Una paz completa

Una guerra política no se acaba cuando se elimina físicamente al otro, en especial porque ese otro no está individualmente determinado, la derrota militar del opositor no significa la paz, sino el fin de una confrontación, porque una idea no puede eliminarse en un campo de batalla.

Rafael Núñez, tras la batalla de La Humareda, pensó que llegaría la paz y sostuvo que la constitución de 1863 había dejado de existir y con ella las ideas liberales que contenía. Pero esta paz, como tantas otras en el país fue una paz incompleta, porque solo duró mientras el enemigo recuperaba sus fuerzas para reiniciar la guerra. La derrota física del otro es apenas un aplazamiento de la guerra, como lo ha demostrado nuestra historia.

Debó confesar que me hace muy feliz que los 25 años de la constitución de 1991 se celebren donde se firmó la constitución de 1863; en especial porque he tenido siempre una fascinación personal por el periodo del Olimpo radical. Sin embargo traigo a colación el hecho, porque tiene especial importancia en el presente. No dejó de existir la constitución de 1863, ni muchos menos el liberalismo, no ha cesado la horrible noche como dijo Núñez, la guerra continuo y la paz fue pasajera.

Quienes presentan sus oposiciones al proceso de paz que se adelanta con las FARC y el que esperamos avance con el ELN se niegan a creer que el enemigo político no puede ser eliminado por la vía de las armas, es más, me atrevería a decir que lo que pretenden es que perviva su enemigo político y con él su discurso maniqueo y simplista.

Por el contrario el fin de un conflicto bélico, que tiene orígenes políticos, por la vía de la negociación política si puede poner fin a la guerra política y dar lugar a una paz completa. Completa porque no significa el aplazamiento de la violencia sino su erradicación como método, en favor de otras formas de hacer política.

La gran ventaja de la negociación es que no busca garantizar que el otro desaparezca sino que trata de que el conflicto que hay entre las partes tome otras vías. El gran ahorro en vidas y presupuesto que significa la paz nace del más sencillo de los pragmatismos, el de aceptar que el otro no puede ser eliminado y que por tanto, los esfuerzos por eliminarlo deben ser invertidos en derrotarlo en la arena política.

Por otro lado que la paz sea completa implica que tenga garantías y esas garantías significan que por ningún motivo sea menos costoso tomar las armas que hacer política. Garantizar la paz completa implica que se abra el sistema político para que nadie tenga que optar la violencia para poder hacer valer sus ideas y esa es la ganancia  de la negociación, desechar las armas es volverlas inútiles.

Faltan muchas cosas para que tengamos paz en Colombia, pero lo seguro es que uno de esos asuntos que falta no es más sangre, lograr las garantías para que la paz sea completa llevara posiblemente toda nuestra generación y es necesario que lo entendamos. Son muchos más y más fuertes los esfuerzos que tendremos que hacer como sociedad para que se complete la paz. Empecemos cuanto antes.

Carlos Mario Patiño González

Abogado de la Universidad de Antioquia, Magister en Derecho económico del Externado de Colombia, de Copacabana-Antioquia. Melómano, asiduo conversador de política y otras banalidades. Tan zurdo como puedo pero lo menos mamerto que se me permita.

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