Desde los orígenes del hombre, el mundo ha presenciado hechos que han marcado la historia. Pareciera que cada uno de estos acontecimientos, empezaron a sumar para lo que sería el ocaso de la humanidad.
El mundo antiguo, presenció el conflicto bélico más importante de la época. Espartanos y atenienses se enfrentaron por casi 30 años buscando establecer quien tendría la hegemonía sobre el territorio, especialmente sobre la isla de Córcira, siendo Atenas quien mostraba mayor hegemonía. La guerra del Peloponeso, marcó un hito en la historia presente, y posterior de la humanidad, dicho conflicto, desnudó las pretensiones e intereses del hombre a nivel de gobierno, por dominar sin importar las consecuencias. Atenas, al final, tuvo que rendirse, sabiendo que no volvería a ser igual.
La guerra del Peloponeso, es la radiografía del hombre contemporáneo. Quizás, jamás contemplamos que la humanidad tendría momentos que contribuirían a su propio cataclismo. Dicho cataclismo, se ha visto reflejado en todas las esferas de la sociedad, y es el resultado del deseo egoísta por la supremacía, por la lucha inaudita de poderes que, en vez de contribuir al progreso humano, antes bien, limitan los deseos y avances de progreso. Pero no solo hablamos de la guerra del Peloponeso como si fuese el único y decisivo conflicto que se ha evidenciado en la historia. Tristemente, la historia del hombre, es de descensos y no de ascensos.
Durante la edad media, periodo que duró aproximadamente 1000 años, son muchos los eventos y marcas indelebles que hacen que este período, sea de odios y amores. Las decisiones de la iglesia con aquellos a los que tildaban de herejes, y quienes no eran más que promotores de la ciencia y la investigación, generan vergüenza y dolor al pensar por qué como humanos nos hemos atacado tanto, buscando siempre nuestra propia autodestrucción. La inquisición, fue un período oscuro para la humanidad, por los miles de muertos y actos de tortura que violaban toda ley de derecho humanitario.
El final de la edad media, culmina con el inicio de la modernidad, si bien son muchos los episodios que podemos destacar, tanto en Europa como en América, se viven situaciones de índole político, social, religioso y cultural. La Revolución Francesa es uno de esos episodios que marcan el mundo moderno, los franceses, especialmente la clase trabajadora, cansados de la opresión ejercida por la burguesía, deciden organizarse y provocar un estallido social en 1789 con la toma del palacio de la Bastilla, y la posterior condena a la guillotina de su rey.
La contemporaneidad, no ha sido ajena para contribuir al ocaso de la humanidad, la primera y segunda guerra mundial, mostraron la enorme capacidad de los seres humanos para destruirse. Hitler, impulsado por su nacionalismo obsesivo, perpetró el exterminio de más de seis millones de judíos con métodos de tortura infrahumanos como los campos de concentración. Cuando vemos estos registros, pensamos en la triste degradación de los seres humanos y en lo que progresivamente nos hemos ido convirtiendo, en cualquier cosa menos en humanos. Estamos lejos de demostrar humanidad cuando se construyen reservas con armamentos nucleares, cuando los gobiernos en vez de generar concordia entre los pueblos, priman las ansias de poder y dominación.
Actualmente, el mundo vive quizás la peor de sus crisis, el covid-19 ha mostrado lo lejos que estamos de un nuevo amanecer, de un renacer que promueva la paz y la armonía social. Estamos ante una crisis humanitaria que no vislumbra acabar, por el contario, cada día se agudiza. Recientes declaraciones del Presidente de la OMS auguran una mayor y catastrófica crisis. Sin duda estamos frente al ocaso de la humanidad.
Comentar