Cúcuta: miserable pocilga

Aquí se juzga un libro por su portada sin antes haber leído la sinopsis, se valoran más las apariencias físicas que las psíquicas, hablar de modales y cultura es un anacronismo, son palabras cuyo concepto es desconocido y carecen de validez moral.

Si digo estar agradecido de haber nacido en esta pecaminosa e infernal  ciudad, convertida en la suntuosa morada de los facinerosos, maldecida por los ritos paganos realizados por nuestros ancestros los indios chitareros; estaría siendo un mitómano queriendo ser lo suficientemente empático con aquellos que lo están  y ven en este pueblo habitado por hechiceros posmodernistas la oportunidad para condenarse de por vida a la inmortal miseria y morir siendo nadie en medio de la agobiante necesidad.

En Cúcuta hasta el peor entre los forajidos es eximido de sus actos delictivos, aquí no impera la ley ni el orden, es innecesario el beneplácito de alguien para hacer lo que se venga en gana. Funciona como el patio de un hogar estrato cero, absolutamente todo es bienvenido sin el importar de su procedencia. La globalización junto a la era digital han hecho de este pueblo una mini ciudad habitada por megalómanos, misóginos, narcisistas, cleptómanos, que han adaptado comportamientos, costumbres, modas, gustos y tradiciones totalmente foráneas como si fueran procedentes de sus ancestros. La desmesurada  hibridación cultural disolvió las tradiciones reinantes  de nuestros ancestros los  chitareros, dejando como consecuencia la adaptación de costumbres rebuscadas sin que haya la existencia de una dominante. Entre el revoltijo cultural predominan comunidades minoritarias venezolanas y colombianas; este cóctel de razas no ha sido el impedimento para la disipación de nuestra genética ancestral, seguimos igual de criollos, con los mismos rasgos morfológicos de los indios que provenimos, pero a diferencia que en la posmodernidad somos un conglomerado de mestizos  esnobistas que ama en exceso lo culturalmente impropio.

Ya no se anda desnudo causando pudor en los demás, ni lanzando flechas y menos practicando la caza furtiva, pero si creyéndonos fluidos poliglotas después de haber escuchado un par de canciones en inglés. Tenemos gustos fidedignos a restaurantes suntuosos, a marcas  réplicas exclusivas y cadenas de comida rápida provenientes de naciones desarrolladas que trajeron su monopolio empresarial una década después de su creación a esta empobrecida ciudad.

Quienes los frecuentan creen tener un estrato social superior a quienes se niegan a pagar precios sobrevalorados por gastronomía industrial de pésima calidad y optan por la gastronomía local. Aquellas multinacionales es lo que mejor se adapta a la necesidad de quienes conforman lo más bajo de la estructura social en países primermundistas, aquí son gustos a los que pocos tiene accesibilidad.

Los hedonistas que gozan de opulentas vidas utópicas de justificar en medio de la crisis que nos ha posicionado durante años entre las primeras ciudades con menos oportunidades laborales y desigualdad social, quieren aparentar no tener en que caerse muertos y quien no tiene dice tener más de lo que les pertenece, es trivial ver carros gama alta parqueados en casas de interés social, junto a la descomunal proliferación de fracasados negocios que declaran renta con colosales sumas de dinero como ganancia de productos que nunca tuvieron vida comercial.

A esta ciudad la aquejan los siete pecados capitales: ha traído consigo los sobrantes de la miseria junto a la peste paramilitar, desplazados por la guerra de áreas limítrofes, junto al  agobiante exceso de carros y   migrantes venezolanos que hacen lo que se les da la gana a donde quiera que van, cada barrio tiene una masacre en particular, hornos ladrilleros usados para la incineración de cuerpos humanos, junto  adolescentes haciendo parte de alguna estructura criminal, el área limítrofe de frontera convertida en un campo santo pero ilegal. Jóvenes que desde su ingenuidad no logran comprender el daño que les causó a sí mismos el haber nacido injustificablemente en una ciudad discriminatoria, xenofóbica, carente de oportunidades y garante de la desigualdad social.

Aquí se juzga un libro por su portada sin antes haber leído la sinopsis, se valoran más las apariencias físicas que las psíquicas, hablar de modales y cultura es un anacronismo, son palabras cuyo concepto es desconocido y carecen de validez moral. Se es inmune al sentido común ante las falencias culturales de las que goza esta disfuncional ciudad. Las calles atiborradas de comercio informal y suciedad; por lo tanto, para los heroinómanos hacer necesidades biológicas en ellas es cotidianidad ante la carencia de baños públicos, mientras el crecimiento de la delincuencia, ligada a la drogadicción e indigencia son problemáticas sociales que cada vez tiene mayor proliferación y menor atención.

Nadie aparte de un individuo decrépito que recobra vida desde el anonimato y se posicionó como alcalde, es quien dice tener  mayor interés ante esta agobiante decadencia social. Ojalá cumpla con lo que pregonó en su momento para  librar de la progresiva decadencia en la que se encuentra la perla del norte;  que durante años ha sido pauperizada por las tradicionales maquinarias políticas, indolentes ante el exceso de pobreza e inmunizados respecto al interés por culturizar a ciudadanos analfabetas que en pleno auge posmodernista ven con normalidad vender su conciencia en campaña electoral para saciar sus  necesidades momentáneas.

Al cucuteño le duele que le digan la verdad, mientras le recuerdan  la miseria en la que vive, se ofusca al hablar, y maltrata verbalmente mientras manotea como si hiciera parte de una fonomímica , incapaz de mantener una conversación civilizada, oportunista y egocéntrico por naturalidad, siempre creen tener la razón aunque  la carezca, prefiere lo viejo conocido que lo nuevo por conocer, experto como murmurador, felicita por  logros ajenos y en la ausencia del triunfante crítica y señala con envidia, todo un  cizañero por conveniencia, pero ante todo, el cucuteño es hipérbole al momento de contar las cosas.  Emplea el seudónimo  “doctor” en quién tenga algún interés personal, hasta el tintero de la esquina posee tan majestuoso título.

Aquí reinan los Individuos amantes al facilismo,  se autoproclaman y suplantan desde el empirismo irresponsable la identidad legal de profesionales benevolentes, pero ante todo, la de periodistas que se han esforzado por defender para dignificar esta vulnerable profesión  ante avaros malhablados que carecen de ética profesional mientras ven en esta labor la oportunidad de salir del anonimato en el que se encuentran y triunfar a partir del amarillismo sensacionalista que logran promulgar, además subastan su conciencia moral para mejorar la reputación de sus aliados políticos que están atiborrados de dinero desviado del presupuesto estatal.

El escaso patrimonio histórico y cultural  que había en la ciudad fue disipado ante el desconocimiento del valor significativo que poseía lo que erigieron nuestros ancestros. Ríos con desembocadura de aguas residuales provocando mortandad de peces y afectando el subsistir de cientos de familias dedicadas a la ganadería, la pesca, la agricultura. Proyectos de infraestructura que fueron entregados mal hechos e incompletos y  el despilfarro de exuberantes sumas de dinero en la construcción de monumentos  inecesarios que no benefician en el más mínimo a la ciudad, convertidos en  guarida para  delincuentes. Cúcuta es y seguirá siendo una pocilga acobijada por  37 grados centígrados que no tiene absolutamente nada interesante por mostrar a quien venga a conocerla, aparte de su extensa arborización, junto a la avenida los libertadores y visitar la  deteriorada casa de Francisco de Paula Santander, antes de llegar a  la línea divisoria de frontera  para presenciar  las desgracias de la migración o el pasar un fin de semana en cabaña acompañado con prepagos menores de edad.  Por consiguiente, seguiremos bajo la gobernabilidad  de paramilitares quienes tienen participación directa en la política y estructuras criminales que se disputan el control territorial del micrográfico,  y el incesante crecimiento de ignorantes uribistas que están dispuestos  a morir por defender el legado ideológico de la ciudad ante el acecho de la izquierda radical.  Aquí la única esperanza  son  los escasos comerciantes honrados y  profesionales quienes ante la latente necesidad han migrado a otras ciudades por falta de oportunidades, junto a deportistas y  estudiantes  que por su disciplina y  capacidad intelectual  han dejado en alto la región a nivel internacional. Pero sin duda alguna, en esta ciudad poseída por el mal  y condenada de por vida a la inmortal  miseria, solo hay oportunidades para los extraditables comerciantes que se vuelven ricos gracias a la venta del comercio “informal”. Por lo tanto, los jóvenes idealistas que luchan en medio de tanta odisea, deben partir lejos de casa, en busca de un futuro prometedor para poder triunfar por meritocracia,  sin necesidad de que nadie les posicione en la cima del éxito sin antes haberse sometido al más mínimo de los esfuerzos y   fanfarronear de resultados netamente  nepotistas.

Yeferson Estiven Berbesi Palencia

Estoy cursando octavo semestre de Comunicación Social en la Universidad de Pamplona y también escribo para otros medios independientes.

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