Incidencia económica de la Desnutrición Crónica Infantil en el Ecuador

Como sociedad, en muchas ocasiones, no nos detenemos a pensar en las consecuencias económicas de las desatenciones que como colectivo generamos. Justamente, una de ellas es la Desnutrición Crónica Infantil (DCI), que a Ecuador lo ubica en el segundo lugar de América Latina: uno de cada cuatro niños menores de 5 años vive con DCI. Comúnmente, se relaciona con la salud pública y afecta a familias de escasos recursos vinculadas a factores como pobreza, necesidades básicas insatisfechas, falta de acceso a agua potable, desigualdad (de todo tipo), educación, desconocimiento, entornos insalubres, y demás. No obstante, la DCI va más allá, pues la misma, hipoteca las oportunidades presentes y futuras de quienes la padecen.

Sus consecuencias en el tiempo se reflejan en que las personas tengan mayores riesgos de sufrir infecciones estomacales y respiratorias, sobrepeso, obesidad y enfermedades no transmisibles (diabetes tipo 2, la hipertensión y algunos tipos de cáncer), además de retrasos en el desarrollo motor y de lenguaje, afectando la capacidad de aprendizaje en edad escolar. Por ende, la pérdida de materias escolares y la posibilidad de deserción de las aulas son mayores, trayendo consigo, menos probabilidades de que un individuo acceda a un empleo estable y adecuado por las limitaciones en sus capacidades, habilidades y destrezas, las cuales, debió adquirir en una edad más temprana. El costo de la sociedad no solo se puede ver en los recursos monetarios destinados a cubrir los gastos en servicios de salud, sino también en la capacidad para que un país prospere, dada la afectación sobre la productividad, reflejada a su vez, en la pérdida del capital humano.

¿Cuánto dinero le llega a representar a la nación la DCI? La Desnutrición Crónica Infantil tiene un fuerte impacto económico y social en todos los países. Ecuador no es la excepción. De ahí que los gastos asociados evidenciados en salud, educación y pérdida de productividad constituyen alrededor del 4,3% del PIB; esto es, cerca de 3 mil millones de dólares anuales.

Basado en todo lo anterior, considero que la estrategia para erradicar la DCI debe realizarse desde un enfoque de prevención, así:

  1. Educación alimentaria, que conlleva a determinar la manera correcta en la que comemos, con un balance adecuado que tenga en cuenta las cantidades requeridas y equilibrando los contenidos de la comida, reduciendo los alimentos que pueden desencadenar enfermedades crónicas.
  2. Atender las condiciones de acceso al agua, saneamiento, condiciones de vivienda, entre otros.
  3. Cumplir con los controles de salud durante los primeros mil días (tres años, aproximadamente) de vida de la persona.
  4. En el caso de la mujer, es importante que reciba atención durante el primer trimestre de su embarazo y acuda al menos a cinco (5) controles.
  5. Los recién nacidos deberán cumplir con el paquete de prestaciones, vacunas completas, y demás que apliquen.
  6. Generar campañas de promoción de salud en escuelas y colegios sobre la regulación de los bares escolares y el etiquetado de sus productos, entre otros.

Hay que dejar atrás la concepción de que a mayor cantidad de alimentos no se es malnutrido, pues radica también en la calidad de lo que comemos. Prevenir y erradicar la Desnutrición Crónica Infantil involucra la participación de todos los actores de la sociedad, de cara a que no solo se mire desde la óptica de la salud, sino además, desde la social y la económica.


Otras columnas del autor en este enlace:  https://alponiente.com/author/jcalderon-eb/ 

Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.

Jorge Calderón

Economista de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil (UCSG). Magíster en Administración de Empresas de la Universidad Espíritu Santo (UEES) y master of Management de Tulane University (Nueva Orleans). Rector del Tecnológico Universitario Argos (Guayaquil Ecuador). Miembro del «Foro Libertad y Prosperidad» (Instituto Ecuatoriano de Economía Política), del Consejo Asesor Internacional de la ONG «Mujeres Líderes Políticas» (Capítulo Ecuador) y de la Junta Directiva del «Thomas Jefferson Institute for the Americas» de los Estados Unidos. Embajador de la ciudad de Guayaquil para Congresos y Convenciones por la Empresa Pública Municipal de Turismo de Guayaquil.

Empresario y consultor, se desempeña también como docente de posgrado de Escritura Académica, Análisis Económico Mundial y Metodología de la Investigación en diferentes universidades del Ecuador. Es además, analista y coach económico en varios medios de comunicación de su país y el mundo, y columnista permanente de la «Revista Comercio» de la Cámara de Comercio de Guayaquil y del «Diario Correo» (Machala Ecuador).

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