¿Para qué la teoría del valor?

Luis Guillermo Velez Alvarez economista

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Dentro de todo el conjunto de relaciones que se dan entre los hombres en la vida social, la economía se ocupa de la relación de intercambio, es decir, la entrega voluntaria y libre de algo por algo.

La relación de intercambio es, además, uno de las tres modos o procedimientos mediante los cuales podemos obtener aquello que tienen los demás y que nosotros deseamos poseer: la apelación a su benevolencia y la apropiación violenta, son los otros dos. Esos tres modos de obtener algo de los demás han coexistido a lo largo de la historia de la humanidad.

La antropología de ha ocupado del modo benevolencia, recuerdo en particular el célebre Ensayo sobre el don, de Marcel Mauss. El modo saqueo hace parte de la historia militar y también de la historia del crimen. La economía se ocupa, principalmente, del modo intercambio voluntario[1].

El intercambio es algo extremadamente antiguo y al parecer está en presente en todos los pueblos y civilizaciones. Han debido realizarse millones y millones de intercambios antes de que la razón intentara comprenderlo. De la misma forma en que han debido caer al suelo millones de manzanas y toda clase de frutas y demás objetos, antes de que apareciera un Newton.

El intercambio, al que llamó crematística cuando interviene el dinero, atrajo atención de Aristóteles, como lo había hecho también la caída de los cuerpos. En ambos casos sus respuestas resultaron a la postre inadecuadas, pero lo que revela su genio es la pertinencia y permanencia de sus preguntas.

El hecho es que la economía nace como ciencia teórica el día en que al primer economista se le ocurre que los millones de intercambios que en la historia han sido y los millones que serán en el futuro no son algo casual o arbitrario, sino que están regidos por alguna clase de ley[2].

Este es el punto de partida de Smith, también de Walras, de Menger y por supuesto de Marx.

Veamos la cuestión en los términos de este último, que son bastante adecuados:

“A primera vista, el valor de cambio aparece como la relación cuantitativa, la proporción en que se cambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra, relación que varía constantemente con los lugares y los tiempos. Parece pues, como si el valor de cambio fuese algo puramente casual y relativo, como si, por tanto, fuese una contradictio in adjecto la existencia de un valor de cambio interno, inmanente a la mercancía”

Es claro que para Marx el propósito de la teoría del valor o de los precios, son la misma cosa, es explicar la relación de intercambio, el valor de cambio, como lo llama Marx, o los precios relativos. Una teoría del valor que no explique eso es una teoría fallida.

Aún aceptando el supuesto heroico de que todas las formas de trabajo concreto pueden reducirse a una fracción de trabajo homogéneo, la teoría del valor trabajo es completamente fallida.

Como todo mundo, Marx sabía que la ganancia está en proporción al capital total invertido y que, por tanto, su ley del valor rige solo cuando en la producción interviene únicamente trabajo o cuando el capital fijo y el variable están en la misma proporción en todas las ramas productivas. Esto es extremadamente restrictivo y equivale a decir que la ley del valor trabajo no es válida en la producción capitalista.

Este problema ya lo había encontrado Adam Smith quien confinó la validez de la teoría del valor trabajo «al estado primitivo y rudo de la sociedad que precede a la acumulación de capital y la apropiación de la tierra».

A esta misma conclusión llega Marx – o mejor Engels – en tomo tercero de El Capital:

“El cambio de las mercancías por sus valores o aproximadamente por sus valores presupone, pues, una fase mucho más baja que el cambio a base de los precios de producción, lo cual requiere un nivel bastante elevado en el desarrollo capitalista”.

Obviamente, el intercambio basado en los precios de producción implica suponer la ganancia, sin vincularla a la plusvalía, que era justamente lo que Marx criticaba a la economía clásica.

En cualquier caso, si los precios relativos no se rigen por los valores, no hay plusvalía y tampoco interés, porque este, según Marx[3] y su alumna Mazzucato[4], es parte de la inexistente plusvalía.

Ahora bien, si el interés no sale de la plusvalía industrial, y sin embargo el fenómeno del interés aparece en la antigüedad más remota, hay que buscar la explicación de su existencia en otra parte.

La presentación más rigurosa de la teoría objetiva del valor se la debemos a Piero Sraffa, en su obra Producción de mercancías por medio de mercancías, publicada en 1960. Curiosamente, Mazzucato no se refiere a esta obra ni a la de Gerard Debreu – Teoría de Valor publicada en 1959 – que es la presentación más acabada de la teoría subjetiva. Eso habla mal de su rigor académico.


 

* Este es el texto de la nota guía de mi participación en un panel, sobre el libro El valor de las cosas de Mariana Mazzucato, realizado el 16 de noviembre en la Universidad Sergio Arboleda. Agradezco al decano Alberto Schlesinger y al vicedecano Carlos Meneses, por su hospitalidad, y a mis contertulios – Mariana Pineda, Jorge Ospina y Beethoven Herrera – por las ideas compartidas.

[1] Gary Becker abrió para el análisis económico el estudio de los modos benevolencia y saqueo.

[2] La escuela histórica alemana, que nace con la obra de Federico List, rechazó la aproximación teórica al intercambio, lo mismo que el institucionalismo vebleniano. Estos enfoques fueron dejados de lado a medida que la economía se consolidaba como disciplina académica.

[3] Marx:  “El interés (…) aparece primitivamente, es primitivamente y sigue siendo en realidad, simplemente, una parte de la ganancia, es decir, de la plusvalía, que el capitalista activo, industrial o comerciante que no invierte capital propio, sino capital prestado, tiene que abonar al propietario y prestamista de este capital”

 

[4] Mazzucato: “El interés se deduce de la tasa de beneficio del capitalista de la producción (…) la subdivide entre los receptores de los intereses y quienes obtienen un beneficio. Sin embargo, como el capital con intereses no produce ninguna plusvalía, no es directamente productivo”

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista. Docente. Consultor ECSIM.

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