Narcotráfico y marxismo cultural

Ante el anuncio  de que el presidente Gustavo Petro, viajará a China para estropear la construcción del  Metro en Bogotá, debería aprovechar y pedirle al partido comunista chino  que gobierna a esa nación desde Pekín, la legalización de la cocaína en el país asiático,  teniendo como base el discurso pronunciado  por el mandatario colombiano en la  77  Asamblea  General de la ONU, para saber qué le responden; pues parece que la legalización del narcotráfico, únicamente la buscan los comunistas   en los países occidentales de acuerdo al marxismo cultural.

Porque acorde al programa del marxismo cultural, legalizar la droga, les corresponde a los países occidentales, pues naciones como  China, no lo permitirían, o sea  que con la legalización de la droga se pretende menoscabar los  valores occidentales, mediante  una receta que no es asumida  a nivel mundial. Pero además para utilizar bien la visita a Pekín y ser coherente con su discurso  en  la ONU, el presidente Petro puede pedirle al gobierno de China, que no utilice más  los combustibles fósiles, causantes del calentamiento global, igualmente para saber qué responde  Pekín sobre  el asunto; recalcando que China es el  mayor país contaminador de la atmósfera con sus  emisiones de  CO2.

Importantes políticos de lo que llaman izquierda, plantean que el narcotráfico no es una  causa de la violencia en Colombia, sino un efecto, de igual manera  lo ha esbozado el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuyo nación  ha tenido anualmente, cerca de 31 mil asesinatos a manos de las mafias narcotraficantes, porque en primer lugar ese flagelo es un delito internacional y  como cualquier negocio obedece a la ley de la oferta y la demanda, así que frente a  una situación  de violencia como  la que vive Colombia en varias regiones  por causa del narcotráfico, no puede haber romanticismo,  puesto que ese delito genera también  exclusión social.

Como cualquier otro  delito con los que conviven las sociedades, el narcotráfico  se aumenta o disminuye  de acuerdo a las circunstancias, y sólo se acabará hasta que la humanidad  le tenga una solución de fondo, dado que  es bien conocido que los delitos económicos no sólo se cometen por   necesidades apremiantes de los transgresores, sino que además  la avaricia por el dinero  está presente en muchos  de ellos, como siempre ha quedado plenamente demostrado; de manera que  en la lucha contra el narcotráfico a lo máximo que puede aspirar  el país  es a reducir de manera notable los cultivos de coca, igual a como ocurrió hasta el 2010, situación que fue alterada con los diálogos de   La Habana, que impulsaron  a   que las áreas sembradas de coca se quintuplicaran.

No  hay que olvidar que las guerrillas marxistas a  comienzos de la década de los 80, tomaron al narcotráfico como otra  forma de lucha y que por ello se acuñó el término narcoguerrilla  de la que también hizo parte el M-19, evocando esas bandas armadas a los bolcheviques de principios del siglo XX en Rusia que no sólo cometían actos terroristas, sino que tenían casas de lenocinio para financiar la “revolución”, de suerte que cuando se habla de narcotráfico es muy difícil  tirar la primera piedra.

Así como el narcotráfico   aumenta  la exclusión  social en Colombia, sería bueno que el presidente Gustavo Petro de acuerdo a su proyecto de paz total nos informara ¿en  qué  medida el conflicto político militar  generado desde la década de los sesenta del siglo pasado  por las guerrillas marxistas para la toma del poder,  aumentó la pobreza?  En vista de que ese conflicto   le ha  podido costar al estado y a la sociedad  cerca de 400 mil millones de dólares, recursos que hubieran servido para reducir las necesidades económicas de millones de colombianos durante todos estos años.

Otros factores externos que recaen  en  la violencia del narcotráfico en el país, son los carteles de otras naciones, especialmente los mexicanos, que como en cualquier negocio y en este caso ilícito, les exigen a los productores  de cocaína colombianos el abastecimiento requerido para cumplir con la demanda, lo  cual es un factor que incrementa significativamente la violencia.

También hay que agregar que el narcotráfico le produce al sector financiero internacional gigantescas ganancias, que están en el orden  de cientos de miles de millones de dólares anuales, que no van a dejar de ganar de buenas a primeras; de modo que las tesis izquierdistas sobre el narcotráfico  como  efecto y no como causa, hacen parte de sus aspiraciones políticas que con una táctica aparentemente cándida le busca dar soluciones a un problema mundial, por ahora insoluble, en donde Colombia es  solamente una  parte, que resiste diferentes formas de violencia acarreadas por el narcotráfico.

En Colombia la mayoría  grupos  políticos que hacen parte del Pacto Histórico que gobierna con Gustavo Petro, le ha tenido al tirano  cubano de Fidel Castro (1926-2016) una reverencia inocultable, resaltando que  el déspota isleño hace algunos años, siguiendo la cartilla marxista leninista en donde todo vale para combatir al enemigo,  hizo exaltación al narcotráfico, diciendo: “Así como el opio sirvió para las guerras coloniales en Asia. Entonces  nada más justo que los pueblos  devolvamos esa acción como venganza histórica”,  lo que demuestra que el narcotráfico no ha sido  ajeno de ninguna manera al accionar de grupos  armados comunista durante el conflicto armado en el país.

No sirve acudir a unas conjeturas simplistas sobre el fenómeno del narcotráfico en Colombia,  pues ello hace  parte  de una postura demagógica   en una nación en donde  desde hace más de 50 años  el flagelo de la droga  ha permeado diferentes sectores de la vida nacional,  causándole inmensas tragedias a la población, financiando al paramilitarismo y  a las guerrillas comunistas por décadas.

Por  lo tanto la solución  al   flagelo  del narcotráfico,  que ha sido la causa  de la propagación de diferentes conflagraciones con sus dramáticas consecuencias para la población colombiana, sólo es posible con la cooperación  consciente de la comunidad internacional, y el gobierno nacional debería de  cambiar su formulación romántica sobre el asunto, que ha expresado en diferentes escenarios internacionales.

 

Ariel Peña

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