¿Una generación perdida?

“Estamos en mora de que los estudiantes salgan de los colegios hablando inglés y no lo vamos a lograr si los docentes que lo dictan no dominan el idioma”.


 El término Generación Perdida fue popularizado por el Nobel de Literatura Ernest Hemingway (1954) que básicamente hacía referencia a esos grandes literatos estadounidenses que emigraron de su país rumbo a Europa, principalmente Paris. Desorientados por las consecuencias de la Primera Guerra Mundial. Varios de estos escritores cumplirían la mayoría de edad pocos años después de terminada la gran guerra. De la Generación Perdida se destacan, además de Hemingway, notables como John Steinbeck, William Faulkner, Francis Scott Fitzgerald, Gertrude Stein y Ezra Pound.

Esa Generación Perdida, en retrospectiva, no fue tal. Las guerras, hambrunas y pobreza que atestiguaron, les sirvieron de excusa para encontrar en la literatura una forma de narrar los dramas que por aquella época vivía la humanidad y que quedarían grabados para siempre a través de sus obras.

Más de un siglo después, el Banco Mundial viene alertando sobre la posibilidad de perder nuevamente a una generación por causa del Covid-19 y las brechas educacionales que se están generando por la falta de asistencia a clases presenciales (ver). En un informe publicado el 1 de febrero, revelan unos datos alarmantes: 1) Dicen que, a finales de 2021, los días que se perdieron de clase superaron los 200, equivalentes a más de año y medio de calendario escolar; 2) La afectación recae principalmente sobre las personas entre los 4 y 25 años. Es decir, los que recién comienzan la primaria y los que van terminando la universidad. 3) El Banco Mundial, a finales de 2020 -hoy la cifra debe ser superior- estimó que la “pobreza de aprendizaje” iba en un 63%. La mayoría de los estudiantes olvidan lo aprendido por la falta de continuidad en los procesos educativos.

El llamado final que hace el Banco Mundial con este informe es el de poder retomar de alguna manera las clases presenciales o métodos híbridos: presencial – virtual, que permita tener continuidad en el aprendizaje, pero, sobre todo, a que haya educación de calidad y una verdadera interiorización del conocimiento; de lo contrario, la brecha de la desigualdad y la pobreza incrementará entre los que tienen la posibilidad de seguir pagando educación de calidad y los que no. Lo que es gravísimo. Se agudizarían las crisis económicas de los países más pobres o en vías de desarrollo porque no contarían con el talento humano necesario para satisfacer las demandas de los mercados mundiales que están relacionadas básicamente con las industrias de las tecnologías y la información.

El reto es colosal para países como Colombia, donde hay oferta en educación gratuita para todo el ciclo educativo: primaria, secundaria y universidad, pero sigue faltando mejorar exponencialmente la calidad y los recursos tecnológicos que la pandemia fríamente desnudó. Estamos en mora de que los estudiantes salgan de los colegios hablando inglés. No lo vamos a lograr si los docentes que lo dictan no dominan el idioma.

Es vital que, desde los primeros años escolares, los niños y jóvenes tengan acercamientos y hagan experimentos con temas relacionados con desarrollo de software, que puedan atreverse a crear juegos y aplicaciones acorde a sus intereses. Que desde temprana edad hagan productos mínimos viables. Tampoco lo vamos a lograr, si como país, y como sueña Freddy Vega, CEO de Platzi, no le garantizamos a cada ciudadano el acceso a un computador y a internet. Mucho menos si no llevamos estos recursos a la Colombia rural y profunda.

Ese es un tema que merece el mayor interés, más cuando voces respetadas como David Vélez, CEO de Nubank, el banco digital más grande de Latinoamérica menciona a la vez la gran oportunidad que tenemos en Colombia de potenciar y expandir los conocimientos en tecnología y programación, por la demanda mundial de personas con estas habilidades. Lo explicó contundentemente en el editorial que escribió para El Colombiano el 6 de febrero (ver): “La ‘materia prima’ o soldados esenciales de la revolución digital son los programadores de sistemas” y a la vez, hace un llamado de atención: “Lo que resulta increíble es que nuestros jóvenes parecen todavía no entender el futuro que se viene”.

Y es que, según Vélez, Colombia necesita más de 150 mil programadores que no hay en este momento. Los jóvenes siguen estudiando carreras tradicionales como derecho y administración. No las que tienen que ver con la cuarta revolución industrial. Ojalá que todos estos llamados de atención sirvan para evitar que, en países como Colombia, tengamos que sufrir la pérdida de una generación y que tuvo la posibilidad de evitarlo.

José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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