Serpiente de fuego, la nueva novela de Philip Potdevin sobre la agonía del Caudillo: un camino que pocos se arriesgan a transitar

Un asombroso flujo de conciencia que no decae un instante. Esa conexión profunda con el lector tan exquisitamente lograda lleva a este a querer que la novela no termine, tiende a todo su alrededor un halo donde nos quedamos viviendo.

Piedad Uribe Villaquirán.


Serpiente de fuego, (Opus Mágnum, 2024) es una novela asombrosa por lo hermosa, no le falta ni le sobra nada.

Mantener la atención, el interés y el gusto del lector en una novela donde no hay más que flujo de conciencia, donde no hay misterios que develar, donde no hay intrigas que resolver, donde los personajes no interactúan porque no hay personajes que actúen representando papeles, diría que es una tarea imposible. Pero resulta que esta palabra se desbarata y desaparece por obra y gracia de esta novela. Impresiona cómo lleva al lector a lo largo de ella sin desfallecer, la intensidad se mantiene, no decae, no sube y baja, y para lograrlo se necesita que el escritor reúna cualidades nada fáciles de encontrar juntas, talento, imaginación, inspiración, madurez y técnica. La redacción es perfecta, el lenguaje es hermoso, las palabras las precisas sin exageraciones, siempre lo justo, al ser el flujo de conciencia un saltar de un pensamiento a otro hay que entrar los cambios de manera precisa, no abruptamente, y esto, que es sumamente difícil, en esta novela, a mi modo de ver, aparece totalmente logrado. Las remembranzas del afecto familiar no se cargan de zalamerías que deslucirían la narración.

En esta novela nos encontramos frente a Gaitán en su agonía, que va saltando entre sus recuerdos y su presente, entre sus deseos y sus logros; su mente va y viene en asociación libre, está cargado de pasión, de vivencias, de dolor, de recuerdos felices y ensarta al lector que se vuelve con el uno solo, duelen los dolores del moribundo, sus deseos inacabados, sus sueños destruidos, sus vanos esfuerzos, su triste y angustioso deseo de vivir.  Esa conexión profunda con el lector, tan exquisitamente lograda, lleva a este a querer que la novela no termine, tiende a todo su alrededor un halo donde nos quedamos viviendo. La novela nos sobrecoge, nos sacude los sentimientos más hondos de tristeza, de rabia, de impotencia, los mismos que sobrecogen al moribundo. La novela crea un ambiente único entre su protagonista y el lector donde solo existen los dos,  éste está atrapado en ese ir y venir que es el flujo de conciencia y solo al llegar al final vuelve a la realidad luego de estar sumergido en la ficción, en una novela que vivió por momentos como realidad por obra y gracia del escritor.

El Caudillo, a pesar de reconocerse como un positivista puro y duro llega, en virtud de verse frente a frente con la muerte, a cuestionarse por instantes la eterna pregunta existencialista de si desaparecemos con la muerte, de si nuestra vida tuvo sentido, preguntas que a todos nos atormentan. ¿Hasta dónde va la conciencia, hasta dónde llega, trasciende la muerte física? Al moribundo en sus últimos instantes físicos le parece que sí, mientras que el lector solamente queda perplejo, preguntas trascendentales que también plantea la novela.

La novela nos toma del alma, del corazón y de la mano y esta virtud por si sola ya la hace invaluable y prodigiosa.

En difícil apartarse de lo trágico de la novela, de la tristeza que ella causa, de la vida prodigiosa o no que habría podido vivir el agonizante, pero a la vez, como lectora, se vive la sensación de felicidad y recompensa porque es una novela exquisita, se siente alegría por tener un escritor capaz de escribir con tal alto nivel propio solamente de grandes escritores de los que él sin duda hace parte. Escribir una novela de principio a fin, en la técnica de flujo de conciencia, y recorrer este camino con éxito total pocos se arriesgan y pocos lo logran, y aquí el escritor se arriesgó y lo logró con creces.

Definitivamente en mi sentir y en mi pensar estamos frente a una novela extraordinaria que merece los más altos elogios y sin lugar a dudas lo mejor que se ha escrito en la literatura colombiana en mucho tiempo, y también del continente. La vida de Gaitán tan interpretada, tan estudiada, tan desmenuzada, tan criticada bien podría ser simplemente la que de manera tan descomunalmente descrita aparece en esta novela, ¿por qué no? dirán que es ficción, sí, pero ¿acaso en la ficción no cabe todo?, hasta la realidad. Misterios de esta novela.

Por último, esta novela le plantea al escritor un enorme problema y es lo que escribirá en un futuro, puso la vara muy alta, el nivel muy alto y sus fieles con seguridad no desearemos bajar de esas alturas.

Piedad Uribe Villaquirán

Abogada, procuradora judicial de la Procuraduría General de la Nación. Colaboradora en Le Monde Diplomatique edición Colombia.

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