no puedo anhelar el podio, cuando ya gané. Y mucho menos me dolerán las heridas que ya sané.
Le escribo con el único objetivo de querer inspirarle, puesto que, en principio, no puedo anhelar el podio, cuando ya gané. Y mucho menos me dolerán las heridas que ya sané.
Es así como usted, Juan Pablo, ha de reflexionar acerca del contenido de esta carta, si no, de lo contrario, la misma nunca existirá.
Suelo describir nuestra vida como una fiesta, puesto que embriagados en el vino del anhelo solemos olvidar nuestros dos pies izquierdos, y sin pensarlo, convidamos al porvenir a azotar baldosa. El baile no es baile, si no hay actitud.
Y actitud, es lo que desborda de nuestro río, eso bien lo sabemos. Puesto que no debemos de olvidar lo determinante que es esta en nuestro viaje, en especial cuando el viento nunca ha estado a nuestro favor.
Pero tranquilo, por muy nublada que parezca la bóveda, de a poco, hemos logrado escapar de aquella tormentosa vida predispuesta que casi nos empapa con sus azares pre establecidos. Lo bueno, y espero que no lo olvide, es que en algún momento para todos debe de salir el sol; en especial para usted que tiene ganas de insolarse.
De hecho, nuestra vida dio un giro de 360 grados. Si, 360, porque, aunque seguimos en el mismo lugar, la piedra ya es de nuestro agrado, Sísifo.
También, aprovecho para aconsejarle que se prepare para pedir perdón a esos amores que no dejará florecer, sobre todo por esa obsesión descontrolada que tenemos. Pero no lo juzgo, yo también lo único que anhelo es poder ver crecer aquel árbol que plantó de manera intencionada una despistada gallina en nuestra vida.
Por último, no se deje posponer el festival, viejo perro. Más bien, tenga en cuenta que todo lo que deseamos, con esfuerzo, lo logramos. Y si en algún momento la tristeza sube a su bus, ofrézcale los “buenos días”, escuche la, y reciba el dulce, para después devolverlo con una sonrisa de oreja a oreja.
Migaja: Es verdad, todo lo bueno tarda.
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