¿Paz Dialogada, Paz Consensuada, o al Paz Paz Paz?‏

“Pobre del país que con la violencia crea que puede matar la idea de su libre nación, cada nación depende del corazón de su gente y a un país que no se vende nadie lo podrá comprar”

En Colombia, entre las múltiples patologías sociales que se encuentran hay dos que son alarmantes, entre esas están: el deseo continuo de culpar a los demás por los errores propios, que de paso implica hacer responsables a los dirigentes de los errores y el estancamiento de las compañías; y la ignorancia que es la madre de todos los males de nuestro hermoso país, la ignorancia y los intereses individuales que priman ante los públicos. En muchas ocasiones escucho, «la paz con Santos nunca va a llegar», «el tipo se está armando una utopía que a su vez contagia a millones de Colombianos con esto del tal Proceso de Paz en la Habana», y en silencio me pregunto si es que dichos personajes verdaderamente creen que un solo sujeto con intenciones, supuestamente buenas, puede traer la «paz» a un país tan complejo y violento como lo es nuestra Colombia.

No, pues tras tener un poco de conocimiento sobre solución de problemas sociales aplicadas en diferentes territorios al rededor de Latinoamérica y el mundo; tras entender cómo la violencia, profundamente infundida en nuestra idiosincrasia colombiana, nos hace actuar como sociedad; y tras observar cómo el trabajo de toda una sociedad unificada ha sido la manera de muchas naciones para emerger del «tercermundismo» y dar un paso hacia un ambiente pacífico y desarrollado, he podido entender que la paz no nos la trae ningún señor a la casa, ni mucho menos un niño rico, que lo ha tenido todo en la vida, sentado en una mesa “dialogando» con un grupo de terroristas empedernidos que no tienen ninguna intención de dejar a un lado el negocio que les da, mas para vivir y alimentar sus egos, que para nutrir un conjunto de supuestas convicciones socialistas; he podido entender que no es cazando y asesinando a los integrantes de dicho grupo insurgente como vamos a resolver la problemática actual; tampoco será por medio de un macabro caudillo que incita a toda una población a resolver sus problemas utilizando la violencia, o prendiéndole Vélez a los Dioses católicos, perdón velas. Si en realidad queremos, como sociedad alcanzar ese momento, en el que presenciar o siquiera tener conocimiento de un acto de violencia sea todo un evento, parecido a la situación de Aruba, debemos, los ciudadanos colombianos, actuar en coyunta con el gobierno y las fuerzas armadas. Pues sí, el ciudadano promedio en Colombia piensa que la paz es tan solo la ausencia de guerrilla; un lugar en el que no hay militares por doquier; una ciudad en la que no hay asaltos continuos o asesinatos seguidos, pero lo que en ocasiones no entendemos es que somos, en muchas ocasiones, nosotros mismos quienes alimentamos esa violencia que tanto repugnamos. Desde la insultada que burdamente hacemos hacia el “idiota” que se tragó el Pare, hasta el momento en el que nuestro hijo de tez blanca y “de buena familia” esté jugando con los hijos de la “empleada” o en su juventud se esté juntando con “esos negros que seguro son hampones”, son las acciones que empleamos para hacer de Colombia un país violento, y no porque piense que sean, las nombradas previamente, acciones violentas, sino porque es el comportamiento que crecen viendo nuestros jóvenes, es la manera como les estamos enseñando a resolver los problemas, como les estamos enseñando a tratar a los que, por no tener la misma situación monetaria nuestra, o racial, tratamos como si fueran menos.

No digo que el Proceso de Paz que se lleva actualmente con Las FARC E.P. sea un intento que intuyo fallido e ineficiente, por el contrario pienso que después de cincuenta años desde la conformación oficial en 1964 de las FARC; después de cincuenta años presenciando muertes de millares de colombianos a manos de una ridícula guerra de orgullos, es hora de que ambas partes bajen la cabeza y establezcan un consenso para lograr ese ambiente pacífico que tantos no hemos conocido. Es necesario que se complete un desarme de la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, pero no es lo único, como mencioné previamente en este mismo escrito debemos unificarnos como uno todo y tratar de combatir e intentar erradicar el “clasismo” que se encuentra entre la diferencia de ambientes sociales; el “machismo” que aunque, mimetizado en la búsqueda de competencias en el ámbito profesional, se encuentra aún presente en nuestra sociedad; el “racismo” que desde pequeños aprendemos, pues de los mismos medios de comunicación masivos observamos como las grandes masas del país se enteran que los niños del Chocó mueren a diario de hambre por falta de recursos o que en el mismo departamento el encargado del funcionamiento de un hogar infantil prefiere hacer negocio, con la ‘bienestarina’ que le asigna el gobierno a esta población, y vendérselo a un criadero de puercos que alimentar a los infantes, y no hacer nada como país realmente drástico para cambiar esto.

Espero así haber sido claro con mi proposición, paz dialogada sí, pero nosotros los ciudadanos debemos contribuir no siendo quienes creamos la violencia que tanto azota a nuestro territorio, aceptando las diferencias, respetando a los sujetos por quienes son, su trato hacia nosotros y sus conductas, no discriminar como costumbre preaceptada, y, sobre todo, enseñar a nuestros menores que la violencia nunca va a ser la forma más eficaz o competente de resolver un problema, y de esta misma manera poner en práctica este postulado.

[author] [author_image timthumb=’on’]https://alponiente.com/wp-content/uploads/2014/12/simon-arias.jpg[/author_image] [author_info]Simón Arias Valencia Nacido en el Eje cafetero, estudiante de derecho en la universidad de Manizales. [/author_info] [/author]

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