Al Pacto Histórico le falta una pata para andar

Los medios de comunicación hegemónicos que tanto influyen en cómo vemos y estamos en el mundo, han querido instalar en la consciencia colectiva que el Pacto Histórico es esencialmente y desde su nacimiento un proyecto de izquierda radical, invariablemente se refieren a esa coalición política como “uno de los extremos políticos”. ¿Argumentos que sustenten estas afirmaciones? muy pocos, pero no importa, lo repiten y lo repiten sin matizar y sin profundizar -como es esperable en estos reproductores de la ideología dominante- y de tanto que circula, para mucha gente semejante despropósito ha terminado convertido en verdad.

Los límites entre la izquierda y la derecha son un asunto muy discutido en la academia y en la política, la complejidad del asunto ha hecho que mucha gente salga a decir que tales diferencias no existen más o que ocuparse de esas diferencias hoy no es útil para leer la realidad contemporánea, aquí claramente no compartimos esa perspectiva negacionista y vaporosa del mapa político, pero considerando los modestos fines de este texto, creemos que basta decir dos cosas: primero que para hablar de izquierda y derecha es importante siempre preguntarse cuándo, dónde y quién, pues no es lo mismo ser una obrero de izquierdas en la década del 30 del siglo pasado en la Italia fascista, que ser una campesina de izquierdas en la Colombia de hoy. Segundo, si bien hablar de izquierdas y derechas es hablar de contextos específicos, también es hablar de universos simbólicos compartidos, de valores, tradiciones, símbolos, sentidos de la vida y la sociedad comunes, programas e ideas, así que para seguir con el ejemplo, puede que ser de izquierdas en la Italia de 1930 y en la Colombia de hoy no sea lo mismo pero sí hay un conjunto de elementos compartidos, de hilos comunicantes que unen a quienes consciente o inconscientemente se han situado de ese lado del tablero político.

El problema con la narrativa mediática del Pacto como el estandarte de la izquierda radical, además del miedo que eso infunde en la gente para distorsionar la voluntad democrática de cambio, es que la izquierda de tanto escucharlo interiorice esa narrativa y termine renunciando a desempeñar su papel de ancla progresista y de sujeto colectivo portador de un horizonte construido históricamente que quiere transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales profundas dentro de esa agrupación de fuerzas diversas que es el Pacto Histórico. No se trata que todas las fuerzas del Pacto Histórico piensen o vean las cosas como lo hace la izquierda, pero sí que la izquierda no se olvide de su concepción del mundo y sus objetivos por estar en la coalición.

El más avezado pedagogo de que el Pacto Histórico no es de izquierda ha sido el propio Petro, pese a que es Petro también el que de forma permanente acude a los universos simbólicos y programáticos de la izquierda para deslindar de las derechas o como herramienta retórica, en cualquier caso la ambigüedad frente al lugar que se ocupa en el espacio político y la tensión interna son características ineludibles de los populismos, y es que el proyecto de Petro es esencialmente eso, un proyecto populista, entendido el fenómeno populista lejos de su perspectiva peyorativa mediatizada y asumiéndolo en la clave planteada por el teórico argentino Ernesto Laclau y por la teórica Chantal Mouffe, es decir como una manera de construir lo político que utiliza la tensión social y la lógica adversarial para contraponer unos sectores, programas, ideas y valores dominantes contra un actor colectivo plural y complejo, subalterno y emergente que es el resultado de la articulación de muchas demandas, identidades, sectores y perspectivas diferentes, incluso contradictorias pero que suman fuerzas sociales y electorales para derrotar al adversario común, dirigir una unidad de esa naturaleza precisa de mente abierta para tejer alianzas que permitan conquistar la esquiva  mayoría pero también firmeza para poner fronteras claras sobre qué es lo que está afuera del proyecto de cambio, es decir para señalar con claridad quiénes y qué políticas son las que no caben en el proyecto de sociedad que los populistas intentan empujar, solo sumar sin mirar a quién ni cómo, sumar por sumar, sumar para ganar sin tener en cuenta ningún criterio, por puro pragmatismo, solo incrementa exponencialmente las elevadas dificultades que de por si tiene un gobierno de cambio cuando intenta administrar las instituciones y las políticas públicas al servicio de intereses diferentes a los que históricamente han mandado. Lo peor que podría pasar en Colombia es que el Pacto Histórico conquiste el gobierno hipotecado por sectores conservadores que limiten las posibilidades de hacer cambios verdaderos como los que espera la gente.

Estamos claros que para que funcione electoralmente la coalición del Pacto Histórico tiene que ser amplia, tiene que ser una alianza con gente diferente, tiene que ser de puertas abiertas, habrá  que tragarse sapos (más),  habrá que prescindir de purismos,  habrá que convivir con agentes y con ideas que no representan una visión de cambio profundo de la sociedad, si se quiere la coalición tiene que ser como dijo el primer comandante del M-19 Jaime Bateman Cayón alguna vez “un sancocho” cocinado con muchos ingredientes, pero para este sancocho no todos los ingredientes sirven ni funcionan igual.

El Pacto Histórico es, como ya se ha señalado, una coalición en la que existen sectores organizados, corrientes de opinión, personalidades, que con trayectorias y apuestas diferentes nutren y pluralizan un espacio político que está lejos de ser monocromático como dicen los medios; las correlaciones de fuerzas y debilidades al interior del Pacto están enmarcadas en una cultura política históricamente construida alrededor de caudillos carismáticos y en este caso  marcadas por un actor concreto: Petro, el de los votos -aunque no los consiguiera él solo-, el del carisma – aunque no es el único con capacidades- y el que tiene los reflectores mediáticos encima, puede gustarnos más o menos, pero esa condición plantea unas relaciones de poder específicas al interior del Pacto en las que Petro termina teniendo un rol definitivo.

No obstante es fundamental recordar, pese a que la cultura política y mediática caudillista diga otra cosa, que el actual momento de cambio que vive el país no se lo debemos únicamente a Petro y su trabajo valioso sin duda, ha sido el resultado de muchas luchas, de muchos dolores, de mucha valentía, audacia y decisión de la gente, del trabajo anónimo de miles de personas que han decidido tejer organización y movilizarse aun en las horas más oscuras, muchas de esas personas son y han sido militantes y activistas de izquierda, cuyos acumulados no pueden ser relegados y sobre todo -lo más preocupante- no pueden elegir auto relegarse para no molestar al caudillo.

La tarea de las izquierdas dentro del Pacto Histórico es ardua pero fundamental, existir como corriente organizada, tener opiniones y argumentaciones propias, disputar a los sectores más conservadores del Pacto la dirección y la hegemonía del proceso, luchar porque programáticamente ahora, y en el gobierno después, la ruptura con el fascismo neoliberal sea lo más profunda posible y los cambios y transformaciones que se pongan en marcha tengan el mayor alcance. Lo que en las izquierdas del Pacto Histórico no nos podemos permitir es que por la posibilidad de estar en el barco ganador por primera vez en muchos años terminemos desdibujándonos en una campaña y un eventual gobierno condicionado por fuerzas conservadoras en ascenso que han aterrizado en paracaídas para vestir los ropajes de moda: los del cambio. Nuestro destino después de tantos años de trabajo duro no puede ser el del castor de la metáfora gramsciana que asediado por los cazadores que quieren arrancarle los testículos, prefiere arrancárselos el mismo sin luchar para que dejen de perseguirle.

El proyecto de cambio tiene más garantías de éxito si las izquierdas participamos de forma decidida en su concreción y consolidación, la izquierda es la pata que le hace falta para andar al Pacto Histórico.

Escirto por: Felipe Marin Guzmán-Rafael Núñez

Escrito para Hekatombe y Al Poniente

 

Rafael Nuñez

Politólogo de la Universidad Nacional.

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