¿Acabar con la cárcel?

“La utopía está en el horizonte; y yo sé muy bien que nunca la alcanzaré. Si camino 10 pasos, ella se alejará 10 pasos; cuanto más la busque menos la encontraré porque ella se va alejando a medida que yo me acerco. Pero la utopía sirve para eso, para caminar.”

Fernando Aguirre a través de Eduardo Galeano

 

 

Para nadie es un secreto que el sistema carcelario en Colombia atraviesa una profunda crisis estructural. Hoy la prisión, no sólo en Colombia sino en muchos otros lugares del mundo, se ha convertido en uno de los principales exponentes de irrespeto a los derechos humanos: funciona como una institución inhumana donde se ‘depositan’ seres humanos, segrega, y en este sentido acentúa la exclusión social.

 

Entre las funciones que teórciamente tiene la cárcel, está evitar que el ‘delincuente’ infrinja la ley, prevenir el crimen en la sociedad en general, y rehabilitar a los infractores. Sin embargo en múltiples investigaciones criminológicas que se han desarrollado alrededor del mundo, no ha sido posible demostrar que la cárcel efectivamente pueda prevenir el delito o disuadir al ‘criminal’; revelan además que la privación, lejos de rehabilitar o ‘mejorar’ al individuo, tiene un efecto destructivo sobre su personalidad, pues muchas veces el rechazo social se convierte en autorechazo.

 

Frente al fracaso evidente de la prisión, hoy podemos decir que esta se presenta ante todo como una forma de pensar del hombre: allí se proyecta una estructura cultural y educativa fundamentada en el castigo, el control, la prohibición; nos muestra aproximaciones tan erradas a la naturaleza humana, que pretende cuantificar el sufrimiento, asignando un sanción estandarizada (castigo) dependiendo de la cantidad de sufrimiento causado; refleja una sociedad reduccionista que ve en los ‘criminales’ a seres abominables, sin siquiera sospechar que es ella misma con su organización, normas, imaginarios, paradigmas, y ‘forma de ser’ la que les da vida.

 

Así pues, nace el abolicionismo penal como una corriente de pensamiento que hace una crítica radical al sistema de justicia penal, y entre muchas otras cosas sugiere la abolición de la cárcel.

 

El abolicionismo propone un sistema donde la criminalización sea vista como sólo una de las posibilidades a la hora de enfrentar una situación problemática y el castigo sea usado lo menos posible, donde antes de castigar se considere la posibilidad de dialogar y explorar diversas técnicas de rehabilitación que bajo una supervisión adecuada, ayuden al infractor a descubrir formas de compensar a las personas a las que ha dañado. Claramente esta propuesta más que acabar con un sistema carcelario excluyente, implica un cambio sustancial en la forma de asumir el ‘delito’, una revisión profunda y crítica de las estructuras sociales que estamos construyendo y alimentando.

 

Personalmente siento que aún me falta mucho para entender el abolicionismo y de la forma en que funcionamos como individuos y como sujetos sociales, pero me interesa mucho el ejercicio de pensar en otras formas de entendernos como sociedad. Soy absoultamente consciente de que un proceso como este es tan complejo e implica tantos cambios de fondo, que duraría décadas o tal vez siglos; pero antes de dar un no rotundo a una propuesta tan disruptiva como abolicionismo penal, propongo pensar en otras corrientes abolicionistas que surgieron en la historia y que buscaban abolir sistemas con los que se creía, la humanidad no podría avanzar, como los que conllevaron a la abolición de la inquisición durante el siglo XVII o la abolición de la esclavitud en los siglos XVIII y XIX.

Maira Duque

Si una palabra pudiera definirme sería la multidisciplinariedad. Administradora de profesión, interesada en política, física, urbanismo, diseño, y otras cosas chéveres. Existencial, buscando el centro; intentando desfachatarme; me gustan las gomitas, los abrazos, y el color de las hojas de los árboles cuando hace sol.

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