¿Volverán los curanderos?

Cuando las enfermedades eran causadas por los demonios su curación estaba a cargo de los sacerdotes. Esta realidad era universal: todas las culturas tenían un ‘curandero’, un ‘sacerdote’ o un ‘mago’ que aliviaba los males. El conocimiento de la naturaleza (de las plantas y los minerales) les permitió a nuestros ancestros desarrollar métodos para tratar la enfermedad.

El principio de la selección natural se podría extrapolar a las sociedades humanas en el sentido de que aquellas que tuvieran mayor dominio sobre la enfermedad crecerían y se harían más prosperas[1]. Sin embargo, el dominio sobre la enfermedad implicaba el conocimiento de ese enemigo, ya que los mitos y las religiones no alcanzaban a explicar del todo el origen de la enfermedad. Occidente empezó a desarrollar la ciencia y a aplicarla para el tratamiento de los enfermos y así el médico se separó progresivamente del sacerdote. Esa diferencia no fue tan marcada en otras culturas, aunque a muchas de esas sociedades se les reconocen grandes aportes a la nuestra.

El cuidado de los pacientes y el tratamiento de las enfermedades tenían otro componente fundamental además del uso de plantas y minerales: la relación entre el terapeuta y el enfermo. Posiblemente este último elemento sea más importante para generar un impacto en el paciente que lleve a su recuperación. Es necesaria la confianza en el médico para lograr que el paciente asuma su compromiso con las terapias que en últimas conducen al restablecimiento de su salud.[2]

El auge de la ciencia coincidió con la libertad religiosa en muchos países de Europa, la reforma protestante y otros procesos que debilitaron a la Iglesia Católica. En los países que permanecieron con la iglesia de Roma, como el nuestro, ese proceso de apertura ha sido más lento pero se ha venido dando. Hoy proliferan en Colombia grupos protestantes, otras denominaciones cristianas, judíos, musulmanes, religiones orientales e individuos ateos y agnósticos.[3] El poder del sacerdote se ha debilitado entre algunos grupos de la población. Además, el papel de la iglesia en la educación y la salud se ha reducido bastante desde que ambas son asumidas como políticas públicas y como derechos por parte del estado.

Algunos consideran que la medicina occidental mantiene su respeto y su prestigio en la actualidad, en contraposición al debilitamiento de la iglesia. Ese análisis es relativo, ya que nadie cuestiona la velocidad del progreso de la ciencia aportando al tratamiento de los pacientes, pero la disponibilidad de recursos diagnósticos de última tecnología no garantiza la mejoría de la relación médico-paciente. Por el contrario, esta relación se ha descuidado en el último siglo, y se afectó mucho con la llegada de la informática al consultorio y con el enfoque de ‘negocio’ que se le ha dado a la salud en las  décadas más recientes.

Quizá el olvido de la relación médico-paciente sea la causa de la proliferación de la medicina alternativa: el conjunto de muy variadas prácticas antiguas y nuevas, con fundamentos o sin ellos, ejecutado por los tradicionales sacerdotes o por los más nuevos estafadores. La medicina occidental está a tiempo para corregir su error y recuperar su prestigio, de lo contrario, volveremos a los curanderos.

[author] [author_image timthumb=’on’]https://fbcdn-sphotos-h-a.akamaihd.net/hphotos-ak-prn1/t1.0-9/10297751_10203708030200608_5253995294678260460_n.jpg[/author_image] [author_info]José Miguel Arias Mejía Medellinense. Estudiante de Medicina de la Universidad de Antioquia. Leer sus columnas.[/author_info] [/author]

 

[1]Has the advancement of medicine halted human evolution?Agosto, 2011. Recuperada 18 de mayo de 2014, de http://www.ted.com/conversations/4761/has_the_advancement_of_medicin.html

[2] Warnecke E. The Art of Communication. Australian Family Physician 2014; 3: 156-58.

[3] Barómetro de las Américas. Consultado el 18 de mayo de 2014. http://www.vanderbilt.edu/lapop/colombia.php

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