¿La paz a la coca y la guerra al petróleo?

Juan Carlos Benjumea

Uno de los momentos más oscuros de la historia de nuestro país está marcado por el sello de la coca. Durante los ochentas, nuestro país se vio inmerso en la tragedia de una guerra de carteles de la droga que cobró la vida de muchos colombianos inocentes, y que generó un ambiente de caos e inseguridad para los habitantes del territorio nacional, en especial para nuestras tres ciudades principales: Medellín, Bogotá y Cali.

A lo largo de la historia de nuestro país, las drogas y los sectores donde se cultivan, procesan y distribuyen, han generado en su lucha por controlarlas, violencia extrema, terrorismo, secuestros, extorsiones y toda clase de delitos asociados a estos carteles dedicados al tráfico de drogas.

El discurso del presidente Petro en la ONU nos deja muy preocupados al advertir una apología a la coca, la cual ha marcado nuestra historia con mucho dolor y llanto.

Comparar generadores de energía como lo son el carbón y el petróleo, protagonistas de la productividad de la nación, en el que uno de ellos funge como personaje principal de nuestra economía, al ser un producto de mucho peso en nuestras exportaciones, responsable de generar altos  ingresos  distribuidos en muchas áreas de desarrollo del país y en trabajo social destinado hacia los menos favorecidos, es algo que muchos colombianos no compartimos.

En tal sentido, es posible evidenciar una actitud revictimizante hacia miles de familias que han sufrido la tragedia del narcotráfico, por lo que hoy en Colombia  nos  preguntamos ¿será que el nuevo gobierno legitima el narcotráfico?, ¿será que la nueva visión del país es adecuada a nuestra realidad?

Petro se ha disfrazado y se ha vendido a sí mismo como ambientalista, y esa es la excusa que usa para atacar con inclemencia el sector de los hidrocarburos, pero parece no tener conocimientos o incluso negar adrede que día a día se pierden hectáreas de selva virgen por culpa del narcotráfico ¿Dónde está la coherencia?

Colombia no se puede gobernar con eufemismos ni maniqueísmos, y las rutas que transita el inquilino de la Casa de Nariño, nos pueden llevar a caminos de los cuales no nos sea fácil recuperarnos. Miremos Medellín por ejemplo, una ciudad que durante los últimos años se ha disparado el consumo de drogas  y  al mismo tiempo, ha triplicado el número de habitantes de calle en los últimos tres años, situaciones ambas que están correlacionadas, y que le dejan a nuestra ciudad no solo un problema de salud pública, sino de seguridad, falta de apropiación del territorio, entre otros.

No es con maniqueísmos baratos que Colombia va a solucionar sus problemas, por el contrario, los puede agravar aún más, por lo que mi invitación hoy es a que defendamos nuestras economías lícitas y le exijamos al gobierno cumplir la carta magna del país en vez de ofrecer impunidad a diestra, y sobre todo a siniestra, a quienes con sus hechos le han demostrado a la nación que no han renunciado a la violencia.

Juan Carlos Benjumea

Profesional en ciencias militares y derecho, con Maestría en gestión integral de riesgos en el Externado de Colombia y Maestría en estrategia y geopolítica en la Universidad Militar.

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