Está fuera de discusión que Juan Manuel Santos no es un candidato NON PLUS ULTRA, sin duda hay mucha tierra después de ese mar. Pero eso no quiere decir que sea un candidato muy interesante y, a mi juicio, el que le cae como anillo al dedo a la coyuntura colombiana.
Haber instalado la mesa de negociaciones con las FARC y estar en conversaciones con el ELN, haber tenido la habilidad de posicionar la paz como el tema central del debate político me parece algo supremamente loable en este país sediento de venganza, sangre y balas. Se trató de una decisión valiente pues en ese momento la balanza estaba bastante inclinada hacia la solución militar de la guerra.
Encuentro maravillosa la manera en que Santos logra conciliar con los sectores más diversos del país: promotores de la Constitución de 1991 como Serpa y Gaviria, Piedad Córdoba, políticos antitradicionalistas como Mockus, representantes de la izquierda que alguna vez fue armada
como Petro y congresistas de la crema y nata de la politiquería tradicional como los Ñoños. Llueven críticas sobre estos apoyos variopintos apoyos pero ¿Cómo construir una paz duradera si no es entre todos los sectores de la sociedad? Esa combinación de política moderna y de opinión con las maquinarias tradicionales garantiza un diálogo y un punto de acuerdo entre sectores tradicionalmente alejados ¡gran paso para la paz! ¡Por fin los colombianos nos estamos poniendo
de acuerdo en algo!
Esa faceta política tradicional de Santos genera recelo entre quienes creen que la corrupción es el peor mal que aqueja a Colombia, y no faltaba más, pues claro que ese modus operandi genera ineficiencia y pérdida de los recursos públicos y es gravísimo. Pero en caso de lograr la paz, o por lo menos reducir considerablemente la presencia de grupos armados se acabaría una de las grandes excusas que siempre han sostenido los corruptos: que en Colombia no se ve la plata porque todo se va para la guerra, firmar la paz es cortar de tajo sus disculpas.
Los cambios sostenibles son paulatinos, no abruptos y radicales. Estoy convencido de que mi voto por Santos será un apoyo al avanzado –como nunca antes- proceso de paz y que ese será un cambio que mejorará el rumbo de esta bella república tropical.
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