¿Qué pasa con la política en Itagüí? Panorama de un desastre

Carlos Andrés Trujillo, hoy senador por el Partido Conservador, es el patrón de Itagüí: fue alcalde y ha puesto ya a dos alcaldes, para completar casi una década gobernando este municipio. También ha tenido en su bolsillo al Concejo y a los órganos de control. Acá no hay alcalde, acá durante los últimos dos periodos ha habido hologramas que posan como alcaldes… porque quien realmente tira línea es el curtido líder conservador, “el papá de Itagüí”, como alguna vez dijo ebrio en un evento.

La historia: aprovechando la crisis política e institucional de Itagüí a finales de la primera década del siglo, tanto que el entonces alcalde Gabriel Jaime Cadavid fue destituido, Carlos Andrés Trujillo lanzó un proyecto político en el que supuestamente iban a caber todos, y con el que acabarían la corrupción y recuperarían el municipio. Pues bien, ganó la alcaldía 2012-2015 con un 39% de los votos, sobrepasando considerablemente al exalcalde candidato Carlos Arturo Betancur… pero no cupieron todos: políticos alternativos también se unieron a ese proyecto, pero luego se desmarcaron porque la corrupción se afianzó, aunque el sujeto supo hacer una arquitectura comunicativa admirable para que, a los ojos de la ciudadanía, calara el mensaje de que Itagüí ya había cambiado… y caló esa estrategia que aún sigue bajo la actual administración (ver algunas contrataciones de comunicaciones de la alcaldía).

Desde su primera alcaldía, el líder godo ha sabido entonces forjar un proyecto politiquero macabro y peligroso (ver El nuevo clan de Itagüí).

Ahora, no solo el actual y el anterior alcalde se deben a Trujillo, sino también buena parte de los concejales de la última década, como mencioné arriba.  La casa conservadora ha sido la dueña de los tres últimos concejos, especialmente de los últimos dos: son los dueños y señores del fortín electoral. Con estos concejos, las últimas tres administraciones (Trujillo, Leon Mario Bedoya y José Fernando Escobar) han tenido un cheque en blanco, pues no tienen oposición ni control político. Han podido hacer lo que quieran con el erario y con los proyectos y contrataciones amañadas.

Trujillo es un político que trabaja bajo cuerda, no está en la mira de la opinión pública, y no tiene quién ponga la lupa sobre sus jugadas, aunque tiene algunas investigaciones penales… pero congeladas. Este sujeto ha ido aumentando exponencialmente las votaciones de la casa azul en Itagüí durante la última década elección tras elección en alcaldía y Concejo; pareciera que no existe quién lo frene. No tendría nada que reprocharle a sus triunfos si todos esos votos los consiguiera limpiamente, pero no; en elecciones, la compra de votos que se ve en los barrios es sin vergüenza alguna, además de aquellas promesas de trabajos y propuestas de proyectos onerosos con los que compran a la ciudadanía (ver algunas denuncias): Itagüí es la materialización de la fábula del burro y la zanahoria, y quien tiene la zanahoria es Trujillo, mientras que el burro es el pueblo itagüiseño.

Tiene entonces todo el poder para hacer lo que quiera en este municipio:  las voces de oposición son espurias y escasas, sin eco y sin repercusiones.  Además, los concejales no hablan, no hacen debates, y mucho menos control político a la administración municipal; solo aprueban los proyectos del alcalde, y si no, el alcalde despide a sus cuotas (ver De despidos y favoritismos en la alcaldía de Escobar). La burocracia que puede llegar a manejar el alcalde solo y por medio de sus concejales es impresionante (unos dos mil puestos entre contratistas y personal fijo), y con eso es que arrastran los miles de votos, siendo amigos de esa horrible dinámica electoral de este país. Son triunfos por extensión: si usted nos elige, nosotros le ayudamos a conseguir un trabajito; así, el del trabajito convence a su gente para que elijan a fulano: bola de nieve corruptoelectoral.

Preocupa pues que el poder de la casa política trujillista se esté enquistando cada vez y con más facilidad en el poder administrativo de Itagüí. Entre otras cochinas prácticas, solo hizo falta, por ejemplo, inundar a Itagüí con la propaganda electoral del hoy alcalde, un desconocido y don nadie, para que ganara con una amplísima mayoría por encima de curtidos políticos como la varias veces candidata Rosa Acevedo (Centro Democrático), o de proyectos alternativos como el de Nelson Acevedo (Partido Verde).

El panorama para las próximas elecciones es extremadamente desalentador. Trujillo ya anda en búsqueda de un soldado fiel que sea el disfraz del senador para seguir gobernando y empezar a consolidar sus dos décadas como amo y dueño de Itagüí. ¿Será el Secretario de Seguridad, Rafael Otálvaro? ¿Será el concejal Daniel Restrepo, bastante fiel y cercano al Trujillo?

Por su parte, dicen que el exalcalde León Mario Bedoya tuvo diferencias con Trujillo, por lo que quizás lance candidato propio para las próximas elecciones. Sin embargo, cualquier ofrecimiento que le haga el líder godo, puede calmarle los humos a Bedoya… y en eso es experto el senador.

¿Quién podrá hacerle contrapeso a este exagerado poder de la Trujillo? De los últimos candidatos, todos se han echado a morir a nivel político: Rosa Acevedo es hoy concejala por haber ocupado el segundo lugar frente a José Fernando Escobar, y una cuarta candidatura no serviría sino para reafirmar su fracaso político. El excandidato Byron Caro está desaparecido del mapa, no tiene carisma, aunque contó con una importante maquinaria publicitaria, pero lo que le sobró de publicidad le sobró en carisma y en calidad política en un municipio como este. Por su parte, el exconcejal Nelson Acevedo también desapareció del mapa político y obtuvo una estruendosa derrota: no tuvo equipo de campaña sólido y serio, y no contó con suficiente dinero, aunque el suyo fuera el mejor plan de gobierno.

 

@SantiagoMolina

Santiago Molina

Licenciado en Humanidades, Lengua Castellana de la Universidad de Antioquia.​

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