Confianza para crecer

“Al parecer, el decrecimiento si ha sido posible en la mayoría de las actividades industriales, en el comercio y en el consumo de los hogares”


El discurso macroeconómico está saturado de idealizaciones que tienen tan cierto como de falacia, un conjunto de argumentos que se exponen a nivel de la política económica del país que no es del todo claro frente a las metas que deberíamos perseguir; no solo crecer en términos relativos de PIB sino en expectativas para la gente, los empresarios, los emprendedores, los agricultores, y todo colombiano inmerso en una actividad productiva de la que deriva su sustento y su calidad de vida.

La confianza se perdió, después de la pandemia vino un escenario de recuperación que permitió avanzar en la forma de pensar el país a largo plazo, sin embargo, también, sobrevino lo que se denominó un “estallido social” que más que mostrar las debilidades institucionales para el desarrollo social, terminó evidenciando las debilidades que tenemos como sociedad para construir país, claramente se destruyó mucho país en aquel entonces, y las pérdidas que superaron en algunos casos los $100 billones en producción no se han recuperado aún.

Hoy estamos en una encrucijada, no precisamente por aspectos ideológicos o emocionalmente políticos, estamos asumiendo los costos inherentes a los odios, la confusión, el desmedro coyuntural que se anticipó a las expectativas de seguir buscando posibilidades de crear valor para todos a partir de la actividad productiva. Y es que a los colombianos se nos metió la idea de la plata fácil o el tumbis, en lugar del trabajo duro y la constancia moral, nos trasladamos a una economía insegura, con actividades ilícitas, tiroteos, fleteos, extorciones, robos, violencia, maltrato social, elementos básicos de la fórmula decadente en un país donde hasta el indicador de libertad económica empeoró pasando del puesto 62 al 84.

Pero todo lo anterior se puede corregir, desde la percepción misma de país que tienen los colombianos, para eso, se requiere recuperar la confianza, dar anuncios correctos sobre la forma de invertir, gastar, subsidiar, crear condiciones favorables, momento de dejar la caza entre empresarios y Estado, entre el pueblo y los ricos, entre la desazón social y el proceder institucional. Hay que retornar al crecimiento económico a su senda, equilibrar las finanzas públicas, volver eficiente el gasto público e incentivar las relaciones de intercambio comercial, hay que sincerarnos con los emprendedores y buscarles la forma de ayudarlos a construir país, impulsar las iniciativas de empresa colombiana, hay que “democratizar” el crecimiento económico que puede ser sostenible, adaptativo y que puede generar los recursos para cumplir con agendas como los ODS, por ejemplo.

Así que, sin confianza no hay nada, superar un crecimiento del 0,6% anual con expectativas para 2024 del 0,9% al 1,0% no es una tarea fácil que vaya a solucionar una política fiscal de mayor gasto, como tampoco la incapacidad de flexibilizar las condiciones de mejora de las reformas que hacen tránsito en el congreso, tampoco bajar el tipo de interés de tajo a niveles del 2% para la política monetaria es una tarea posible, de ahí que cuando hablamos de una economía responsable, justamente nos referimos a los marcos prudenciales e independientes de la política económica en su conjunto, por lo que hay que permitir que el mercado de señales de ajuste siquiera en el escenario del empleo y para ello se requiere el plan de recuperación de la economía con urgencia.

Ya a poco tiempo de iniciar la semana mayor, los colombianos han sentido el ajuste en el bolsillo, la inflación nos costó bastante, y con ello, la reducción del ritmo de la economía, no llegamos a una recesión, pero casi, por nada y nos la llevamos. Y, por otro lado, medir la economía por la percepción del comprador compulsivo no es tan buen indicador.

Somos una economía importante en América latina, pero mientras el mundo cambia, se desarrollan nuevas industrias de microprocesadores, se celebran nuevos tratos de intercambio comercial, se innova y se gestan batallas para la transición energética, todavía estamos pensando que si decrecemos podemos mejorar, al parecer, el decrecimiento si ha sido posible en la mayoría de las actividades industriales, en el comercio y en el consumo de los hogares.


Todas las columnas del autor en este enlace: Gustavo Sepúlveda

 

Gustavo Sepúlveda

Economista de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Especialista en proyectos de la Universidad Católica de Colombia y Magíster en Economía de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Actualmente analista económico, en temas de legislación económica, crecimiento, sector productivo. Investigador y académico.

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