Rabia y Miedo

«Claro, imagínense vacas sagradas de apellidos Santos, Vargas Lleras, Galán, esperando una «palomita» y Uribe con una popularidad incuestionable queriendo quedarse»

Sí…así de sencillo. Rabia y miedo serán el combustible motivador para estas elecciones presidenciales de mayo 29. A eso llegamos. Lo de menos son las propuestas y los programas de gobierno. Poco o nada importan las trayectorias y ejecutorias de Federico Gutiérrez y de Gustavo Petro, y metamos ahí por decencia a Sergio Fajardo, que no es un mal muchacho, y sí un soberbio político que solo será importante para una eventual segunda vuelta, cuando no tendrá otra opción que la de dejar a sus seguidores en libertad de votar con miedo o rabia, algo muy parecido a lo de 2018.

Son parte del paisaje histórico los debates de Álvaro Gómez y Luis Carlos Galán, cargados de respeto por ellos mismos y centrados en propuestas sobre cómo hacer de Colombia un mejor país. Vale la pena recordar que a aquellos debates no asistía quien finalmente ganó en 1986, Virgilio Barco, quien reconocía un pasivo en su expresión oral que lo ponía en condiciones desventajosas frente a sus adversarios.

Fueron muy motivadores los encuentros televisivos entre Andrés Pastrana y Ernesto Samper y más lueguito, entre el propio Pastrana y Horacio Serpa que resolvieron presidencias de 1994 y 1998. Allí, si bien habían pasiones, y tanto el  narcotráfico como las guerrillas eran el meollo de discusiones, la polarización que hoy sufrimos no lo era tanto, y pudo ser porque las redes sociales aún no aparecían en escena.

Me atrevería a afirmar que las elecciones de 2002 con Álvaro Uribe y Horacio Serpa, tampoco estuvieron tan cargadas de los dos condimentos que me sirvieron para titular esta columna, pues recordemos que Uribe, al lado de Serpa, no hacía méritos ni para cargarle las maletas, ya que a fuerza de bregas registraba un 2% de intención de voto frente a un 25% del «vigotudo de Barrancabermeja». Más despuesito se creció, al punto que obligó a Juan Camilo Restrepo Salazar a abandonar la candidatura azul, pues Uribe se le metió tanto al rancho, que no le quedó otra, que declinar.

Lo de Polarización pudo tener su origen en 2006, cuando Uribe II. Ahí hubo temores de muchos que estaban haciendo fila hacía rato y temían que el hijo de la primera mujer concejal de Salgar, se apoltronara en la casa de Nariño…y lo intentó  y me consta. Claro, imagínense vacas sagradas de apellidos Santos, Vargas Lleras, Galán, esperando una «palomita» y Uribe con una popularidad incuestionable queriendo quedarse. No dejo este párrafo sin recordarle a mis generosos lectores que ambas gestas, tanto 2002 como 2006, Uribe las ganó en primera vuelta con el 53 y el 62% respectivamente…eso no lo ha conseguido nadie más, y presiento que tampoco esta vez lo será.

Me late que los medios de comunicación manejan un doble discurso en el tema de la polarización, pues en sus editoriales claman por la decencia, el respeto, la tolerancia, y cualquier cantidad de palabras bonitas, y a renglón seguido, dan espacio a columnistas cargados de odio, resentimiento, rabia, frustración…y es que no parecieran meros columnistas, sino «paraeditorialistas.» Va siendo tarde recomendarles, pero qué buen aporte le harían a la sociedad y a la democracia, si hicieran un alto en el camino para repensar su papel como informantes y generadores de opinión. De pronto así les volveríamos a creer y no tendrían qué desgastarse tanto, como lo vienen haciendo, apabullando una a una las noticias falsas (fake news). Depronto hasta les compraría una suscripción.

Hace poco en Cereté traté de palpar el ambiente político dado que de allí es David Barguil…hoy estoy en Ciénaga de Oro tratando de saber qué aprobación tiene su hijo Gustavo Petro. En ambas poblaciones, tener a uno de los suyos tratando de abrir la puerta del palacio presidencial para habitarlo por cuatro años no parece importar mucho.

Norman Mesa Lopera

Comunicador Social de la Católica del Norte Fundación Universitaria. Activista de la cooperación como herramienta de crecimiento social y observador apasionado de la política. Las discusiones las termino con un silencio reflexivo.

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