Capitalismo: el mejor amigo de una persona con discapacidad

Durante décadas se ha hablado de que el capitalismo, como sistema económico, es explotador y empobrecedor, y que deja desvalido al más débil y con discapacidad, llevándolo a la miseria. En esta columna voy a demostrar que el capitalismo es el mejor amigo que ayuda a enriquecer a todo tipo de personas, sin importar su condición física.


Algunas definiciones

Empezaré definiendo un par de conceptos que nos ayudarán a desarrollar mejor la explicación.

Según el diccionario Merriam-Webster de 1828, traducido del inglés al castellano, la definición de discapacidad dice que: “Es la debilidad o limitación creada por un accidente o condiciones genéticas o de enfermedad. Se diferencia de la incapacidad por su destitución de toda habilidad”. Lo que nos dice esta definición es que una persona con discapacidad no es una persona inútil, sino una persona con limitaciones.

Si hacemos una definición ad-hoc de capitalismo, podemos decir que es un sistema económico en el cual se usufructúa la propiedad privada de los medios de producción. Y su forma de asignación óptima es el sistema de mercado, a través de la oferta y la demanda. Bajo esta definición, cualquier medio de producción que se pueda usar para empezar un emprendimiento, mientras siga la lógica económica, es totalmente válido para el crecimiento de un emprendedor.

La discapacidad no es incapacidad

Se vio en la definición del Merriam-Webster que la discapacidad no es una incapacidad total, sino una limitante en ciertas acciones. Una persona invidente, comúnmente llamada ciega, más allá de la poca o nula capacidad de ver, no tiene la imposibilidad de estudiar, pensar o trabajar en una buena cantidad de opciones laborales o de emprendimiento sin mayor problema.

La izquierda y el socialismo históricamente han tratado de monopolizar la supuesta defensa de los derechos de los débiles y de los pobres. La teoría y la práctica han demostrado que el socialismo lo que ha traído es miseria y esclavitud, aunque este no será el espacio para hablar de ello, lo cual ya se ha hecho en múltiples publicaciones durante décadas. Mi intención es más puntual y humilde: mencionar dos o tres políticas que supuestamente ayudan a la persona con discapacidad, en contraposición a la idea de que el capitalismo “las explota y las excluye”, siendo esto falso.

Discriminación positiva

Los partidos socialistas, socialdemócratas y algunos conservadores apoyan una política llamada discriminación positiva, que tiene otros nombres como “cupos laborales por ley” o “políticas antidiscriminatorias”. Consiste básicamente en la obligatoriedad de contratación, establecida por el Estado, de un porcentaje de la nómina de una empresa o del cupo de una universidad o centro de estudio, favoreciendo por ciertas características sea de sexo (varón o mujer), etnia (negro, indígena, entre otros) o condición física (discapacidad). En legislaciones como la venezolana o la argentina se obliga por ley que sea entre el 10 y 25 % de la nómina de una empresa, aunque dependiendo del sector económico varía esta proporción. La idea central de esta política es que una persona por tener dicha característica “especial” es contratada o no, independiente de su desempeño. El gobierno, en el caso más favorable, aplica beneficios fiscales para las personas que cumplan esta política o, en el peor de los casos y el más probable, se imponen penas coercitivas o multas por no cumplir esta ordenanza.

La gran pregunta que cualquiera se pudiera hacer es: de estar en esta situación, ¿Uno se sentiría bien si es contratado por ser de “x” etnia o “y” grupo sexual y no por su desempeño? Desde el punto de vista psicológico y moral es una situación de humillación y victimización, ya que no se logra un puesto de trabajo por los logros y habilidades personales, dañando la autoestima de cualquier persona en esta situación, además de que incrementa presiones al déficit fiscal y, por supuesto, crea rigidez en los presupuestos de las empresas que podrían haber usado ese dinero en un mejor recurso diferente a un personal que eventualmente no le sea idóneo. Uno de los mejores economistas que ha estudiado esta política es Thomas Sowell con su obra seminal La discriminación positiva en el mundo, en donde desmenuza cómo una política que tenía intenciones determinadas, obtendría resultados opuestos a lo esperado.

Salario mínimo

Aunque esta política no está referida exclusivamente a las personas con discapacidad, sino a todos en general, vamos a tratar sobre lo opuesto de sus resultados a las intenciones que busca. Un salario mínimo, como su nombre lo indica, es el tope más bajo al que puede llegar un salario en una región o país determinado, generalmente impuesto por el Estado. No son las fuerzas del mercado las que determinan este valor. El problema que existe es que el empresario puede valorar un trabajo específico por debajo de este tope, considerando el caso de tareas menores o que no requieren una jornada completa de trabajo y que eventualmente pueden ser ejecutadas por un muchacho joven o una persona de tercera edad o una persona con discapacidad. El resultado general es que los empresarios van a preferir contratar menos y, evidentemente, a nadie de la población comentada anteriormente, atiborrando de trabajo a los que tienen en nómina. Muchos no se dan cuenta de esto y piensan que trabajar tantas horas de manera extenuante y con tantas funciones es algo normal; pero si lo vemos desde un punto de vista objetivo, lo que sucede es que están siendo explotados de verdad, tratándose además de una política excluyente que no permite contratar a esa supuesta población a quienes ayudarían.

Subsidios directos e indirectos

Como último caso de esta reseña de políticas desacertadas en cuanto a la población con discapacidad, vemos que los subsidios, especialmente los de demanda, son una transferencia directa de las arcas del gobierno (las cuales se alimentan de los impuestos que nos cobran a los ciudadanos) a un sector de la población determinado. El problema en sí de esta política es que esa transferencia hace que aumenten los incentivos al ocio y a la pereza, ya que si por tener una discapacidad me dan un ingreso, el cual no tiene nada que ver con mi productividad, lo que se crea es una distorsión muy grande pues hay cada vez más gente con ingresos que no se sustentan en la producción del país. El resultado es inflación, déficit fiscal y devaluación, explicación que va mas allá de esta columna, con lo cual podemos decir que todas estas políticas lo que hacen es empobrecer a la persona con discapacidad al aumentar el desempleo y los costos laborales.

La solución: el libre mercado

Ya vimos de manera sintética, que las políticas económicas y sociales dirigidas a la población con discapacidad sólo traen resultados opuestos a las intenciones que se tenían al aplicarlas. Comprobado que el estatismo no funciona, la mejor solución es ir por el libre mercado.

Muchos se preguntarán: ¿Cómo es eso? Cuando en un país se impulsa el libre mercado y la libre contratación, la consecuencia es que habrá más empresas que contraten a todo tipo de personas. Sin regulaciones laborales excesivas, se podrá contratar sin tener un salario mínimo y un horario restrictivo que no entiende las necesidades de los empresarios y, lo más importante, es que esa población que por diversas razones no puede cumplir en las mismas condiciones de una persona con plena capacidad, tendrá una oportunidad.

Mientras más empresas existan que puedan contratar a personas con discapacidad, mejor será la situación de esta población sin caer en los falsos cantos de sirena de la izquierda y el socialismo al querer victimizarlos. Es hora de que la población con discapacidad pueda absorber la autoestima que produce lograr un proyecto por medio del mercado. Y si bien no será la panacea para todos sus problemas –el mercado no lo es, eso sería una especie de idolatría absurda– ¡Es el mejor comienzo para una vida productiva dentro de un país capitalista!


Este artículo apareció por primera vez en nuestro portal aliado El Bastión.


Otman Domínguez

Venezolano. Economista de la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas Venezuela) con Especialización en Econometría y Evaluación de Proyectos para PYMES. Estudioso de la “Escuela Austriaca de Economía”. Miembro docente del Instituto Juan Calvino, locutor en la Radio Presbiteriana Reformada y candidato a Anciano Gobernante de la “IPR Pacto Eterno Chía”.

Jefe de operaciones (COO) y miembro fundador del medio digital libertario El Bastión, y miembro fundador de la Corporación PrimaEvo.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.