Del postconflicto al detrimento económico de la clase media

La clase media colombiana es la más afectada con el panorama que se avecina concerniente a la reforma tributaria la cual va en favor del llamado postconflicto. Además, sumándole el tema de Isagen, es este el sector económico que más podría cobrarle al Gobierno el costo político de sus acciones, siempre y cuando, así lo decida. Para esto se requiere una mayor movilización y que no sea solamente una protesta, y sobre todo, que no se deje en el olvido.

La clase media se encuentra ubicada dentro de las posiciones socioeconómicas alta y obrera y según el Banco Mundial, en Colombia es una de las que más ha crecido en los últimos 15 años dentro de la región latinoamericana. El presidente Santos en el año 2015, indicó que el 55% de la población pertenece a esta esfera socioeconómica.

En mi perspectiva, la clase media es aquella que debe trabajar diariamente para mantenerse alejada de situación total o parcial de suma pobreza, y quienes entre muchas otras cosas, pueden tener acceso continuo a componentes básicos, como la información a través de la red (fuera de la alimentación y vivienda).

La clase alta, tendrá algunos puntos, entre altas y bajas, que irán en contra de sus posiciones de élite social, pero nada que atente contra su obtención y derecho a lo básico, podrán seguir su curso, en la cúspide de la pirámide económica colombiana, y por ende poco reclamarán. La clase baja, quienes están en circunstancias de pobreza –extrema-, se mantendrán en la misma coyuntura, con un panorama igual o más negro, pero no tendrán cambio. Por ende, no se verá una gran protesta desde este sector de la sociedad. Además, entre las muchas preocupaciones de esta población, es la violencia, y las promesas del gobierno van encaminadas a que la paz va a llegar. Un tapabocas de papel.

Al contrario, la clase media es en quien más eco se genera ante los últimos movimientos, rumores, o proyectos del Gobierno (tema Isagen e impuestos, por ejemplo), porque sin duda, recibe directamente los impactos económicos de estas acciones. No es clasista indicar que la política del postconflicto va en detrimento de este sector social.

Deben existir cambios tributarios en cohesión al desarrollo y crecimiento, y es entendible que la coerción capitalizada de la que habla Charles Tilly la cual es un atributo del Estado, se dé en nuestro país y en todos, pero deben ir en medida a la realidad socio-económica, y ligada a una directa estrategia de comunicación e información sobre la verdad o la certeza, que genere seguridad, para no dejar tantas posibilidades a las des-informaciones y al aumento, -hoy más visible-, de desconfianza.

Esta clase media, -¿facebook protestante?-, podría movilizarse y generar algunos ecos, que busquen deslegitimar las acciones gubernamentales, el problema es el olvido. Y aunque ésta es quien en mayoría realiza reclamos en las redes sociales, con pocas movilizaciones o con una irrisoria conciencia masiva de voto (sí es que se vota), a futuro, cualquier nueva cortina de humo, hará olvidar los actos del gobierno. La duda es, ¿cuánto durará en la memoria colectiva la indignación por la venta de Isagen?

Por esto, aunque la clase media está directamente afectada, la memoria es y ha sido un elemento que beneficia al costo político que debería tener las acciones del gobierno, por eso esta vez, debemos acordarnos al momento de votar, y castigar en las urnas.

 

 

 

Jorge Andrés Rico Zapata

Comunicador Social – Periodista de la FUNLAM. Magíster en Estudios Políticos de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomado en Seguridad y Defensa Nacional de la Escuela Superior de Guerra. Seguidor de la academia, la comunicación, los medios de comunicación, la política, el periodismo y la literatura.

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