La Primavera Árabe de 2011 marcó un punto de inflexión en el distanciamiento de las sociedades árabes del resto del mundo. Para los que somos de la zona, entendimos que existían tensiones importantes en el tejido social árabe, y que conllevaron a múltiples levantamientos. El descontento y las causas de fondo son reales. Lo desatado en consecuencia (guerras principalmente), por el contrario, no nos fue tan fácilmente identificable. Mucho ignoramos sobre nuestra propia realidad.
Para el resto del mundo, generalmente distante y distanciado de lo árabe (y de Medio Oriente en general), las causas eran simples y unidimensionales. La zona es vista como un reducto petrolero, de interés geopolítico en algunos casos. ¿Y la gente y sus vidas? Gente distante, extraña, quizá adaptada e interesada en la guerra. El mal con el que nos señalan, el terrorismo, es la marca insignia del porqué no existe nuestra complejidad como grupo poblacional, en relación con el mundo lejano.
Las guerras, entendidas ya sea como producto de nuestra supuesta barbarie o del mero imperialismo yankee, no explican ni nos acercan realmente a la complejidad de la existencia árabe (y nuevamente, del Medio Oriente en general). Esa visión excluyente es hoy clave para entender los efectos que tendrá sobre toda la humanidad, el genocidio desatado sobre Gaza.
Van ya más de 400 días de genocidio, y las ‘cifras’ de gente asesinada ya dejaron de ser realistas hace tiempo. Hace ya varias semanas en un artículo de la revista británica de medicina “The Lancet”, se publicaba un estudio en el que se determinaba un número aproximado de la cantidad de asesinados. Se habla de casi 200 mil muertes, atribuibles al genocidio en Gaza a manos de la entidad sionista.
No se trata de un evento en respuesta a la ‘barbarie’ ocurrida el 7 de octubre de 2023, nunca se trató de eso. No lo fue en 1948, ni en 1967, ni en 1973, ni en 1986, ni el 2006, etc. Se trata del distanciamiento, de canjear las vidas de los excluidos en un mundo supuestamente ‘globalizado’. Se trata del quebrantamiento de la ilusión del sistema internacional, se trata en realidad de la primera vez que se hace evidente y transmisible vía internet la ocupación de Palestina.
El telón que se está abriendo es la realidad de un mundo, en el que el funcionamiento de la ficción estatal dependió del oscurecimiento y exclusión de múltiples personas. A los que nos arriesgamos (en conjunto), no es sólo al exterminio de los palestinos (y Medio Oriente en su conjunto), es a perder un componente de la realidad humana que fue apartado. La amputación de un miembro de la sociedad humana.
Para los más indiferentes esto puede suponer la aparición de un cadáver más en los ríos de la virtualidad. Pero la realidad es otra, nos arriesgamos a la normalización del exterminio, de las políticas extremas en contra de la vida. Nos arriesgamos al surgimiento de más ‘líderes’ como Milei, Trump, Putin, etc. Nos arriesgamos a transitar desde la fachada de la ‘nacionalidad’ y la ‘ciudadanía’, a la catalogación de lo humano según nuestros rostros, culturas, idiomas, poder adquisitivo y posturas sobre la vida.
El fantasma de un mundo globalizado se está convirtiendo rápidamente en el establecimiento de un sistema de opresión. Nos acercamos a un mundo en el que la humanidad en su conjunto corre riesgo. Ya no bastará nacer, ahora hará falta la documentación y el sustento político que compruebe si eres digno de serlo. Nos enfrentamos a una migración excluyente.
Los espacios habitables ya no se definen únicamente por la ciudadanía, sino que se están territorializando en función de legislaciones que determinan nuestra humanidad. El sufrimiento de los pueblos marginados se convertirá en el efecto natural (merecido) de las posturas de vida que tengamos. Nos enfrentamos a la exclusión, al distanciamiento generalizado. No basta ya la crítica a la falsa ilusión de hermandad / enemistad que generó el ‘derecho’ a la ciudadanía.
Hoy nos refugiamos sin darnos cuenta en la diáspora, en el efecto de la ocupación y deshumanización de Palestina. Nos vemos entre el imperialismo yankee y el imperialismo del Ayatollah. Entre nosotros, aquellos que somos de Medio Oriente, del Congo, de Sudán, etc., hay quienes tienen aún la capacidad de integrarse (en medio de ser rechazados) en países aún no golpeados por esta ola de deshumanización. ¿Por cuánto tiempo más será así antes de que tengamos que emigrar de nuevo? Trump y otros prometen pisar el acelerador.
Hoy Gaza es la ‘excepción’, lo extraño propio de Medio Oriente. Pero, no es sólo esto lo que implica el genocidio en Gaza, porque no sólo están siendo erradicados atrozmente los gazatíes, también se está muriendo un sistema que no alcanzamos a comprender. Un sistema imperfecto, una esperanza de unión de la humanidad. La posibilidad de unirnos en torno a nuestra variedad se está reemplazando tácitamente por la realidad entre ‘humanos’ y ‘desechables’.
Para los excluidos se está acabando la ilusión de ‘ser’ teniendo ‘ciudadanía’. Pronto acabará para todos los demás, pues no existe un único ‘pueblo elegido’ (el palestino) víctima del afán deshumanizante y genocida (la ocupación sionista). La humanidad entera es afectada. El flujo del odio está atravesando fronteras cada vez más pequeñas, hoy es en Gaza, mañana puede ser Colombia, en Bogotá, en nuestros barrios. La pregunta es, ¿Habrá humanidad sin humanos? Hoy no soy de aquí, ni soy de allá, ¿acaso mañana dejaré de ser?
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