Un timonazo

Todos los días, lastimosamente, nos encontramos en las primeras  páginas de los periódicos, en los titulares de los noticieros de radio y televisión y en las publicaciones que se hacen en redes sociales noticias sobre la desaparición, el abuso, la violación o el asesinato de alguna mujer en nuestro país. No son simplemente cifras o rumores, son  mujeres a las cuales la violencia les ha arrebatado sus vidas y con ella sus sueños.

Como sociedad hemos optado por un silencio cómplice que solo se rompe para tratar de justificar lo injustificable, tendiendo siempre hacia la revictimización de las mujeres, enjuiciándolas por superficialidades como la forma en que se visten o los sitios que frecuentan. Siglos de normalización de los excesos del machismo y la crudeza del  conflicto armado que hemos vivido en las décadas recientes nos han dejado un tejido social herido y un sistema desigual donde la mujer siempre lleva las de perder.

Hoy podemos ver cómo en medio de la crisis sanitaria provocada por la Covid- 19 a miles de mujeres las medidas de confinamiento en sus hogares no las protegen de una pandemia peor, la de la violencia. Muchas se han visto obligadas a convivir durante este tiempo junto a sus agresores y a soportar día tras día el maltrato. El número de llamadas a las líneas de apoyo en las que  se denuncian toda clase de vulneraciones a su dignidad física y moral se ha incrementado exponencialmente, al igual  el número de feminicidios, no así las denuncias  formales  por violencia intrafamiliar, no lo hacen por el temor a las represalias y la desconfianza en las instituciones.

Es por lo anterior que resulta vital para todos conocer la propuesta del movimiento feminista que se perfila como una opción ética y política para buscar la igualdad en derechos y la equidad social, económica, política y cultural de las mujeres. El feminismo busca terminar con las grandes desigualdades que han tenido que soportar las mujeres históricamente: la violencia de género, los trabajos no remunerados, la brecha salarial, el acceso a la educación, el sesgo laboral, los obstáculos para  acceder a sus derechos sexuales y reproductivos, la autonomía económica y un sistema que las considera como ciudadanas de segunda categoría.

Podríamos decir que el feminismo busca esencialmente la conquista  de la libertad, que todas las mujeres tengan la posibilidad de elegir y decidir  sobre su vida, sin ninguna coacción. Bien sabemos que aun en pleno siglo XXI, a pesar de los grandes avances en la ciencia, la tecnología y en materia de derechos humanos y civiles, continúan existiendo enormes retos para el ejercicio de la libertad, muchos buscan la forma de entrometerse y conducir la en la vida y  las decisiones  de las mujeres enarbolando ideas anacrónicas y carentes de cualquier sustento real y legal. Ellas hoy luchan por su autonomía, por su derecho a ser  libremente lo que desean ser y vivir según sus propias convicciones.

Aunque muchos han pretendido ridiculizar al feminismo equiparándolo al machismo, está claro que ambos tienen fines diametralmente opuestos. El machismo busca imponerse por la fuerza, es una ideología violenta, de miras muy estrechas, que  ha truncado un sinfín  de proyectos de vida, especialmente de las mujeres. El feminismo por su parte es una ideología libertaria que busca y desea construir un mundo mejor, más equitativo, justo, tolerante y abierto para todos, no únicamente para las mujeres, puesto que si el mundo cambia para las ellas, necesariamente cambiara también para nosotros.

Está claro que los hombres podemos simpatizar con las ideas del feminismo, pero considero que no podríamos llegar a ser plenamente feministas. Es innegable que hemos crecido y hemos sido educados en un contexto social que nos ha colocado, inmerecidamente, en una posición de privilegio frente a las mujeres, esto nos ha llevado a interiorizar una serie de actitudes y  conductas que configuran nuestra forma de  pensar y actuar, por lo cual por más que queramos no podemos comprender  en su totalidad algo que no vivimos en carne propia, pues se  enraíza en la experiencia misma de la mujer.

No es necesario abanderarnos y liderar causas que no son nuestras, creo que sería más conveniente entender que el interesarnos y estudiar esta corriente de pensamiento nos permitirá tomar conciencia de la desigualdad en la cual tomamos parte y podremos replantear nuestra  participación en ella, analizando de forma objetiva la construcción política y social del ser hombre y  redefiniendo en ultimas el concepto de masculinidad.

Sin duda alguna es necesario un timonazo, un cambio verdadero en la dirección por la que hemos transitado durante tanto tiempo y no hemos encontrado otra cosa que dolor, violencia y el ensanchamiento de las desigualdades hasta volverlas casi irreconciliables.  Es preciso romper con estas limitaciones  a la vida y a las diversas formas de vivirla que nos ha impuesto el machismo, esto solo se lograra aterrizando a la cotidianidad lo que se expresa en los discursos, traduciéndolos en acciones muy concretas. Mientras todo esto sucede está claro que deberán seguir gritando, rompiendo, quemando y haciendo todo lo posible para sacarnos de esta sordera.

Daniel Bedoya Salazar

Estudiante de Filosofía UdeA
Ciudadano, creyendo en la utopía.

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