La crisis perfecta

Insensatez de su mandatario, sumada a la sordidez de los militantes de la izquierda colombiana, son el detonante del caos que requiere Gustavo Francisco Petro Urrego para imponer su visión de país. Intolerancia, insultos y acosos son el entorno de una apuesta política que distante está de la coherencia entre el discurso y la acción


La apatía política, escasa participación en el ejercicio democrático en las urnas, es la culpable de que Colombia transite hoy, el camino del cambio acelerado, al progresismo socialista. El liderazgo, que se mide en los momentos de coyuntura, llama a confrontar a su presidente, personaje que, en la toma de decisiones claves de los últimos días, le ha faltado cabeza fría para responder, con asertividad, a las necesidades del colectivo social al que representa. Miedo que circunda en el ambiente nacional está secundado por un clima de violencia, contexto de polarización, que atiza las diferencias políticas que impiden descomponer el asunto, entender la situación, y delinear una solución técnica desde la experiencia y el conocimiento. Elección de Gustavo Francisco Petro Urrego, que dio un giro de 180 grados en la ideología gubernamental con más de 11 millones de votos, cada vez se queda con menor respaldo y tiene un margen de maniobra escaso.

La destrucción de la democracia inició con la mitomanía de su mandatario, cabeza de una fuerza política que se congració con el terrorismo, les pagó por no delinquir y les dio el estatus de gestores de paz, e incitó el culto de la apariencia sustentado en el populismo político de la igualdad. Tinte revanchista que se esgrime en cada pronunciamiento que acompaña a su presidente, en plaza pública y los medios de comunicación, convencionales y digitales, son una apuesta de odio que pide reflexionar y entender las causas de una política del fanatismo que sindica de enemigo a todo aquel que no está de acuerdo con él. Victimización que se encarna en la figura de Gustavo Francisco Petro Urrego hace temer por un respaldo sustentado en milicias urbanas, colectivos de primeras líneas, que, desde una estrategia de comunicación, adecuadamente articulada, se sale de las manos en pro de los intereses de una ideología que está en el afán de capitalizar formas de indignación.

El sentimiento de zozobra que se teje en Colombia, espiral de miopía ideológica, aplaude el comportamiento cicuta de su mandatario que quiere desviar la atención de la latente crisis económica, los índices sociales desfavorables, la destrucción de la salud, el revés político en el legislativo, la violencia, la inseguridad y demás acontecimientos que se avivan al vaivén de las diatribas políticas. El calvario ciudadano se constituye en una bomba de tiempo a punto de estallar por la negligencia gestora, de su presidente, para tomar medidas que, por impopulares que sean, se deben tomar para atender las necesidades de la población y atajar el caos que está por llegar. Política del miedo que se ha sembrado en el territorio nacional llama a revisar a quién se beneficia con esa táctica, ataque frontal de estigmatización que invita a condenar la generalización de un mensaje indirecto que incita a la violencia.

La libertad de pensamiento y expresión debe ser garantizada, protegida y respetada sin ser mancillada por la mentira que teje a cada instante Gustavo Francisco Petro Urrego, y su séquito de aduladores, para justificarse y engañar aún más a las clases populares. No hay peor ciego que el que no quiere ver, adagio popular que se adapta perfectamente a la desconexión de su mandatario con lo que a diario se ve en las calles, la construcción de futuro debe ser a pulso y defendiendo los principios fundamentales de la democracia. Para la izquierda ha sido imposible consolidar una representación con actitud de servicio al pueblo que, de voz a las regiones, a todos los sectores, y no se aproveche de los que han llamado “olvidados” para sacarles provecho. Fuerza y persistencia es la que se necesita para alcanzar seguridad, empatía y tranquilidad, pasar la página de las amenazas y las discriminaciones que tienen a muchos en pie de lucha.

Lo ocurrido en los últimos días era más que previsible, poco y nada se aprendió de lo acontecido en Venezuela, Nicaragua, Argentina y demás naciones que ya transitaron las mieles del progresismo socialista. La transición ideológica que recorre Colombia despierta la sensibilidad política y social que ya hiere profundas susceptibilidades. El mal está causado y ahora se debe hacer frente al caos, el país requiere que todas las fuerzas políticas dejen de lado sus egos por el bien común, se orienten las metas para hacer frente a este momento único de la nación que exige recursos para compensar el costo y retroceso que ha significado la presencia de la izquierda en el poder. Este momento no da campo para el fracaso, la incertidumbre, el riesgo y el miedo que son propios de cada uno y tienen una influencia considerable sobre la situación. Divergentes percepciones, ante la crisis sensibilizan a la sociedad y permiten detectar puntos de acuerdo con cada uno de los sectores que sacan a flote sus malquerencias internas.

Coyuntura que transita Colombia exige dejar de lado las diferencias, modificar, retrasar o descartar los proyectos sociales del gobierno del cambio. Gustavo Francisco Petro Urrego, en los dos años que le quedan en la Casa de Nariño, debe revestirse de algo que carece, energía y principios éticos para guiar las decisiones que se toman en medio de una jungla de conflictos y personalidades. El complejo entorno que acompaña al colectivo social colombiano exige atender de forma inmediata las tareas que trae consigo una mala administración, el ejercicio del poder ejercido por una persona llena de resentimientos y odios que propende por dividir y no por unir. El odio visceral que se desprende del discurso de su presidente polariza el ecosistema nacional, denota que el afán por lograr la victoria nubla el pudor y sin medir palabras o esgrimir pruebas se pisotea la reputación del contrario para seguir incendiando el país. Verborrea que acompaña ataques sin piedad saca a flote que quien funge de víctima difunde cualquier barbaridad que gente con decencia evitaría para exponer su opinión.

Triste es ver que Colombia adolece de un estadista, agente gestor con una excelente hoja de vida, persona que distante de tirrias y antipatías sea capaz de implementar políticas públicas sin ser irracional. Lo adecuado en este momento de tensiones, lejos de los afanes de protagonismo, es limpiar ese tufillo de las tradicionales malquerencias de la clase política colombiana que se tomó al gobierno del cambio. Inteligencia y preparación para afrontar tiempos de crisis es lo que se pide a ese líder de micrófono, cámara o papel, ídolo de barro, para el que es mucho más fácil criticar y destruir que construir. Gustavo Francisco Petro Urrego es incapaz de regularse, honrar el cargo de representación que tiene. Antes que dividir, este tiempo requiere de la unión y fuerza para salir adelante, los liderazgos sociales están convocados a ser protagonistas, encausarse en los límites de la coherencia y apoyar al pueblo en este instante de coyuntura.

El poder en este momento es para estructurar planes de acción inmediata, brindar ayuda desde el estado a la población vulnerable, y estructurar planes de acción que permitan mitigar la crisis. La distribución de los recursos debe estar alineada con una política social sin cálculos y avaricias que, con inteligencia social, garantice el abastecimiento de un mínimo vital. Es momento de reflexionar y asumir el gran desafío que plantea el destino, detectar a los verdaderos líderes para guiar a Colombia en la recuperación del tejido social, político y económico de la nación.

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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