Usted no conoce la miseria de mi país.

Gracias a mi esfuerzo, al de mi familia, y un poco de suerte; me encuentro haciendo un intercambio académico en una de las ciudades más inspiradoras del mundo: París. Ésta es una ciudad muy bella llena de muchas contradicciones, y una de esas contradicciones es la que en este momento les voy a contar. Camino a la universidad, siempre hay un joven de al menos 25 años que me pide monedas, sin explicar por qué, levantando un vaso plástico de Subway. Siempre me dio curiosidad y un día le pregunté por qué pedía monedas. Tuve tiempo de observarlo bien: zapatos finos, pantalón levis y superficialmente un estado de salud perfecto. Al responderme, me dijo que era “pobre” y que no tenía “oportunidades de trabajo”. Me sentí un poco ofendido, y le dije: usted no conoce lo que es la verdadera miseria, usted no conoce la miseria de mi país.

En esta ciudad, así como en Medellín, es fácil reconocer a quienes realmente necesitan ayuda: personas que no hablan francés, generalmente desplazados sirios, que vienen no a vivir sino a sobrevivir todos los días. No sé qué piensen ustedes, pero yo siempre he pensado que hay que darle a las personas que realmente tengan dificultades (ancianos que ni siquiera piden monedas sino comidas, inválidos, mendigos en evidente mal estado de salud, etc.), y no a quienes pidan plata simplemente por pedir.

Es curioso, porque en Francia existe todo un sistema de protección a desempleados muy interesante.[1] Cada desempleado tiene la oportunidad de recibir un subsidio que desborda el mismo concepto de “subsidio” entendido como simple remuneración para obtener igualdad de oportunidades frente a las otras personas. Incluso, según un informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), Francia es uno de los países con más protección a desempleados; en donde se presenta el clásico problema de la gente que prefiere no trabajar.[2]

Debido a esto me vi en la obligación de hablar con esa persona en buen estado de salud, joven y con prendas de calidad. Es por eso que al responderme que era “pobre” y que no tenía “oportunidades de trabajo”, no pensé dos veces en decirle que no conocía la miseria de mi país. Le dije que venía de un país sumido en la guerra; en donde había personas que ganaban la suma absurda de 2 mil pesos diarios (0.52 Euros); que vivían en casas hechas de una mezcla entre barro, agua y estiércol de vaca. Le dije que venía de un país en el que lo normal era, absurdamente, acudir a los mecanismos judiciales para que entregaran subsidio. Le dije, además, que venía de un país en el que la informalidad en el empleo era la regla general, y que por tanto esto podía privar a muchos de muchos derechos que le pertenecen; en donde realmente no había oportunidades de trabajo. Finalmente le repetí: usted no conoce la miseria de mi país. Mientras la gente que pasaba veía y escuchaba todo lo que le decía, el joven, sin nada qué decir, agachó la cabeza y esperó a que me fuera.

De todos modos, algo importante por decir es que no le deseo ese mal a nadie. Al terminar, me devolví y le terminé de decir: “de todas formas, espero que nunca la conozca”. Y es así, porque realmente no soy de ésos que piensa en “educar” a las personas haciéndolas vivir en carne y hueso lo que es una situación de miseria. Aunque superficialmente, con sólo ver la miseria a través de los ojos uno es capaz de ponerse en los pies de esa persona e imaginarse cómo sería estar en su situación. Y si uno es de aquellos seres humanos que sólo vive para servir a los demás (como dice la célebre frase de la Madre Teresa de Calcuta), no será necesario una experiencia de ésas para saber que hay que vivir para servir.

Me causa curiosidad estas personas que alegan una “pobreza” para pedir dinero. A fin de cuentas, son personas que todos los días tienen que lidiar con su conciencia cuando ven a un sirio desplazado con dos niños que no habla francés y está desesperado. Me gustaría saber qué pasaría si una de estas personas, que en verdad lo necesitan, le pidieran monedas a este joven diciéndole: “soy pobre, no tengo oportunidades de trabajo”.

[1] http://www.cleiss.fr/docs/regimes/regime_france/es_5.html

[2] http://www.elconfidencial.com/mundo/2014-10-24/francia-el-paraiso-de-los-parados_407197/

Santiago Osorio Moreno

@SantiOsorioM | Soñador del desarrollo social de mi país y del mundo. Abogado EAFIT con énfasis en D.I. y DD.HH., Magíster en Políticas Públicas - Uniandes con énfasis en política social. Exasesor en el Congreso de la República. Fundador y Director de la ONG Convicción para el impulso de proyectos a comunidades. Consultor de entidades públicas para el mejoramiento de sus estrategias y programas. Analista y activista político.

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