El hombre es la medida de todas las cosas

“Homo omnium rerum mensura estProtágoras

(El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, de las que no son en cuanto que no son)


Honestamente, me ha costado mucho zafarme de mis prejuicios, a costa de mucho dolor e incomprensiones de mi entorno y de mí mismo, en relación al conocimiento y a su validez ética y moral, casi siempre medido con mucha resistencia o suspicacia.

Ahora bien, acerca de la columna titulada La cuarta ofensa contra el amor propio de la humanidad”, de Alejandro Villamor Iglesias, publicada el 04 de febrero del 2022, en primera instancia, no acotaría nada, ni al margen, porque me parece muy atingente a la línea editorial del diario virtual Alponiente. Sin embargo, la palabra “ofensa” contra el amor propio de la humanidad, me parece exagerada, ya que es el resultado de una convicción racionalista, cartesiana, y que correspondería a una etapa específica de la historia epistemológica de la filosofía. Es cierto que, a fines del siglo XIX y comienzos del XX la filosofía fue seriamente avasallada por las ciencias fácticas, en general por las ciencias de hechos, de colecciones empíricas y medibles (el psicologismo, el empirismo, el historicismo, el cientifismo, la antropología, la sociología…).

Sin dudas, las ciencias nos entregan conocimientos sobresalientes para entender y manejar la realidad, los que validan su existencia; además sus métodos y leyes son nuestras certezas en donde se nutren la técnica y la ingeniería, el andamiaje que levanta toda la cultura de los hombres.

No obstante, Husserl, fundador de la fenomenología trascendental, viene a renovar a la filosofía para hacer de ella una ciencia estricta y una empresa colectiva. Como forma de entender la filosofía, la fenomenología asume la tarea de describir el sentido que el mundo tiene para nosotros ante todo filosofar, utilizando un método propio, principalmente, la reducción fenomenológica.

De tal manera, la ciencia no advinó de la nada, sin una concepción de la vida, del hombre y del mundo, es decir sin una cosmovisión mítica, religiosa u ontológica de todo lo que le rodeaba al hombre, y para qué decir de la ética y la moral que nos gobiernan.

En relación, específicamente a las ofensas que pudieran haber infringido las leyes científicas al orgullo humano, según la misma columna, de forma implícita, valga decir que la misma ciencia se estaría “pisando la cola” (expresión que denota que ella misma se perjudica o delata), porque no hay cosa más cambiante que las leyes científicas. Pues, las verdades científicas no son absolutas, por ello durante la historia de la humanidad se han cambiado cientos de paradigmas científicos, y todo para gloria de la ciencia y de los hombres. Para muestra un botón, preguntémoslo, cuántas teorías se han erigido acerca de las ondas electromagnéticas (luz), y que, sin duda, surgirán otras en el futuro del mapa conceptual de la LUZ: teoría corpuscular de Newton, teoría ondulatoria de Huygens y todas las teorías fotoeléctricas de Albert Einstein. Y, para que decir, lo que sucede en las ciencias humanistas, en donde el hombre y las sociedades cambian ineludiblemente por nuevos movimientos sociales y paradigmas morales, porque los hombres y las sociedades son proyectos cambiantes de existencia. Según Ortega y Gasset, filósofo existencialista, post racionalista:

El hombre es un ser antinatural. Debe superar el simple estar en el mundo, el bienestar que le provee la técnica y la ciencia y esforzarse para ahorrar esfuerzos.

EL HOMBRE ES UN PROYECTO DE EXISTENCIA, DEBE FABRICA SU VIDA, HASTA EL ÚLTIMO DÍA DE SU VIDA, Y NADIE LO PUEDE HACER POR ÉL.

EL HOMBRE ES UN SER TÉCNICO.

El hombre no es simplemente su cuerpo, su organismo ni su sistema nervioso, menos su repertorio de necesidades básicas, es mucho más que eso.

En conclusión, amigos lectores, no estoy de acuerdo que somos animales, menos aún vegetales o piedras del paisaje, ni meteoritos. El hombre es más que una partícula atómica, una parte del todo físico, porque ya lo dijimos, no nos identifica; no somos una célula, ni un conjunto de ellas, ni órganos o sistemas de órganos, SOMOS, por antonomasia, un proyecto de existencia, arrojados hacia el futuro, y que también no se sabe con certidumbre que seremos en el devenir.

En estricto rigor, estimados lectores, el hombre no es su cuerpo ni  su repertorio de necesidades naturales, como la un árbol o una piedra, cada hombre se define por lo que ha logrado en su vida, su lenguaje que ha adquirido, lo que ha aprendido en su vida, lo que ha hecho, su nombre y su genuina procedencia, su currículo vitae, lo que piensa de él, de los otros y del mundo, lo que es y lo que quiere ser (Proyecto), la conciencia de estar y que mañana no estará. ¡Por ello, estimados lectores, los hombres nos humanizamos! ¡De que yo sepa, el toro no se torifica ni una piedra se petrifica, sólo esta última podrá petrificarse, y eso, y nada más que eso!

Y finalmente, Husserl, fundador de la fenomenología trascendental, viene a renovar a la filosofía para hacer de ella una ciencia estricta y una empresa colectiva. Como forma de entender la filosofía, la fenomenología asume la tarea de describir el sentido que el mundo tiene para nosotros ante todo filosofar, utilizando un método propio, la reducción fenomenológica.

En fin… Somos, en estricto rigor, pura conciencia. Subjetividad anclada en nuestro ser “trashumante”, arrojados hacia un “futuro”, que ni siquiera conocemos (Heidegger), sujetos heridos, como dice Slavoj Zizek, filósofo contemporáneo.

La ciencia no ofende a la humanidad ni la humanidad ofende o degrada a la ciencia.

En lo ético y moral, muchos hombres podrán sentirse superiores a los demás seres universales, ¡craso error!, cada uno en su habitual escenario es un eslabón más de la historia universal. Y la humanidad es el principal eslabón para el orden ecológico y la sustentabilidad del orden natural mundial.

Víctor Henríquez Bustamante

Profesor de Estado en Castellano y Filosofía

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