El asesinato de Álvaro Gómez Hurtado el 2 de noviembre de 1995, doloroso para el país y para quienes estuvimos cerca de él, es para mí una cita anual con su memoria.
Hoy, sin embargo, cuando se cumplieron 25 años de impunidad, me ocuparé de la sorprendente autoinculpación de las Farc”, a costa de la remembranza de Álvaro y de su contribución al pensamiento político colombiano, reivindicado por Juan Esteban Constaín en su libro “Álvaro: Su vida y su siglo”, donde afirma que “fue el estadista más grande de Colombia en el siglo XX”, apreciación significativa en un país de tantos políticos y tan pocos “estadistas”.
Me causó escalofrío oír a un ¡senador de la República!, confesando que dio la orden directa del asesinato y afirmando que los organismos de seguridad conocían la responsabilidad de las Farc, pero la Policía asesinó a los cuatro autores materiales y “al Estado le tocó callarse”.
Me causa repudio el acostumbrado cinismo de las Farc. Ahora les parece el asesinato “…una de las más desgarradoras noticias” de la historia política del país, y hasta ahora leyeron sus biografías para darse cuenta de que “…su contribución a la paz del país habría sido fundamental”.
Me causa extrañeza que tal reconocimiento se produzca cuando la Fiscalía reimpulsa la investigación y llama a declarar a los capos del norte del Valle, a Piedad Córdoba, a los excabecillas de las Farc y hasta a Lucho Garzón.
Me causa rechazo la mezquindad de Ernesto Samper cuando afirma que “los Gómez están buscando plata”. El amigo de Piedad y figura de la fracasada organización multilateral del chavismo, no tiene idea de lo que Álvaro llamaba el “talante moral”.
No sé qué me causa la declaración de la JEP sobre el “temprano reconocimiento”. ¿Temprano 25 años después? ¿Temprano después de tres años de funciones de la JEP? Por esa ¿ingenuidad? se les voló Santrich.
Me causan gran solidaridad las declaraciones de Mauricio Gómez, respetuosas con la justicia mientras no se conozcan las pruebas, pero desconfiadas de lo que pasará en la JEP y la Comisión de la Verdad.
Me causaron desconcierto las declaraciones del presidente de la Comisión, no tanto por la exaltación del “acto libre” de las Farc y su “aporte en justicia y verdad”, sino por la insinuación de que, por ello “…los pueden matar (…) los que los odian y no creen en la justicia de la JEP y quieren hacer ‘plena justicia’”. No, padre De Roux, la mitad del país odia el historial violento de las Farc y no cree en la JEP, pero no busca venganza sino verdadera justicia; esa mitad del país, incluidos Mauricio Gómez y yo mismo, no somos asesinos.
Finalmente, me causó curiosidad que, un mes antes, 30 de septiembre, las Farc asesinaron a José Raimundo Sojo Zambrano, senador, ministro y presidente de FEDEGÁN. ¿Por qué no lo incluyeron en su “temprano reconocimiento”?, ¿acaso se les olvidó?
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