Ambientalismo suntuoso

La conciencia ambiental ha emergido como una fuerza movilizadora cada vez más poderosa, intensificándose al ritmo que se agravan los problemas ambientales en el mundo, e instando a individuos y colectivos a reconsiderar sus prácticas en aras de un futuro sostenible, o como lo firmamos en 2015: un desarrollo sostenible. No obstante, en este paisaje verde y pétreo surge una tendencia que merece atención, un fenómeno que a menudo se disfraza de compromiso ecologista pero sin ecología, y que plantea preguntas sobre la línea divisoria entre la noble causa ambiental y la indulgencia consciente.

Asalta entonces la pregunta sobre cómo la búsqueda de un estilo de vida más “amigable con el medio ambiente” ha adquirido tintes de opulencia, junto a los desafíos y contradicciones que se presentan cuando la sostenibilidad se convierte en un accesorio de lujo del discurso privado. ¿Estamos perdiendo de vista el bosque por dirigir el discurso hacia los árboles? ¿Estamos realmente mejorando nuestro planeta, o simplemente estamos adornando nuestra conciencia con símbolos de virtud ambiental?

Este discurso está monopolizado por aquellos con el privilegio de acceder a la información, al conocimiento, a sensibilizarse y a romantizar las ideas usando el poder de ese discurso en aquel tiempo que no destinan para sobrevivir. Porque de eso se trata el modelo actual, de mantener una urgencia permanente de seguridad económica y así evitar poner foco en lo prospectivo, en las soluciones estructurales. Hemos llegado al momento histórico en donde pensar en sobrevivir más allá de lo inmediato se convirtió en un privilegio de clases.

Sobrevivir siempre ha sido un reto histórico para todas las especies, y nosotros homínidos, con todo y nuestro pulgar oponible y razonamiento complejo, hemos enfrentado a lo largo de los últimos 200.000 años una lucha por la supervivencia tal que nos vemos amenazados ante los evidentes y alarmantes cambios actuales. Sin embargo, sobrevivir no es el principal reto, pues este parece estar supeditado a nuestras diferencias ideológicas o nuestros intereses particulares. Y es allí donde está el meollo del asunto.

El ambientalismo parece evocar emociones difíciles de concertar entre humanos inmersos en un sistema biofísico complejo, y en un modelo socioeconómico para el que solo hay tiempo de competir para sobrevivir, y resulta difícil comunicarle a quién sobrevive del día a día que enfrentar los problemas ambientales también es una lucha por la supervivencia. Parece ser entonces la ciencia y su rigor técnico lo único capaz de unir los engranajes, bajo una conversación objetiva, constructiva y estructurada, que erróneamente se ha asumido como exclusiva de la academia, pero que debe hablar por y para toda la población.

El lenguaje es fundamental para una causa como esta, abordar el enorme glosario no puede seguir resultando en el detrimento de los conceptos, como asignarle la característica de “ecológico” a un producto o la de “sostenible” a un proceso, pues eso le resta rigor y carácter técnico al discurso, instrumentalizando y agotando la lucha contra el cambio climático que se ha convertido en un simple check de cualquier agenda. Esta es una causa ministerial, popular, académica y multidimensional, pero sobre todo humana, pues así como somos multicausales, tenemos el deber de proponer múltiples soluciones.

Por un lado, abogados, políticos y mineroenergéticos en los altos cargos públicos de asuntos ambientales, y por el otro el discurso vulnerado, emocional e inconsciente en manos de aquellos que buscan una causa para liderar. El valor del activismo está dentro de los procesos conectados, del entendimiento de la complejidad, y no se resume en acciones vacías sin una estrategia real y concreta de impacto, acciones sin acción que acaban por ser suntuosas.


Todas las columnas del autor en este enlace: Esteban Gómez Londoño

Esteban Gómez Londoño

PhD (c) Ciudad, territorio y planificación sostenible. Docente universitario, asesor de organismos internacionales e investigador en los ODS 4, 7, 11 y 13. Formulador y evaluador de proyectos.

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