La concepción del empresario en el pensamiento económico II: El empresario en la economía clásica

Richard Cantillon es uno de los pocos autores a los que Smith hace referencia expresa en La riqueza de las Naciones. Lo menciona en el capítulo VIII, donde discute sobre los determinantes del nivel natural de los salarios. Pero la influencia de Cantillon en Smith es mucho más significativa. La distinción que hace Smith, y con él toda la economía clásica, entre precio natural – el valor intrínseco de Cantillon – y precio de mercado, así como la idea de que el segundo tiende ajustarse al primero por efecto de la competencia, provienen de Cantillon. Sin embargo, de la figura del empresario, tan sustantiva en Cantillon, es poco o nada lo que aparece en Smith.

Por supuesto que Smith utiliza incidentalmente el término de “empresario” para referirse al capitalista que emplea trabajo asalariado. Sin embargo, en Smith la figura del empresario carece de toda significación analítica y se confunde totalmente con la del capitalista o propietario de los medios de producción. Escribe:

“Habrá acaso quien se imagine que estos beneficios del capital son tan sólo un nombre distinto por los salarios de una particular especie de trabajo, como es el de inspección y dirección. Pero son cosa completamente distinta, regulándose por principios de una naturaleza especial, que no guardan proporción con la cantidad, el esfuerzo o la destreza de esa supuesta labor de inspección y de dirección. Los beneficios se regulan enteramente por el valor del capital empleado y son mayores o menores en proporción a su cuantía”[1]

En Smith y toda la economía clásica, el beneficio es uno de los tres componentes del precio de toda mercancía, los otros dos son el salario y la renta de la tierra. Para determinar el precio real de cualquier bien es preciso conocer el precio de los componentes. La teoría de los precios depende de la teoría de la distribución. Es necesario examinar las reglas que regulan el salario, el beneficio y la renta. Ese es el gran tema de la economía clásica.

En el capítulo IV del libro 2 de La Riqueza de las Naciones, titulado: “Del capital prestado a interés”, Smith sugiere la existencia de un ingreso del empresario que sería una parte del beneficio que aparece cuando el propietario del capital, en lugar de emplearlo por su propia cuenta en una actividad productiva, lo presta a un tercero, que le pagará por su uso una cierta renta anual o interés.

“El prestamista – escribe Smith – por medio del préstamo, transfiere al prestatario el derecho de disponer de una cierta porción del producto anual de la tierra y el trabajo del país, para ser empleado a su arbitrio”[2]

De los tres discípulos inmediatos de Smith – Ricardo, Malthus y Say- solo el francés desarrolla el concepto de empresario.

 Ricardo se esfuerza por demostrar que el aumento del salario nominal, resultante del encarecimiento de los bienes agrícolas en los que los trabajadores gastan su ingreso, a medida que dichos bienes deben ser producidos en tierras menos productivas, se traduce en una disminución de la tasa de beneficios que desincentiva la acumulación de capital. Malthus, por su lado, dedica la mayor parte de su esfuerzo analítico a demostrar que la acumulación de capital puede también verse limitada por una demanda insuficiente, anticipando el principio de la demanda efectiva desarrollado por Keynes, quien reconoce a Malthus como su precursor. En todo caso, en sus obras principales, ni Ricardo ni Malthus prestan atención a la figura del empresario.

Es Jean-Baptiste Say el único discípulo inmediato de Smith que desarrolla la noción de empresario dándole importancia analítica. En su obra principal, Tratado de economía política, puede leerse lo siguiente:

“…los beneficios del empresario incluyen ordinariamente los beneficios de su industria y los del capital. Una porción de ese capital le pertenece casi siempre; otra porción a menudo es prestada; pero en todos los casos, que el capital sea prestado o no, el beneficio que resulta de su servicio, es ganado por el empresario, porque él ha tomado a su propia cuenta todos albures, buenos o malos, de la producción. Pero de lo que se trata aquí es de la porción de sus beneficios que él debe a sus facultades industriales, es decir, a su juicio, a sus talentos naturales o adquiridos, a su actividad, a su espíritu de orden y de conducta”[3].

De esta extraordinaria cita debe destacarse lo siguiente:

La ganancia total – o ganancia bruta como después la llamará Mill – es la diferencia entre los costos ciertos que asume el empresario y el precio, inicialmente incierto, que obtiene por su producto. Esa suma retribuye al empresario y al dueño del capital puesto en movimiento por la acción del primero. Ambas retribuciones dependen del mayor o menor éxito de la acción empresarial. Sin esta acción exitosa no hay ni ganancia empresarial ni beneficio para el capital. El capital no produce ganancia por sí mismo.

Mill desarrolla este tema de forma explícita en sus Principios, en particular en el capítulo XV del libro II titulado “De las ganancias”, donde se ocupa de la parte del producto “que corresponde al capitalista: las ganancias del capital, las ganancias de la persona que anticipa los gastos de los gastos de la producción…”.  Las ganancias son el excedente que queda después de cubrir los desembolsos, el ingreso neto de capital. Para justificar la ganancia, Mill adopta la teoría de la abstinencia de Senior. La ganancia del capital es la recompensa de la abstinencia.

Mill introduce el concepto de ganancia bruta del capital indicando que ésta se divide en tres partes, a saber: i) el beneficio propiamente dicho del capital avanzado, es decir, el ingreso neto del capital que equivale al interés; ii) la compensación por el riesgo y iii) la remuneración por la dirección de la empresa o el negocio.

“…la persona que practica la abstinencia es el prestamista, y se le remunera por ella con los intereses que se le pagan, en tanto que la diferencia entre las ganancias brutas y el interés remunera los esfuerzos y los riesgos de los empresarios”[4]

La parte del beneficio que remunera propiamente el capital invertido tiende a igualarse cualquiera sea el empleo del capital. Esto es consecuencia de la competencia en el mercado de crédito. No ocurre lo mismo con aquella parte que remunera los esfuerzos y riesgos del empresario la cual “varía mucho entre individuo e individuo”, dice Mill. Y añade:

“Depende de los conocimientos, el talento, la frugalidad y la energía del capitalista mismo, o de los agentes que emplea; de las relaciones personales, e, incluso, de la suerte”[5] 

Los ricardianos modernos, es decir, Piero Sraffa y sus discípulos, retoman estrictamente la visión tripartita de los agentes titulares de ingreso: trabajador, capitalista y terrateniente, sin que en su esquema analítico haya lugar para el empresario. Lo único que debe destacarse aquí es que en su “Producción de mercancías por medio de mercancías”, Sraffa se aparta de la idea que tiene Ricardo sobre la relación entre la tasa de interés y la tasa de beneficios.

Para Ricardo, la tasa de interés está determinada por la tasa de beneficios:

“El tipo de interés, aunque gobernado permanentemente y en último término por la tasa de utilidad, está, sin embargo, sujeto a variaciones temporales por otras causas”[6]

Y niega explícitamente que, dejando de lado las variaciones temporales, sea un fenómeno monetario:

“No está regulado (el interés del dinero) por la tasa a que el Banco lo presta, sino por la tasa de ganancias que puede obtenerse con el empleo del capital, lo que es totalmente independiente de la cantidad o del valor del dinero”[7]

En el sistema de Sraffa, para determinar los precios de producción hay que darse una de las variables de distribución: el salario o la tasa de beneficios. Dada la tasa de beneficios se obtienen el salario y los precios. Sraffa justifica la adopción de la tasa de beneficios como variable exógena con el siguiente argumento:

“El tipo de beneficios, en cuanto que es una razón, tiene un significado que es independiente de cualquier precio, y puede ser, por tanto, dado antes de que los precios sean fijados. Es así susceptible de ser determinado desde fuera del sistema de producción, en especial por el nivel de los tipos monetarios de interés. En las secciones siguientes el tipo de beneficios será, por tanto, tratado como variable independiente”[8]

Aunque tanto en la obra de Say como la de Mill se perfila la figura del empresario ejerciendo una función que le es propia y recibiendo por ello un ingreso, en la visión transmitida de forma predominante de la economía clásica, la distribución del producto, problema central de la teoría, se realiza entre tres clases de agentes: trabajadores, capitalistas y terratenientes, sin que haya lugar analítico para la figura del empresario y la función empresarial.

 

Bibliografía:

Cantillon, Richard (1755,1950). Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general. Fondo de Cultura Económica, México, 1950.

Mill, J.S. (1848, 1978). Principios de economía política. Fondo de Cultura Económica, México, 1978.

Ricardo, D. (1817, 1997). Principios de economía política y tributación. Fondo de Cultura Económica, México, 1997. Segunda reimpresión, Bogotá, 1997.

Say, J.B. (1803, 1972). Traite d´Economíe Politique. Calmann-Levy, Paris, 1972.

Smith, Adam (1776, 1979). Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. Fondo de Cultura Económica, México, 1979.

Sraffa, P. (1960, 1975). Producción de mercancías por medio de mercancías. Oikos-Tau, s.a. ediciones, Barcelona, 1975.

[1] Smith, A. (1776,1979). Página 48.

 

[2] Smith, A. (1776,1979). Página 318.

 

[3] Say, J.B. (1803, 1972). Página 374.

 

[4] Mill, J.S. (1848, 1978). Página 361.

 

[5] Mill, J.S. (1848, 1978). Página 365.

 

[6] Ricardo, D. (1817, 1997). Página 222.

 

[7] Ricardo, D. (1817, 1997). Página 271.

 

[8] Sraffa, P. (1960,1975). Páginas 55-56.

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista. Docente. Consultor ECSIM.

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