La mala hora de los Independientes, la famiempresa electoral de Quintero

Volviendo a echar mano de lo simbólico y con el evidente desespero de posicionar un hashtag en X, el renunciado exalcalde Daniel Quintero, defenestrado en la ciudad que mal-gobernó desde que el 29 de octubre de 2023 una ciudadanía indignada le pegó tremenda paliza electoral a su candidato-títere y de paso a todos sus aliados, decidió marchar el 1 de mayo con la silueta de una llave y afirmando a viva voz que se deben “ajustar tuercas” para que el gobierno del “cambio” disponga de otros cuatro años que él está dispuesto a asumir en primera persona.

Se podría decir que fue la primera salida en su extendida precampaña presidencial tras concluir como el alcalde con la imagen más desfavorable de la historia de Medellín, precampaña que inició el día después de ganar la alcaldía al sentirse ungido para liderar a la Nación; total, siempre vio La Alpujarra como un peldaño para llegar a la Casa de Nariño, no vio problema en renunciar -porque se suponía que no debía estar allí (retomando el eslogan de su campaña)- cuando vio que su candidato-títere no estaba coordinando con suficiencia en los debates.

Me resulta curioso que esa salida venga precedida de denuncias sobre una supuesta captación de recursos a través de una ONG pirata para garantizarle un mínimo vital financiero a su campaña presidencial. Acusaciones que recaen sobre algunos de sus hombres de mayor confianza y a quienes les dio amplio margen de maniobra para que hicieran y deshicieran en su lúgubre alcaldía.

A lo que se agrega que su movimiento Independientes, el cual en la práctica opera como una famiempresa donde los Quintero -Daniel y Miguel- tienen siempre la primera y última palabra, se ha visto sacudido por bajas sensibles, entre ellas, la de Ana María Valle y Santiago Bedoya, dos antiguos secretarios de despacho que con énfasis diferenciados han tomado distancia de Quintero y de su movimiento. Valle de una forma mucho más pública y autocritica (lo que le ha merecido penosos reproches), y Bedoya, con discreción y tal vez con cierta desazón.

Además, el representante Alejandro Toro -quien a pesar de estar avalado por Colombia Humana funge como el principal escudero de los intereses del exalcalde en la coalición de gobierno- se encuentra inmerso en un proceso ante el Consejo de Estado que en pocas semanas lo podría sacar del Congreso. El representante alega aquella clásica retahíla de la “persecución política”, pero el tema tiene más fondo y se relaciona con la suscripción de un contrato de su ONG de bolsillo -Avanti- en un momento que le generaba inhabilidad para ser candidato al Congreso.

Toro le debe su curul a Quintero, porque fue este -cuando Petro ingenuamente creyó que el alcalde aliado le pondría medio millón de votos en Medellín- quien intercedió a su favor ante el entonces candidato presidencial para que lo pusiera a encabezar la lista a Cámara por Antioquia. Fue una de las dos curules que Petro le regaló a Quintero, la otra fue la de Alex Flórez, un personaje merecidamente reducido a la historia de la infamia política que sin comprender la responsabilidad del poder se hizo el clásico harakiri del borracho y que ni siquiera se volvió a asomar por Medellín.

Pero parece que Petro se quedó ahí, creo que por la fuerza de las circunstancias y de los resultados, tal vez comprendió que el apoyo de Quintero resultó siendo mínimo, en términos electorales no representó crecimiento alguno y en lo mediático se quedó en “el cambio en primera”; habrá que ver si en las próximas semanas un presidente cada vez más radicalizado revalora ese apoyo ahora sobretodo simbólico y le entrega manejo burocrático. Algo que Quintero espera con ansias, no a nombre propio, sino para uno de sus alfiles: Esteban Restrepo.

Personalmente, se me hace imposible creer que Quintero sea una opción viable para el progresismo en el 2026, porque además de la enorme resistencia que genera entre amplios sectores de la izquierda, su alcaldía fue la crónica de un desastre. Con arrogancia y mezquindad siguió al pie de la letra el libreto para dilapidar la oportunidad de generar un cambio perdurable.

Solo hay que ver los lamentables resultados de su candidato-títere en las elecciones del año pasado, un personaje que empapeló cada rincón de la ciudad (muchos de sus afiches siguen asomando en calles y avenidas) y que solo quedó reducido a convertirse en un meme de X; además, su curul en el Concejo también está en vilo porque, vuelve y juega, parece que aspiró a la alcaldía estando inhabilitado.

Petro debe estar muy desesperado, muy llevado del carajo, para considerar que semejante despropósito podría encarnar su anhelada ficha de sucesión. Con Quintero en el tarjetón la derrota está anunciada y seguramente no habrá “otros cuatro”.


Todas las columnas del autor en este enlace: Fredy A. Chaverra Colorado

Fredy Chaverra Colorado

Politólogo, UdeA. Magister en Ciencia Política. Asesor e investigador. Es colaborador de Las2orillas y columnista de los portales LaOrejaRoja y LaOtraVoz.

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