La «Escombrera» de la 13: 13 años de clamor por la verdad

Lo que inició ayer en “La escombrera” no fue sólo la remoción de los escombros para buscar los cuerpos, allí se remueven los recuerdos, el dolor nunca sepultado, y sobretodo la esperanza. Se remueve la historia de una ciudad acostumbrada al silencio y al miedo, que escarba la verdad para desenterrar la justicia.

Lo que inició ayer en “La escombrera” no fue sólo la remoción de los escombros para buscar los cuerpos, allí se remueven los recuerdos, el dolor nunca sepultado, y sobretodo la esperanza. Se remueve la historia de una ciudad acostumbrada al silencio y al miedo, que escarba la verdad para desenterrar la justicia.

 

En las lágrimas de esas madres que los medios de comunicación persiguen con indolente sensacionalismo hay una despedida suspendida, las voces se quiebran en la imposibilidad de tejer nuevos recuerdos, y sólo en el abrazo que entre ellas se dan hay un consuelo de comprensión.

 

En su pecho cuelgan los retratos de sus hijos, de sus esposos, hay jóvenes que cargan cerca al corazón un recuerdo de sus hermanos y hermanas borroso de tristeza. Durante estos 13 años las oraciones se han interrumpido con el llanto, y cada amanecer ha sido un masticar la incertidumbre, mientras veían a lo lejos la desesperanzadora imagen de las volquetas que seguían alejándolos de sus seres queridos, consecuencia de una ciudad que se empecinó en crecer en ladrillo a costa de ignorar sus ruegos, el estruendo de la caída de los escombros seguía acallando sus voces.

 

Bajo un sol inclemente llegaron las madres al lugar bordeado por unas siluetas negras que representaban a sus desaparecidos, en el cielo las nubes soplaban unas olas de anhelo. Sólo pasados los primeros instantes de sofocante silencio, se dio inicio a una eucaristía libertaria que trajo un aire fresco y una brisa de desahogo. Lo protocolario y mediático fue opacado por la sinceridad de las reivindicaciones y las luchas de estas mujeres.

 

 

En su momento, con dolor contenido,las madres dejaron sobre los escombros sus ofrendas: las veladoras que han mantenido viva la luz y el fuego de su esperanza… y los ramos de Siemprevivas símbolo del eterno recuerdo que se resiste al olvido.Para terminar el acto algunas canciones y sonidos ancestrales serenaron la atmósfera, y en grupos fueron bajando no sin antes dejar estampados sobre las siluetas negras los nombres de esas víctimas que suenan a hermanos.

 

Ya comenzó un proceso de reivindicación de las víctimas, las exigencias en La Habana son claras frente a la responsabilidad de los crímenes de la guerrilla, los paramilitares ya hicieron un aporte con un proceso de paz al que le faltaron sus puntadas, va siendo pues hora de que el Estado reconozca su responsabilidad en este conflicto, y de que por sobre todas las voces se escuchen las de las víctimas.

 

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Escrito por: Juan Sebastian Muñoz Ocampo

Fotografia: Juan David Duque Quintero

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