No tengo tiempo para sangrar

“ahora somos nosotros Arquitectos de las redes de la información, construidos en el Trending y el hambre de aprobación por la que bailamos, cantamos, mentimos y nos desnudamos”


Tuve una pareja a la que las películas ochenteras de acción se le hacían lentas y aburridas. Imposible, pensaba, porque las metralletas de munición infinita, las explosiones y los helicópteros jamás han vuelto a brillar así sobre los músculos bronceados de Stallone, Van Damme y Schwarzenegger. Luego, por puro afán de probar mi punto y por ocio, me di a la tarea de revisar algunas películas contemporáneas, y oh sorpresa, el ritmo de la acción era extremadamente rápido, al punto de que muchas veces me costó comprender las cosas que pasaban en pantalla, y bueno, los demás espectadores del cine no parecían tener problemas con eso, lo importante, supongo, es que pasaran muchas y muy vistosas cosas, no entenderlas ni ver cómo se justificaban en la trama o las leyes de la física.

No me mal entiendan, no soy un defensor de los estereotipos del héroe de acción ochentero que masacra guerrillas en países subdesarrollados, lo que quiero decir es que el cambio en el ritmo en el formato narrativo de la acción me pareció algo brutal, y no menos la reacción de los espectadores que parecían no impresionarse con tal despliegue de sonido SoundRoud e imágenes CGI. ¿No es suficiente la representación gráfica de un tipo al que le explota la cabeza porque le hacen tragar una granada para apartar la vista del Smartphone en pleno cine?

Respecto a lo anterior, pienso en La condición humana de Hanna Arendt cuando sugiere ese detrimento de la capacidad contemplativa, que, entre otras cosas, puedo inferir, algo tendrá que ver con la sobre-estimulación y sobre-excitación de los sentidos debido a las pantallas que cargamos con nosotros y a las relaciones de estímulo/ recompensa que nuestros fritos cerebros asimilan como una placentera y tácita droga. En Matrix el personaje del Arquitecto supervisaba el devenir del mundo a través de una habitación repleta de pantallas en la que espiaba la vida privada de todos los ciudadanos, ahora somos nosotros Arquitectos de las redes de la información, construidos en el Trending y el hambre de aprobación por la que bailamos, cantamos, mentimos y nos desnudamos.

Supongo que la aceleración de las dinámicas sociales y económicas de la sociedad capitalista predisponen nuestra mente hacia un estado de pasividad insólita. Es decir, a un funcionamiento cuya fundamentación radica en la repetición incansable de estimulaciones pasajeras y rara vez profundas, ¿valoraríamos la profundidad narrativa de la película si tuviéramos insertado, dentro de la pantalla, un vídeo paralelo de alguien que prepara un pastel de mora? En Tik Tok esa estrategia parece funcionar muy bien. ¿Entendería mi exnovia la importancia de Predator (1987) si no hubiera medida el filme con los estándares modernos de caos contenido en milisegundos? Get to da Choppa!, Get to da Choppa! Concéntrate, cariño, las polémicas y tragedias de la red pueden esperar.


Todas las columnas del autor en este enlace: Cristian Felipe Leyva Meneses

 

Cristian Felipe Leyva Meneses

(Armenia, Quindío, Colombia, 1997) ha publicado su trabajo literario en ERRR Magazine, Seattle escribe, Himen, Palabrerías y otras. Ocupó el segundo lugar en el V concurso departamental de cuento Humberto Jaramillo Ángel; fue invitado al XI Festival internacional de poesía de Manizales y al XXXVI Encuentro nacional de palabra, proclamado como escritor del año en el XIV encuentro nacional de escritores Luis Vidales, autor del poemario «Ansiedad sobre los senderos» y participante de numerosas antologías de microrrelato, cuento y poesía.

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