Diego:4-Maradona:1

Me recuerda un amigo argiñol una frase que resume las contradicciones en torno a  Maradona: «Diego: no te juzgamos por lo que hiciste con tu vida, te amamos por lo que hiciste con la nuestra»

Como si hubiera dos personas, una, Diego, cebollita, el pelusa. Otro Maradona.

Uno, el pibe de una villa que tenía un imán para el balón y una imaginación irrepetible para soltarlo. Un pibe que tuvo la magia de que siempre se le notara que venía del barrio.

El otro, el maltratador, la víctima del éxito, de las drogas y el alcohol, del negocio del fútbol que destroza a las estrellas como siempre han destrozado las discográficas a sus figuras jóvenes que no estaban preparadas para los focos.

Los cartoneros, los sin techo, los albañiles, los descalzos, la gente de la calle, los de las villas ven en Maradona a uno de los suyos. Que se pone hasta las cejas de cocaína y alcohol, que jode su vida, que le sale la violencia con la gente que le aguanta, que llora, que la caga, que le ayudan y se levanta, que vuelve a joderla, que la endereza, que vuelve a caerse. Pero que nunca se olvidó del barrio.

Los pijos, los ricos, la derecha siempre vieron en Maradona a un tipo que mete goles fantásticos. Pero que cuando le veían reunirse con Chávez o con Fidel le llamaban negro de mierda y le decían que se dedicara al fútbol y dejara de joder. O le llamaban cocainómano, ellos, que son los que se enriquecen con el negocio de la coca y la consumen escondidos dia sí y día también escondidos tras los muros de sus mansiones.

Los periodistas deportivos que escriben para los que nunca han jugado en el barrio, decían que Maradona era un dios, una leyenda. En los barrios altos se levantan y tiran estatuas a ritmo de talonario.

Para el barrio, más pegado al frio y al calor, Maradona es el orgullo, la dignidad, la rendija en el sistema.  Claro que el barrio le afea también que haya sido violento, que haya golpeado a su pareja y que hasta sus hijas hayan tenido que denunciarlo.

Los ídolos acumulan mucho poder y en una sociedad patriarcal, los ídolos es muy probable que repitan esos comportamientos.

El barrio vive toda esa mierda porque es donde más se sufre. Y no le gusta y sus mujeres se organizan para que esas cosas no ocurran.

Pero algo obra cuando odiando como odian la violencia contra las mujeres de los machos borrachos, eso no tumba en el barro el recuerdo de Maradona.

El barrio le agradece también a toda la gente que ha ayudado en silencio y que prefiriera estar con equipos humildes en otros países, como el Nápoles, antes que a los poderosos de la Juventus de Platini o el Milan de Berlusconi. Y por eso le comparan con el Che, que se fue a Angola y a Bolivia, no a Estados Unidos o Alemania a pelear por la justicia.

Por eso el barrio es hoy el que está de verdad triste. Aunque no le perdonen que fuera violento con las mujeres.

El sueño no es entrar de botones en un pinche banco y terminar dirigiéndolo. El sueño es nacer en una villa y llegar a ser la ilusión de todo un país, vengar en la cancha la pobreza, tumbar a goles a los poderosos.

Maradona, muriéndose tan mal, hoy ha puesto a llorar a toda la Argentina. Por eso Maradona es Argentina.

Precisamente por ese lado oscuro, por esa autodestrucción, por la falta de esperanza, por hacer daño a los tuyos, por ser un sueño pero un sueño truncado, por ese pacto con el diablo para huir de la miseria, por la posibilidad de salir de la villa, por la impunidad de hacer lo que te salga de las narices, por la vergüenza del maltrato, por la soberbia, por la sensibilidad con la izquierda, por la generosidad. Pelé es un burócrata de la FIFA. Maradona, un triunfador del barrio. Y los triunfadores del barrio, como diría Frei Betto, tienen más de supervivientes que de héroes.

Lo clavó Eduardo Galeano: «Diego Armando Maradona fue adorado no sólo por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses. Cualquiera podía reconocer en él una síntesis ambulante de las debilidades humanas, o al menos masculinas: mujeriego, tragón, borrachín, tramposo, mentiroso, fanfarrón, irresponsable. Pero los dioses no se jubilan, por muy humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de donde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero».

Maradona es la Argentina y por eso le velan en la Casa Rosada. Y casi estaba escrito en las estrellas que tenía que terminar como un partido conflictivo.  ¿Qué futbolista español tendría su capilla ardiente en el Palacio de la Moncloa? Maradona es el peronismo, es la Evita montonera de los descamisados, es su igual que les quitó la vergüenza de ser pobres, que les daba esperanza en ese vaso de leche y ese trozo de pan en el colegio que ha sido la única comida diaria de tantos niños que luego jugaban a la pelota para no jugar con el hambre. Maradona ayudó a que millones se olvidaran del hambre un rato

La vida de Diego Armando Maradona ha sido la vida de un juguete quebrado, estropeado en una sociedad de mierda que lo arrastró a buena parte de las cosas que despreciamos.

Y sin embargo, millones no ven en Maradona su vida rota, sino la posibilidad que brindó a tantos de componer con dignidad la suya.

Cuando alguien te devuelve la dignidad, como sea, ya no lo vas a entender nunca desde las razones.

Su altar solo puede ser laico como el de esos dioses pecadores a los que de vez en cuando también insultas. Es un altar con conciencia de clase.
Ojalá se eche un partidito con Chávez, con Fidel, con Mandela.

Nosotros seguimos calentando en la banda.

Juan Carlos Monedero

Es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Hizo sus estudios de posgrado en la Universidad de Heidelberg (Alemania). Actualmente es profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid (con dos tramos de investigación -sexenios- reconocidos).

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