censura de la extrema derecha. Desgraciadamente, con demasiada frecuencia cuentan también con el apoyo directo o indirecto de una parte de la socialdemocracia, más proclive a asustarse y dar credibilidad a lo que no es siempre sino un ataque contra los adversarios. Lo que está pasando ahora con la ley del sólo sí es sí.

El otro último fingimiento al que están dispuestos es a llamar comunistas y terroristas a quienes les cuestionan sus formas y sus objetivos. Saben que no es creíble y seguramente les da la risa, floja, pero perseveran. El comunismo hace mucho que no existe en ningún país y para ellos terrorismo es cualquier comportamiento que tiene que ver con el derecho de huelga, reunión y manifestación que, pese a estar en nuestras constituciones, forma parte de lo que denominan «excesos democráticos».

Y de pronto, en un bucle inesperado, los violadores  liberados por jueces con pocos escrúpulos convierten al gobierno de coalición en terrorista.

La misma derecha que decía ante la ley del sólo sí es sí que no ibas a poder tener sexo sin firmar delante de un notario, se han encontrado con el regalo de unos jueces que han empezado a soltar a violadores, en casi todos los casos sin aplicar ningún agravante y sin aplicar la disposición transitoria del código penal de 1995 que establece el mantenimiento de las penas cuando la nueva ley también las contempla. Pero da lo mismo. Jueces que han dicho: ¿Qué nos estás desafiando? Pues a ver cómo solventas que empecemos a soltar violadores. Algo que se parece demasiado a lo que hace el Rey de Marruecos cuando quiere chantajear al Reino de España. Con la diferencia de que Marruecos es un país autoritario donde no funcionan los derechos humanos.

La derecha sin caretas ya no disimula: mata ancianos en residencias, privatiza la sanidad dejando a la gente humilde abandonada a su suerte, desahucia, al tiempo que regaña a los desahuciados por perdedores, regala contratos públicos a familiares y amigos, baja los impuestos a los ricos, reprime protestas, usa sin pudor a jueces y policías, manipula sin freno los medios de comunicación, sostiene con arrogancia a sus referentes, sean reyes corruptos, aristócratas parásitos, cantantes agresores sexuales o jueces prevaricadores, ahorca perros cuando no los necesita o tortura animales por deporte, depreda el medio ambiente en nombre del beneficio y, llegado el caso, apoya  golpes de Estado o directamente los promueve.

No es extraño que haya jueces que mientras redactan sentencias escuchen a Plácido Domingo. El disco de los tres tenores es excelente, aunque yo siempre he sido más de Alfredo Krauss. Lo que escuchen los jueces en verdad es indiferente.

Pero si alguien pretende convertir a Plácido Domingo en un icono, como han hecho la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, o el alcalde madrileño José Luis Martínez-Almeida, está empezando a golpear a las mujeres.

Y ya no digamos si se junta todo y al final te encuentras con jueces a los que les pesan más sus intuiciones y sus gustos que el Estado de derecho.

¿Es imaginable que haya jueces que ejecuten venganzas contra una fuerza política porque creen que les están desafiando? Si hay un gremio capaz de sacarle punta a una columna es el de los juristas y abogados.

Ganar las elecciones, aprobar leyes y cumplir todos los requisitos que marca el ordenamiento jurídico no es garantía de que lo que ha prometido la izquierda en las elecciones pueda cumplirlo. El riesgo de caerte es muy alto y no te caes por tu torpeza, sino porque te están poniendo una zancadilla unos grandullones que, además, están disfrazados de libélulas resplandecientes en la noche.

No pasa solo en España. Es algo propio de las democracias liberales, que vienen con sus trampas.

La principal trampa es que cuando gana un gobierno de izquierdas, hereda el Estado que había y el Estado está lleno de inercias. Inercias que han construido los que han ganado históricamente las batallas sociales y que son, siempre, los poderosos. Porque por eso son poderosos, porque siempre han ganado.

Esas inercias a veces son evidentes, como las leyes; otras, menos evidentes, como los reglamentos o las costumbres o los protocolos repetidos que hacen que un funcionario en 2023 se parezca mucho en muchas cosas a un funcionario de 1999 o de 1950.

Celebran las mismas fiestas, estudian prácticamente lo mismo, están los mismos jefes durante decenios, sus academias tienen los mismos ejemplos, las mismas fotos, las mismas referencias supuestamente heroicas…

No hace mucho vi en la comisaria de policía de Moratalaz una foto de los grises, que era como vestían antes los  policías nacionales, de gris. Cómo sería su comportamiento que hubo que cambiarles el uniforme para que dejaran de vincularse con la represión y el asesinato durante el franquismo. En esa foto aparecían reprimiendo con mucha dureza una manifestación contra la dictadura Franco (quizá una huelga). Alguien debió pensar que así los jóvenes policías aprenderían viendo esa foto que reprimir a la izquierda es lo normal, cuando la foto que debiera estar ahí es la contraria.  Porque en ese momento, quienes estaban defendiendo la democracia y se adelantaban a defender la Constitución eran los manifestantes. Luego algunos se extrañan que sindicatos de extrema derecha penetren en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.

Los jueces son los funcionarios más poderosos de un país. Más poderosos incluso que los policías y los militares, a los que pueden incluso encarcelar. Yéndonos a un extremo, es verdad que los militares tienen más capacidad de hacer daño físico, pero raramente dan un golpe de Estado si no encuentran apoyo en, al menos, algunos jueces. En las dictaduras, los jueces militares son siempre la imagen misma del horror.

En 2008 Bibiana Aido, la Ministra de Igualdad del Presidente Zapatero, se enfrentó a los jueces. Por supuesto, los medios de comunicación de la derecha la insultaron e incluso los medios de la progresía participaron de la cacería. ¿Qué pedía? Pues exhortaba a los jueces que habían puesto 187 recursos contra la ley Integral contra la violencia de género (una ley que había contado con el apoyo de todos los grupos parlamentarios), que los retiraran, especialmente después de que el Tribunal Constitucional estableciera su legalidad. Esos Jueces dejaron durante años en la indefensión a 187 mujeres víctimas de malos tratos.

Esos jueces pensaron que el hecho de que las penas fueran superiores para los hombres estaba mal. Aunque en el fondo, lo que les parecía mal es que las mujeres ganaran derecho. Principalmente porque todos esos jueces eran hombres.  El Estado está lleno de inercias. El machismo es una de ellas. La cobardía de una parte de la izquierda contra los poderosos es otra. Especialmente en países que vienen o viven en el bipartidismo

España aprobó democráticamente la ley contra la violencia de género más avanzada del mundo, la ley del sólo sí es sí, que aplicaba finalmente el protocolo de Estambul.  Una mujer agredida no tiene que demostrar nada ni rememorar ese día o esa noche o ese atardecer que les acompañará siempre para contarle otra vez a un policía y luego a un juez si se resistió o no lo suficiente. Simplemente tiene que contar si consintió o no consintió. Por eso al Partido Popular no le gusta ni le gusta a VOX ni le gusta a los jueces que además de jueces son machistas.

Las inercias se vencen y se cambian. Pero hace falta un poco de coraje. Aun más en tiempos en los que la derecha ha decidido quitarse la careta. Porque si flojeas, además te van a partir la cara.

Juan Carlos Monedero

Es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Hizo sus estudios de posgrado en la Universidad de Heidelberg (Alemania). Actualmente es profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid (con dos tramos de investigación -sexenios- reconocidos).

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