Sufrimiento y crecimiento

 “Al analizar la razón del sufrimiento, se transforma al dolor en una herramienta para la virtud. Nunca un bien en sí mismo, el dolor es un paso necesario para cualquier transición personal.”


¿Por qué se sufre? Es una pregunta interesante con plétora de respuestas. Puede ser una pregunta inútil, al fin y al cabo, el sufrimiento es de lo más real del mundo. Toda la vida pasa con algún sufrimiento, ruptura, destrucción. Uno cae en las profundidades más oscuras, sin saber como salir; solo, desolado, triste, misero. Saber su causa principal no lo evitará.

Pero la pregunta del porqué es la más esencial de todas. Toda la razón tenía Nietzsche cuando del nihilismo, negando cualquier significado al sufrimiento de la vida, decía ser una “expresión de la decadencia fisiológica.” Es decir, una perdida de las ganas de vivir. Al analizar la razón del sufrimiento, se transforma al dolor en una herramienta para la virtud. Nunca un bien en sí mismo, el dolor es un paso necesario para cualquier transición personal.

Dos tipos de explicaciones sobre el sufrimiento reinan: las generalizantes y las individualistas. Entre las primeras se encuentran las religiones, y planteamientos biológicos, los cuales explican el sufrimiento en un sentido universal, metafísico, y objetivo; analizan al sufrimiento como una esencia eterna de la realidad y experiencia humana. En las segundas, se encuentran las razones individuales para el sufrimiento, el porqué de la vida personal. Siguiendo nuevamente a Nietzsche (será citado de nuevo debido a su genialidad), “El que tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo.”

Estas no son necesariamente contradictorias, en la mayoría de los casos se complementan. Las explicaciones universales proponen un marco de referencia para guiar al individuo; son siglos de experiencia compartida para continuar la evolución y mejoramiento de nuevas generaciones. Para no dejar a las jóvenes (dentro de los cuales el autor se incluye) como a barcos a deriva, perfilados para su destrucción por rocas y oleaje, los universalismos permiten regular la vida hasta madurar lo suficiente para moldear el camino propio.

En la tradición cristiana, se ve al sufrimiento como consecuencia del pecado original. Sin embargo, el Todo Poderoso no le robará esta experiencia al ser humano, pues conoce el efecto transformador del dolor. Él instrumentaliza al mal para causar, en últimas, el bien para su creación.

El Islam ve en las afecciones humanas no un mero accidente, más bien, fue Dios el mismo creador del dolor y sufrimiento. Para ellos, lo malo es la tentación y sucumbir a ella, no el hecho de padecer dolor, pues es una prueba divina para desafiar a la fe. Es así como se invita a la paciencia y confianza en el plan divino, y como se invita a agradecer a Dios por el sufrimiento impuesto sobre uno para superarse a sí mismo.

Saliendo de lo religioso, las ciencias naturales postulan algo distinto. Aunque no es muy comparable, pues su pensamiento es principalmente materialista, no ideacional, es importante conocer la raíz del sufrimiento en sentido material. Respaldados con montañas de evidencia, y argumentos elocuentes, estas disciplinas han demostrado la necesidad biológica del sufrimiento como mecanismo de supervivencia y evolución. El sufrimiento, más allá de ser bueno o malo, llevó a la supervivencia de unos, mientras los otros padecían y sus genes quedaban atrás.

Resumiendo, hay varias explicaciones universalistas del sufrimiento que, en conclusión, ven en él un mecanismo necesario para la evolución del ser, sea en términos biológicos o metafísicos. Siguiendo el ritmo, hay dos posturas filosóficas ahora dominantes del pensamiento prescriptivo para el sufrimiento: el estoicismo y el existencialismo.

Los estoicos promulgan la aceptación del dolor como parte inevitable del mundo, sin la posibilidad de cambiar los factores externos de su origen. Más bien, en vez de la preocupación por eventos exógenos al individuo, cada persona debe enfocarse en sí misma, en sus emociones, sus sentimientos, sus impulsos, etc., para controlarse y, de esta forma, sobrellevar el dolor.

Ven al sufrimiento del mundo como parte del destino de cada quien; el dolor no se puede evitar, pero la mentalidad al respecto es adaptable, solo el autocontrol cambia la actitud para enfrentar el dolor. Para resolver, entonces, el problema con el sufrimiento, los estoicos prescriben controlar la mente. La actitud lo hace todo.

Pero, ¿cómo? Se puede uno preguntar, pues es simple decir, pero difícil de ejecutar. Hay diversas técnicas para ello, fácilmente googleadas. Por ejemplo, la terapia de conducta cognitiva, derivada de las enseñanzas estoicas, es una herramienta psicológica para ayudar a pacientes con ansiedad o emociones negativas. Epicteto promulgaba la gradual aceptación del caos del mundo, y controlar las emociones cada que salga algo mal. Empezando por cosas triviales, va cogiendo práctica al controlar sus emociones para que, eventualmente, con eventos de gran disrupción, se logre mantener la calma.

Marco Aurelio difundía la práctica de visualización negativa, que implica recordar conscientemente la temporalidad de la vida. Sea lo que sea, uno es mortal y morirá, dejando atrás toda la vergüenza, cobardía, y estrés. Es decir, “live for the moment”.

Sin embargo, aun cuando los estoicos tengan muchos consejos prácticos y un grado importante (al igual que las otras ideas presentadas aquí) de razón. No es la mejor solución, en opinión del autor, para el problema del sufrimiento. Los estoicos hablan de una estructura universal que lo contempla todo; es un tipo de dios, la naturaleza, el orden del mundo. Los seres humanos son parte de ella, y para vivir con tranquilidad deben “Vivir según la naturaleza”.

Aquí, es pertinente recordar la sucinta, pero poderosa, crítica de Nietzsche en Más allá del bien y el mal:

¿Quieren vivir “según la Naturaleza”? ¡Oh, nobles estoicos, qué fraude de palabras! Imagínense una criatura como la naturaleza, infinitamente extravagante, ilimitadamente indiferente, sin propósito ni consideración, sin piedad ni justicia, a la vez fructífera y estéril e incierta: imaginen la indiferencia misma como un poder: ¿cómo podrían vivir de acuerdo con tal indiferencia?

Entonces… ¿qué hacer? La condición humana obliga al individuo a enfrentar el dolor constantemente, y si el camino no es por la resiliencia personal a través del autocontrol, ¿cómo se piensa sobrevivir?

Aquí entran los famosos existencialistas. Personajes tan diversos como Dostoyevski, Nietzsche, Frankl, Sartre, Camus, Heidegger, Kierkegaard, Kafka, etc., componen este movimiento caracterizado por la rebeldía, búsqueda de la libertad y el camino recto individual.

Enfrentados a la existencia humana en constante sufrimiento, estos autores retan al individuo, no a refugiarse bajo la aceptación indiferente al dolor, sino encontrarle un sentido que le permita sobrevivir con honor y la cabeza en alto. Es así como Frankl indica que se debe “ver más allá de la miseria de la situación al potencial para descubrir un significado detrás de ella, y así convertir un sufrimiento aparentemente sin sentido en un logro humano genuino.”

Para dar la cara al insoldable sufrimiento de la experiencia humana, una visión que le dé sentido es crucial. La falta de sentido, advierten, lleva a consecuencias catastróficas. El hombre del subsuelo, de Dostoyevski, y el último hombre de Nietzsche, son avisos de la falta de propósito. Sin razón para sufrir, se corre el riesgo de caer en resentimiento, amargura, aislamiento, odio, sentimientos perjudiciales para la vida. Dentro de poco, se encuentra uno disfrutando el dolor ajeno y deseando el mal a otros, no solo por envidia, sino por deseo al caos, a la destrucción del status quo.

Entendidos los problemas y soluciones, ¿cómo se puede aplicar al día a día? No es fácil, pues requiere de un esfuerzo de reflexión incómodo y muchas veces doloroso, el cual refleja inseguridades, imperfecciones, fealdad, etc., de cada quien, rompiendo el arrogante, pero frágil ego.

El psicólogo Jordan Peterson recomienda un ejercicio de estrategia para el futuro. Considérese en el presente (debilidades, fortalezas, amenazas, etc.), y haga prospectiva de un futuro ideal (éxito financiero, estructura familiar estable, reconocimiento mundial), al mismo tiempo, haga prospectiva de un futuro distópico (alcoholismo, abuso, resentimiento). Al hacer esto, se tiene una visión del cielo y del infierno, y si se atreve a ser verdaderamente libre, puede escoger cumplir su potencial para el ideal, mientras se aleja del calor infernal. Si no es capaz de adoptar la libertad, se quema eternamente.

Por su lado, como identifican Bushkin, et al., Frankl parece haber creado sentido a su vida a través de

“1) actividades creativas, 2) servir a los demás, 3) experiencias contradictorias, 4) el compromiso con una decisión, 5) conexión espiritual, 6) percibir tareas sin sentido a través de una lente de significado, 7) crear y persiguiendo metas, y por último 8) mantener una actitud incondicional de fortaleza.”

En cualquier caso, lo importante es encontrar aquello imperativo que se quiere lograr: una meta, objetivo, deseo, fin último, destino manifiesto, etc., para sostenerlo mientras sufre. Se le invita, entonces, al lector (en especial si ahora está sufriendo), a pensar: ¿Cuál es mi razón para aceptar el sufrimiento? Y se le implora tener en cuenta otra cita Nietzscheana: “Ocurre con los hombres lo mismo que con los árboles. Cuanto más intentan erguirse hacia la altura y hacia la luz, tanto más profundamente hunden sus raíces en el suelo, hacia lo oscuro, hacia lo hondo – hacia el mal”. Entre más grande la ambición, más grande, inevitablemente, será el sufrimiento, y cuanto más deberá alcanzar las profundidades del alma hasta encontrar ese vacío que le devuelve la mirada. Una consideración, quizás, para otro día.


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Salomón Soltau Sánchez

Soy un estudiante de relaciones internacionales de séptimo semestre, interesado en temas de política exterior, estabilidad política y económica en el mundo, los estudios militares, asuntos marítimos y la industria militar.

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