Hablar de seguridad en un país como Colombia ha sido cuestión obligada por muchos años. Posiciones de todo tipo: a favor, en contra, que sí y que no. Históricamente dos sectores han tenido el discurso y el análisis del tema. Por un lado, los organismos de seguridad, en particular las fuerzas militares y, por otro, los políticos profesionales que, a partir de su palabrería electorera y oportunista, de la noche a la mañana terminaron graduados como expertos en seguridad, de asesores y hasta de consultores internacionales. Lo cierto es que la seguridad necesita estudio, reflexión y no simples eslóganes y ocurrencias. El efecto de esto es un desconocimiento sobre lo que verdaderamente es y debería ser en nuestro país la seguridad.
Me explico. Primero, la seguridad es una cuestión estratégica y es común que en Colombia se confunda con un elemento táctico y operacional. Es decir, un simple actuar, un hacer efectivo de la fuerza pública. El problema de esta confusión lo hemos visto a lo largo de los años, la seguridad termina siendo militarismo, un asunto de ejecutar operaciones militares y/o policiales “contundentes”. Además, y más grave aún, se olvida que la seguridad tiene una relación directa con la libertad, solo así tendría sentido la tan sonada integralidad. Resulta que, si la seguridad está en el nivel de la estrategia, no es entonces un asunto de balas, botas, patrullas o helicópteros; reducirla a la utilización de la fuerza es indicador de una sola cosa: el fracaso de la seguridad.
Segundo, no todo es problema de la seguridad. Hace un tiempo se empezó a utilizar el concepto “securitization” neologismo que en el español se traduce como securitización y que se entiende como la forma de convertir problemas de otro orden (sociales, culturales, urbanos, migratorios, económicos, ambientales, etc.) en asuntos de inseguridad. Zygmunt Bauman consideró que esta ambigüedad es muy utilizada por los políticos profesionales, pues les facilita la labor del gobierno y además, les representan altos réditos de aprobación popular, ayudándoles a convencer a sus electorados de que sí están cumpliendo y escuchan sus exigencias.
Tercero, la seguridad no parte de líneas divisorias nosotros-ellos. El análisis de las condiciones o afectaciones a la seguridad no debe partir de divisiones entre buenos y malos. Por el contrario, debe hacerse desde enfoques multidisciplinarios, tan amplios que permitan entender cuestiones como: motivaciones violentas, actitudes, valores, confianza interpersonal e institucional, nociones sobre justicia, cumplimiento de reglas jurídicas, sociales y morales. Elementos que al ser entendidos permiten la planeación estratégica de la seguridad y hasta diferenciar entre política criminal y derecho penal.
Estas proposiciones no son nada nuevas. Sin embargo, lo cierto es que no son muy tenidas en cuenta por los que toman las decisiones en nuestro país. Claro, lo taquillero en esta sociedad de valientes y de pantalones bien puestos es hacer grandes anuncios acompañados de adjetivos, mucha publicidad, redes sociales y popularidad; que lo único que reflejan es desconocimiento y fracaso.