Acuerdo social…

En un país de marcadas diferencias, donde cuesta tanto, incluso la vida, estar en un lugar distinto en lo económico, lo político, las ideas, no sorprenden hechos como los ocurridos en los últimos días.

Agresiones, vías de hecho, confrontación violenta, indisposición para el diálogo, resultan ser evidencias de una sociedad agotada, que ha ido perdiendo sus esperanzas políticas, en donde la participación y el ejercicio de la ciudadanía son objetos de amenazas y señalamientos.

Y señalan los poderosos, aquellos que juegan a tener la palabra o las armas; pero hacen mérito para ello también los que buscando manifestarse y reclamar lo que entienden como naturalmente propio, actúan con violencia y fuera de todas proporciones.

No hay, lo evidencia la crisis en la que se ahoga la Patria, la Nación entera, una capacidad instalada de diálogo para el acuerdo social. Y eso que creíamos que los grandes diálogos ya se habían tenido en La Habana.

Los de La Habana, tan necesarios después de tantos años, se muestran bien como unos diálogos para la dejación de armas, para nuevas miradas con las que llevar el conflicto, darle un respiro a las familias, campo, empresarios colombianos, tan agotados en lo que fue una barbarie. Hay que reconocer que los que antes le apostaban a la fuerza ahora se pronuncian desde la política, pero la sociedad no aprende aún a entenderse en calma, sin agresiones.

En el pacto social, uno construido concientemente, desde el diálogo abierto, con objeto de reconciliación, resulta necesario identificar al otro, hacerlo para establecer relaciones solidarias, donde haya disposición para ubicarse en el lugar ajeno, dejando prejuicios, barriendo resentimientos, sembrando la capacidad de una construcción conjunta.

El pacto social es escenario para el encuentro de las sociedades modernas, unas deliberativas, audaces en su tratamiento, con principios de claro desarrollo colectivo, con lugar a la diversidad de ideas, creencias, formas, autonomías; unos que procuren la emancipación de las alianzas, la cooperación como alternativa.

Urge, es evidente, un diálogo ciudadano acompañado por las instituciones, uno que posibilite los acuerdos de fondo que nos debemos desde que nos decidimos como país.

Juan Sebastián Salazar Gómez

Ciudadano sin sombrero y sin alta pipa y tampoco poeta.

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