Medellín desde el corazón

Medellín desde el Corazón

  Quisiera vivir en medio de este esplendor de fuerza, sol y poesía. Pero tal vez no. (…) Mi alma también ama la pobreza, la aridez y las piedras. Mi dicha muere en el exceso. Y esta belleza es perfecta. La felicidad tendría aquí su reino, pero también una muerte melancólica. El corazón necesita ausencias para alimentar el deseo. “Medellín a solas contigo” – Gonzalo Arango

Quisiera sentirme capaz de escribirle a Medellín como lo hace, por ejemplo, Gonzalo Arango en su texto “Medellín a solas contigo”, como si hablara con un personaje. Pero leo ese y siento que ya está dicho todo, y que poco importan los años que hayan pasado desde el tiempo en que se escribió, esa sigue siendo la Medellín que veo.

Además de que me faltan palabras para hacerlo, como la sensación de que al subir una de sus tantas lomas llegue arriba, me vuelva sobre la ciudad y el valle sin alientos. Lo que queda es admirar a esta ciudad que pulsa ante mi mirada hasta volver a tener aliento y pensamiento. Pero ya ahí, oxigenado, cualquier pensamiento es demasiado racional para describir lo que se siente.

Trazar el camino de la Geografía (no digo estudiar, porque es más que eso), lejos de Medellín hace que al venir trate de experimentarla intensamente, de conocer lo que me falta por conocer, de salirme de la Medellín de pantalla. El deseo de hacer eso ya era algo que vislumbraba, y por eso me fui. Paradójicamente, a veces uno “solo conoce de veras lo que una vez tuvo que añorar”. La Medellín que dejé hace 4 años me provocaba múltiples desconsuelos. No sé si los hubiera podido sanar como siento que lo he hecho, si hubiera estado aquí.

Esta vez, me he dedicado a andar por caminos nuevos para mí, viejos para la ciudad, dejar la zona de confort llena de centros comerciales y construcciones alocadas y desmedidas, para ir al corazón. Se lo debo a gentes y ocasiones queridas que me dieron los motivos y a un hábil personaje que me robó la billetera con el pase, unido a la burocracia que se demoró dos meses en volvérmelo a sacar, que me pusieron a buscar otros medios de moverme. Para nada que los extrañé, ni el pase ni los centros comerciales, con los que ando en decidido aburrimiento, por desmembrar a lo que llamo ciudad. Se lo debo también un poco al fenómeno del niño, que me sacó de la casa del calor, con la seguridad de que no me iba a coger un aguacero en la calle.

Creo que nunca había caminado tantas veces por Junín como lo he hecho en estos días, nunca había subido a pie tantas veces la Avenida de La Playa; nunca, porque cuando uno no camina no lo hace, había conectado los sitios del centro unos con otros, de forma que al fin Medellín parece caberle a uno en la cabeza y en los pies. Y derrumba prejuicios. Porque no ir al centro, y no caminar el centro, es fundamentalmente una cuestión de prejuicios.

Siento que en Medellín sí somos innovadores, más porque nos toca y nos ha tocado, que porque nos hayan puesto ese nombre y nos lo hayamos creído. Y por eso, siento que dentro de nuestra capacidad creativa, hay que mostrarle al buen número de ciudades que se ve en problemas con sus zonas centrales actualmente, que podemos volver al corazón. Y desde otro modelo que no el del crecimiento urbano que se expande a las periferias con ayuda de autopistas y carros particulares. Nuestro valle y nuestras evidentes desigualdades lo hacen imposible. Urgente: ser innovadores hoy, es volcarnos sobre el sitio donde alguna vez, no tan lejana, estuvo toda la ciudad y donde aún hoy sigue siendo el punto de encuentro (obligado) de una ciudad que no se encuentra.

Poder venir a Medellín me hace quererla, no más, sino mejor. Como es, y no como quisiera que fuera. Entender que en sus contradicciones y en sus complejidades reside su encanto y su belleza. Que la Medellín de las pantallas, tan atractiva, no tiene sentido sin esa que al bajar de una estación central del metro me agobia con ofertas de frutas, chicles y minutos y me impacta con la pobreza que contrasta con la pujanza de una ciudad que a pesar de los límites claros que le impone las montañas, parece no tenerlos.

Me he encontrado también, con algún asombro, que este encanto no es solo mío sino que es de muchos, aún gente que no es de aquí, y la adopta como su casa, describe con una emoción parecida a la mía lo que es saber que se vuelve. Medellín seduce, no me queda otra forma de decirlo.

Medellín desde el corazón es eso. Es ponerle el corazón, que palpita, siente, se emociona y pierde el aliento con más facilidad a 1500m de altura sobre el nivel del mar, al corazón de la ciudad, que también pulsa, que se manifiesta y que pierde aliento; por eso necesita el nuestro, dispuesto a darle más: recorrerlo y quererlo.

Por ahí se dice que lo que no se conoce, no se ama. Dejo mi amor y la invitación de que caminen el centro, quien no lo ha hecho, y sigan caminándolo, quien ya lo hace,  contagien. Hasta la próxima.

SAM_0014

Isabel Pérez Alves

Colombobrasileña, aunque eso no quiera decir mucho. Geógrafa en vías de ser, lo que tampoco quiere decir mucho. Indecisa de nacimiento y contradictoria por opción. Insisto en lo imposible, porque de lo posible se sabe demasiado. Escribo, para mirar las cosas de otro punto de vista, leo. Nado, traduzco y pedaleo, todo como amateur. Colecciono nubes y atardeceres.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.