Los Ministros de Defensa

Me perdonarán todos aquellos que tienen por deporte nacional el rendirle culto a la personalidad, pero desde que se comenzó a estilar el nombramiento de civiles para ocupar el solio del MinDefensa, ningún residente de la Casa de Nariño ha colocado como titular de esta cartera a alguien con conocimiento de causa suficiente sobre las tareas y misionalidad propias del cargo.

La reciente designación del abogado Iván Velásquez Gómez –en la que fuera quizá la cartera ministerial más importante del gabinete– no es la excepción a la regla. Este abogado, el cual ha desempeñado altos cargos en la Rama Judicial en Colombia y otras corbatas en el exterior, sabe tanto de defensa y seguridad nacional como muchos políticos, periodistas, analistas y generadores de opinión criollos.

La idea primigenia de César Gaviria, cuando nombró a Rafael Pardo Rueda al frente del MinDefensa en 1991, podría decirse que estaba motivada por buenas intenciones: contar con un fusible que regulara las decisiones e intenciones del Ejecutivo, y las pretensiones y necesidades del mando. Dado el cariz administrativo del Ministerio, era necesario un burócrata y político que dinamizara la gestión de este paquidermo que habita el Centro Administrativo Nacional (CAN).

Con todo, ninguno de los 19 antecesores de Velásquez Gómez ha cumplido una labor que satisfaga plenamente las necesidades del sector defensa. Como entre gustos no hay disgustos, seguramente muchos vociferarán los nombres de aquellos Ministros que se ganaron sus simpatías y querrán echar en el olvido a quienes les quedaron en deuda.

Hubo Ministros que, en mi opinión, cumplieron una agenda beneficiosa en pro del bienestar social y la seguridad jurídica de las tropas, como Rodrigo Lloreda Caicedo (q. e. p. d.) y Juan Carlos Pinzón, en tanto que otros se enfrascaron en innecesarios pulsos de poder con los altos mandos de la época, como Marta Lucía Ramírez, y no faltó quien se autoproclamó estratega durante entrevistas y presentaciones de libros, como Juan Manuel Santos.

Sin embargo, si me lo preguntan, creo que ninguno de ellos entendió que, si bien la seguridad y la defensa nacional son dos factores complementarios dentro de las políticas de un Estado, su mirada y abordaje se debe hacer por separado. Todos ellos contribuyeron de alguna forma con sus órdenes a atizar la confusión de los roles y las misionalidades de las Fuerzas Militares, por un lado, y de la Policía Nacional, por el otro. El resultado no pudo ser más nefasto: soldados cumpliendo tareas policiales y policías jugando a ser militares.

En este orden de ideas, la tarea de Velásquez Gómez es más compleja de lo que él piensa, pues rebasa sus imaginarios, ideas preconcebidas y natural prevención, verbo y gracia, en aspectos tales como derechos humanos y derecho aplicable a los conflictos armados, en los que dice ser un experto.

No es un hecho menor que su designación sorprendió a más de uno, pues en el abanico sonaban los nombres de lugartenientes de fichas claves en la elección presidencial, como Juan Manuel Santos y Sergio Jaramillo Caro, entre otros interesados en colocar a uno de sus alfiles en esta cartera.

Claro que su nombramiento no caló ni fue de buen recibo en las reservas militares y policiales –y deduzco que también entre más de un uniformado activo–. La razón salta a la vista: Velásquez Gómez no ha perdido la oportunidad para endilgar acusaciones y promulgar diatribas contra la Fuerza Pública, especialmente a través de la red social Twitter, enrostrando las malas actuaciones y los excesos en el uso de la fuerza cuando estos han acontecido. Su camino, entonces, podría ser pedregoso y quizá cuesta arriba.


Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.

José Obdulio Espejo Muñoz

Comunicador Social y Periodista de la Universidad Central, con Especialización en Derecho Internacional de Conflictos Armados de la Universidad Externado de Colombia. Oficial en retiro del Cuerpo Logístico del Ejército Nacional. Columnista en distintos medios.

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