El gobierno entre líneas

Factor común entre María Isabel Urrutia, Laura Sarabia, e Irene Vélez, por solo poner tres ejemplos, es que en el gobierno del cambio se admite la ignorancia y falta de preparación para ejercer el cargo, pero es inadmisible un escándalo que salpique el accionar de su presidente, y llame la atención de los órganos de control. 


Discurso populista de su mandatario, en la instalación del segundo año legislativo, dejó en el ambiente el afán de Gustavo Francisco Petro Urrego por hacerse ver como un estadista. Narrativa plagada de incongruencias, imprecisiones y realidades paralelas, devela que la agenda de la transformación, giro de 180º en Colombia, perdió su norte y cedió terreno ante la clase política tradicional. Ausencia de sintonía, con la gestión y la capacidad de autocrítica, acrecienta las discrepancias del ejecutivo con el Congreso. Difícil será imponer, en este semestre electoral, el trámite de las reformas sin caer en el tradicional proceder de aceitar las maquinarias políticas. Vigilancia de los medios de comunicación, y el constituyente primario, sobre las decisiones que se toman evitará que la izquierda se quede plácidamente acomodada en la odiosa escena de corrupción que materializa a la Colombia de las últimas décadas.

Constitución del cambio, propuesto por el Pacto Histórico, se desdibuja en cada error del gobierno y sus funcionarios, magistral proceder que se articula en la soberbia y mitomanía de Gustavo Francisco Petro Urrego. Artilugio de la palabra, que se empleó en campaña, trajo sus réditos con la victoria en las urnas, tergiversación de la realidad que hoy los tiene en aprietos y les resta credibilidad frente a quienes apostaron por la izquierda. Ansias de poder, que invadieron a los actores del cambio, nubla el dietario del legislativo que no compra el mensaje del Sensei de los humanos. Atomización e inexperiencia de la bancada gubernamental impide hacer frente a los cambios agresivos sin repartir puestos y esparcir la mermelada que activa los votos que requiere el ejecutivo para aprobar las reformas. El entorno coyuntural, que transita el país, peligrosamente impulsa la idea de implosionar las ramas del poder público para imponer las ideas fracasadas del progresismo socialista.

En juego se encuentra el futuro y la libertad de los colombianos, proyecto de cambio inconcluso, que ya se ve perdido en el tiempo, es la materialización de la incoherencia y la falta de razón, en su máxima expresión, de los actores de la izquierda. Quienes hoy ejercen el poder olvidaron sus posturas del pasado y de campaña, lo que criticaban con ahínco es lo que ahora hacen en contravía de un gobierno que dice ser “de la vida”. Cifra récord en la compra de armamento plasma la hipocresía de quien hoy posa de mártir, pero difícilmente logra que todos olviden el daño que le hizo al país en conexidad con quienes ahora son sus perversos aliados. Inestabilidad mental de su presidente propicia el caos, es el fundamento de la confusión, la improvisación, y las cortinas de humo, que revelan las intenciones, hechas realidad, de mermar a las fuerzas militares y policiales para envalentonar a los agentes al margen de la ley, mientras la nación se desborda en la inseguridad.

Anarquía total que invade a Colombia, a esta altura, representa el egoísmo sin límites, odio, resentimiento, y engaños de una apuesta gubernamental que ante la imposibilidad de mostrar gestión y ejecución divaga en una larga diatriba política de lo que debería ser el mundo. Discurso engañabobos, que solo capta la atención de quienes tienen bajos niveles de educación y cultura, tiende a tergiversar la crítica y minimizar el valor democrático de los ojos fiscalizadores del periodismo y los medios de comunicación. Clima de tensión que pondera la función del control político que le corresponde al Congreso, púlpito ideológico desde el que se le debe exigir al gobierno que ponga orden, en todos los sectores, y atienda el terrorismo y la delincuencia se tomaron la nación, contrario a lo expresado por su mandatario, que pregona a los cuatro vientos que “se está acabando la guerra”.

Grave problema de la izquierda son las tres debilidades de Gustavo Francisco Petro Urrego en su primer año de gobierno: la falta de planificación para cumplir con las promesas de campaña, el no alinear el presupuesto con los programas propuestos para cumplirle de forma efectiva a la masa electoral, y el ruido comunicativo que genera la ausencia de austeridad y sencillez para propiciar cercanía con la gente. El lenguaje distante del ejecutivo con el legislativo resquebraja las relaciones políticas del Pacto Histórico y bloquea la agenda en la campaña por el poder local, inestabilidad que confronta el testarudo convencimiento de los progresistas con el creer de los ciudadanos que fueron a las calles en contra de las reformas. Esfuerzo por recontextualizar y pasar por encima de lo expresado en todas las marchas en contra de su presidente, llama a mostrar quién es quién y dar resultados en beneficio de toda Colombia, el país está atento y se dará cuenta quién se vende a la corrupción del gobierno para sus oscuros intereses.

Romantizar los ataques que sufre la población, producto de las reformas y la política de “paz total”, es el propósito de una mente disociada y con alteración de la realidad, como la de su mandatario, que percibe un mundo etéreo donde todo es posible y creíble solo para sí mismo. Concepto de la “paz total” es la alucinación de quien niega que el país está bajo las narcoguerrillas, paramilitares y aliados dándole la mano a los peores terroristas de la nación, actores al margen de la ley, como Mancuso, que fungen como gestores de paz. Instrumentalización de los “nadies” que permitió a la izquierda llegar al poder, no a gobernar, sino a dividir y tomar decisiones contrarias a la ley. El gobierno del cambio lo sintetizan el proceder de las guerrillas, la delincuencia, el narcotráfico, y la corrupción, el odio de sujetos que llevan a Colombia a ver nuevamente índices desbordados de sangre, muertes y masacres, en las zonas rurales de la nación.

Quienes eligieron a la izquierda cohonestaron con las reformas que se gestan y van en sentido contrario a la libertad y el orden que ha acompañado el ejercicio democrático en Colombia. De cara a los comicios de octubre el país debe trazar un propósito, defender al pueblo, la democracia, las Fuerzas Militares y la libertad de expresión, bases de lo que el Pacto Histórico quiere cercenar para imponer la ideología del progresismo socialista. La estrategia de seguridad y paz que se ha impuesto les han costado la tranquilidad a todos los colombianos a merced del placer de los delincuentes para “patrullar”, secuestrar y asesinar, cuándo y dónde se les antoje. Omnipresencia de su presidente solo demuestra que es una persona inestable, sujeto que se niega a escuchar a otros porque se considera el nuevo Mesías. Falta de ética y valores son la base de un fuerza política que se mide por lo que dice, la palabras, mentiras, y discursos que hacen un inmenso daño al país y a la confianza inversionista.

La presión ciudadana es la fuerza de la oposición que ataca a un gobierno que solo da pasos erráticos en la elección del cuerpo ministerial y los funcionarios de alto rango en la administración pública. El desgobierno, los caprichos ideológicos y las reformas son el punto de quiebre que le pueden costar el bienestar y calidad de vida a los colombianos. El populismo fue la fórmula de mentiras que le permitió a la izquierda ofrecer soluciones mágicas para tomarse el poder, repartir puestos y dividendos a amigos y familiares. Antes que triunfos morales la nación requiere de hechos y acciones concretas, se debe dejar de lado la demagogia, elocuencia narrativa que se convirtió en la carta de navegación de la gestión pública. Las decisiones no pueden seguir bajo el calor del discurso conveniente que dejó de lado el sustento de los hechos y los datos.

 

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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