Las adicciones en palacio

Revuelo que causó la columna de María Jimena Duzán, esta semana en la Revista Cambio, dejó en evidencia la doble moral que acompaña al colectivo social colombiano. Dudas que acompañan el estado psicológico, y de salud, de su presidente deben ser resueltas con la evidencia pública de un examen médico.


Secreto a voces es que las cosas en Colombia no marchan bien, la administración pública al mando de la izquierda anda de tumbo en tumbo, y se complejiza con las salidas en falso, el incumplimiento y la mezquindad de su mandatario. Carta abierta que se publicó, este fin de semana, es la consecuencia del corto circuito que tiene su dignatario con los medios de comunicación, y el periodismo en general. Romper con los cánones que siempre existieron entre la Casa de Nariño y la industria informativa llevó a que el diálogo directo entre el periodista y el implicado deba asumir mecanismos como el empleado para obtener una respuesta, pues fue el propio Gustavo Francisco Petro Urrego quien trasladó la oficina de prensa del gobierno a X/Twitter. Grave error de su presidente es atomizar el ambiente frente a un tema tan delicado que deja dudas en la opinión pública y lejos está de estigmatizar la figura de quien rige los destinos de la nación.

Pruebas que se exigen al texto de María Jimena Duzán carecen de sustento, pues lo que allí se publicó es un secreto a voces que exige de una respuesta clara y certera de Gustavo Francisco Petro Urrego. Labor del periodismo es preguntar, así ese cuestionamiento incomode a muchos, o indigne a una horda de fanáticos que encolerizados hablan de una transgresión de la ética cuando son ellos mismos quienes la naturalizaron con su proceder. Las masas populares que dicen acompañar a su mandatario tarde están en reconocer que el Sensey de los humanos traicionó sus propias promesas, los principios de la izquierda y la decencia política. Vergonzoso resulta para la apuesta del cambio que quien luchó por llegar al poder, fiscalizó el proceder y actuar de las corrientes políticas ajenas al progresismo socialista, exalte su ineptitud para ejercer el poder, construir y ejecutar una propuesta de gobierno, y sucumba en el profundo hueco de las adicciones.

Insulsa respuesta de Gustavo Francisco Petro Urrego a la carta de María Jimena Duzán, donde expresó que solo tenía una adicción al café en las mañanas, carece de un mea culpa y reconocer que en su haber tiene una lista interminable de dependencias: a la mitomanía, el egocentrismo, a ponderar la violencia, a victimizar a los grupos al margen de la ley, a ponderar a los criminales por encima de los ciudadanos de bien, a transgredir la moral y las buenas costumbre, por solo mencionar algunas. Su dignatario se ha caracterizado no por ser un profundo estadista, como lo quiere hacer ver la senadora María José Pizarro, sino por personificar a un hablador, charlatán, que hace todo lo posible por insultar y pisotear la inteligencia de los más de 11 millones de colombianos que apostaron por acompañar aquello que decía representar el Pacto Histórico.

Tela de juicio que se ciñe sobre la idoneidad de Gustavo Francisco Petro Urrego, para estar al frente de la presidencia de los colombianos, hiere la sensibilidad de quienes lo ven como un Dios perfecto e incansable. Triste es ver que en un país con tanta susceptibilidad política se quiera proscribir a quien piense distinto a lo que propone la izquierda con su progresismo socialista, se condene el libre derecho a la expresión y se fustigue el hacer uso del sentido figurado y las analogías. Lo que María Jimena Duzán se atrevió a hacer es una pregunta dura, pero que en nada difiere de aquello que está de boca en boca de los colombianos. El comportamiento errático de su presidente, sus desapariciones, los retardos constantes, las cancelaciones de eventos, la insinuación de Armando Benedetti, despiertan muchas dudas y ello no debe ofender a los alfiles de la izquierda.

El foco de la discordia está constituido en lo dicho por una periodista en una columna de opinión, texto que ofrece un punto de vista particular sobre un tema de relevancia y jamás tiene como propósito imponer un pensamiento como una verdad de apuño. Problema de los lectores, y opinadores sociales, muchos de los cuales ni leyeron lo publicado, es querer encontrar juicios de valor y que se pulveriza la verdad en un artículo que se hizo en el marco del respeto y abre espacio para que su mandatario conteste a los colombianos en el mismo lugar. No tiene pies, ni cabeza, pensar que los ciudadanos deben hacer una concesión a la mordaza que quieren imponer desde la izquierda a la crítica válida y sustentada. Quienes hoy se rasgan las vestiduras porque se sienten ofendidos, sorprendidos e impactados por el cambio en la postura ideológica de María Jimena Duzán en su escrito, deben comprender que el incendio, que ahora se aviva, se apacigua con un simple examen de sangre, resultado que podría tapar la boca a muchos, pero que implica un riesgo al que Gustavo Francisco Petro Urrego ni loco se atrevería.

Escasa o nula contundencia que tuvo la respuesta de su presidente, a la carta de María Jimena Duzán, denota que no hay argumentos para desmentir lo dicho en esa publicación. Poco a poco se crece una bola de nieve que puede aplastar el gobierno del cambio, y por ello a Gustavo Francisco Petro Urrego poco y nada le conviene hacer mucho escándalo, armar un barullo que termine siendo fatal para un gobierno que está en jaque. El golpe blando que tanto se anunció vendría desde la derecha terminó saliendo de las entrañas del propio petrismo. Militantes, influencers, periodistas y hasta funcionarios se distancian del gobierno, cada día son más quienes sienten que el Pacto Histórico por Colombia representa la vergüenza total, en el gobierno no existe una persona sensata que mida las consecuencias y, desde el sentido común, haga ver a su dignatario que los hechos y acciones que los acompañan, en el día a día, lejos están de llevar a la paz y atajar la corrupción.

Quien hoy funge como víctima de la prensa, y las fuerzas ideológicas de la derecha, se pega a los señalamientos en su contra como una tabla de salvación que desvíe la atención y nuble su problema de salud. Lo que ahora ocurre en Colombia es el producto de un gobierno plagado de incoherencias, el decir hoy una cosa y mañana otra tiene a Gustavo Francisco Petro Urrego en el centro de las críticas. Colombia no admite que su mandatario siga peleando contra lo evidente mientras el país se vuelve un desastre, complejo resulta la multiplicidad de adicciones de un personaje que busca alivio a sus propias presiones e inseguridades aferrándose a un poder con el que no sabe qué hacer. La nación se desmorona en manos de la izquierda, la apuesta de cambio estalla en manos de quien no supo manejar la economía, y fijó todas sus cartas en una paz total que poco a poco se evapora.

El Pacto Histórico por Colombia está acabando con el país y la vida de más de 51 millones de personas que hoy ven cómo Gustavo Francisco Petro Urrego saca a flote sus ideales guerrilleros, apoya irrestrictamente al terrorismo y a sus bandidos, y tiene al país en una inestabilidad permanente. El problema psicológico y de salud que acompaña a su presidente debe ser abordado de manera integral, la negación del problema es un peligro para la sociedad. La pérdida de la cordura, la coherencia y el sentido de la lógica son un cáncer que carcome y arrastra al precipicio a quienes creyeron que con la izquierda se viviría sabrosito. El trastorno de su mandatario arrastra a todo su entorno, todo lo que lo rodea en esa espiral de caos y odio que ha constituido para polarizar el colectivo social e instaurar el progresismo social en la nación. Las consecuencias de su dignatario, y las dependencias en el palacio, tienen a Colombia retrocediendo en el tiempo bajo las incongruencias de un sujeto que olvidó dónde está parado. 

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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