“No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más…”. Así “regañaba” Ortega y Gasset a los argentinos en 1939, al tiempo que les espetaba: “¡A las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos”, para reactivar sus potencias espirituales secuestradas.
Hoy, tras la victoria de Iván Duque y su llamado a la unión por el futuro, me atrevo a parafrasear al gran filósofo español. No se imaginan ustedes el brinco magnífico que dará este país si acepta la invitación del presidente Duque, de superar la polarización, la estigmatización y la intolerancia, para rescatar la enorme potencia espiritual de los colombianos y, de una vez, ponerle el pecho a las cosas que importan.
Ocupémonos de la recuperar la legalidad y el imperio de la Ley a partir de una justicia digna y soberana; de la seguridad como derecho y bien fundante; de la transparencia para expulsar la corrupción que carcome a la sociedad; y de la erradicación de la plaga del narcotráfico, langosta que todo lo devora, que ensangrienta y, como en el relato bíblico, también mata a nuestros niños.
Ocupémonos de canalizar nuestra potencia espiritual hacia el emprendimiento en los sectores tradicionales, en nuestro sector rural y en los que hoy dominan la economía mundial alrededor del arte, la cultura, la innovación y la tecnología. Ocupémonos de llegar a un acuerdo sobre una tributación simplificada y eficaz, que consulte las necesidades fiscales, ataque la evasión y no castigue el emprendimiento.
Ocupémonos de bajar, de una vez por todas, del podio infamante de la inequidad mundial. Hay que abocar el tema pensional, no solo desde la esquina de las finanzas públicas, sino de la equidad para los ancianos. Hay que salir del atolladero de la salud para garantizarla como condición primaria de equidad. Y hay que priorizar una educación integral, formativa e igual para todos. Mientras haya diferencias abismales entre la educación de unos y otros, las habrá en el acceso a las oportunidades y la equidad seguirá siendo una promesa.
¡Hay prisa, hay prisa! Así el filósofo su arenga. Si Santos nos dividió entre amigos y enemigos de la paz, apurémonos a trabajar todos por una paz acordada por todos. Si Petro insiste en su mensaje intimidante, en preferir “la resistencia” a la oposición ciudadana, en echarle gasolina a la polarización, poniéndole plazos al presidente electo para traicionar a Álvaro Uribe y al Centro Democrático, pues confiemos en su juventud, su independencia y su promesa de gobernar para todos, y apurémonos a acompañar su invitación a tender puentes, a no destruir, a ocuparnos de las cosas para construir un futuro que es de todos.