“Estas medidas que usa el gobierno, como la consulta popular y la Asamblea Constituyente, solo reflejan una cosa, y es que: la política interior del gobierno es débil.”
Por estas últimas semanas, el presidente Gustavo Petro puso a tambalear las ramas del poder gracias al “decretazo”, cuyo propósito era convocar una consulta popular. Tal parece que, en cierta medida, le funcionó. Ese decretazo no fue más que una medida de presión para impulsar su proyecto de gobierno, acompañado de un legítimo trasfondo, como lo es llamar al constituyente primario a elección, realizando todo esto en un año preelectoral.
Como fruto de decretar la consulta popular —así eso significase que el gobierno pasó por encima de la Carta Política de nuestro país al no reconocer la decisión del Senado sobre dicha consulta—, esa estrategia política y electoral logró algo muy importante e histórico: una digna reforma laboral que, sin duda, mejorará las condiciones de los trabajadores colombianos. Aunque a esta reforma le haya faltado la otra parte de los trabajadores, que mayoritariamente están en la informalidad. Sin embargo, al finalizar la conciliación de la laboral, Petro salió con presentar una papeleta innecesaria para convocar una Asamblea Nacional Constituyente.
Convocar una Constituyente que es poco probable que pase, pues primeramente debe haber un trámite en el Congreso para convocar a elección al pueblo. Acontecimiento que no pasará de allí, porque la Constituyente es prescindible. Además, la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo está fracturada. Estas medidas que usa el gobierno, como la consulta popular y la Asamblea Constituyente, solo reflejan una cosa, y es que: la política interior del gobierno es débil. Un gobernante debe procurar que su política interior sea fuerte, para que su mando constitucional sea estable dentro del país. Lo que genera un equilibrio de poderes del Estado y, así, produce que su proyecto político escale y pueda lograr su plan prometido.
Hoy no vemos esa política fuerte. Hoy se observa una actitud facciosa de Petro para instaurar su proyecto político, enfrentándose a las Cortes. Por ejemplo, la vez que tildó de “golpe de Estado” la decisión del Consejo de Estado de transmitir las sesiones del Consejo de Ministros en TV, y también las veces que se ha manifestado de forma despectiva al Congreso, llamando a parte de los integrantes de esta corporación como HP’s.
Por otro lado, y como si fuera poco, tenemos un ambiente violento y hostil que se ha derramado con el reciente atentado al senador Miguel Uribe. Esto trae a la mente una especie de déjà vu con lo acontecido en las historias que me contaban mis padres y que pertenecen a la época violenta de nuestro país. Vemos hoy, no al país de hace 35 años que tantos dicen que somos; se analiza un campo conflictivo similar a aquellas épocas violentas, como en 1948, en donde todos los bandos políticos escalaban su odio, prestando así un espacio para atentar contra grandes figuras.
Finalmente, todo lo anterior refleja el desespero de Petro al saber que su periodo va a terminar y, consigo, su proyecto político, el cual es débil. Generando así cualquier tipo de formas para que este sobreviva. Este ambiente tenso se alimenta con el atentado a Miguel Uribe, que hoy ha generado que la violencia de la palabra crezca, en cabeza del presidente, que —como publicó en un análisis La Silla Vacía— es el político con el discurso más agresivo en X. Lo anterior me deja esta reflexión, y es que, como joven, invito a los jóvenes a tomarse los sistemas de participación que tenemos, como los CMJ/CLJ (Consejos Municipales/Locales de Juventud), para tomar una postura protagónica y contribuir a que lo que sucede hoy en Colombia cambie.
Comentar