Como una noche de la que algunos poco o nada recuerdan ya sea por despecho, por un juego de mesa, una celebración, por quedar bien con los amigos, por alcoholizados, por ser la primera vez, por tomar más de la cuenta, o por el traicionero sereno, así es una noche de malas copas.
Una vez el cuerpo está completamente intoxicado perdemos el control y actuamos de manera impredecible: hablamos sin parar o nos quedamos mudos, reímos histéricamente o lloramos, abrazamos a los desconocidos o nos damos trompadas.
Hay quienes se desdoblan y, por unas horas, dejan aflorar en ese cuerpo tímido e introvertido a su yo más salvaje, su lado cantador, bailarín, poeta, actor y payaso.
Perder la brújula interna es una muy posible consecuencia del consumo de licor. Por eso no es raro ver a los borrachos deambulando por las calles, dormidos en las aceras y bancas de parque y metiendo llaves en las puertas equivocadas.
Algunos desarrollan habilidades especiales y extrasensoriales pues no es raro ver a borrachos hablar con animales, árboles y seres del más allá.
Desafortunadamente también pierden facultades y aunque que por un lado es chistoso verlos caminar en zigzag, caerse y andar a gatas, fallar el cálculo para sentarse, pararse y subir escalas, de otro lado, es funesto cuando van frente al volante y ocasionan tragedias en segundos.
Para el ebrio, el dinero pierde el valor hasta el punto de invitar a una ronda de shots, botella de guaro o ron a toda la mesa, dar una propina exorbitante a la mesera, probar todos los tragos de la carta, o enviar cócteles gratis dándoselas de conquistador.
No falta quien se arma de valor y decide declarar su amor a quien lo desvela o dedicársela al ex inundándolo de mensajes por Whatsapp o Facebook o, peor aún, contar entre lágrimas su truncada, pero maravillosa, historia “de amor” a Raymundo y todo el mundo.
Tristemente hay hombres y mujeres que son abusados sexualmente por desconocidos o conocidos pues llegan a tal punto de inconsciencia que se convierten en presa fácil de depredadores sexuales que no solo se contentan con cometer la fechoría sino que además la ponen a correr en redes sociales.
Alguna vez nos hemos quedado plantados al lado del barril de cerveza, sacado el diablo a la botella, comido el gusano del mezcal, tomado una botella de vino de cocina, tomado licor de piña fermentada y mezclado licor hasta vomitar.
Algunos lo disfrutan, otros lo terminan por detestar con la sola palabra del licor
que les revolvió las tripas y los dejó amarrados a una taza de inodoro vomitando hasta el primer tetero. Sea cual sea la razón para haberse tomado unos tragos, que no sea el licor el que nos maneje!
[author] [author_image timthumb=’on’]https://scontent-a-iad.xx.fbcdn.net/hphotos-prn2/t1/1796567_10151937446853683_326852548_n.jpg[/author_image] [author_info]Sandra Gaviria Monsalve Licenciada en Lenguas Modernas de la Universidad Pontificia Bolivariana con Maestría en TESOL de West Virginia University y Maestria en Educación de Maharishi University of Management. Comunicadora Social de la Universidad EAFIT. Ha sido colaboradora de la Revista El Eafitense y publicado algunos artículos en el Periódico el Mundo de Medellín y ADN. Leer sus columnas.[/author_info] [/author]
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