Vida dentro del caos: la importancia de las creencias en la vida contemporánea

La sociedad avanza a velocidad sónica, haciendo que muchos se pierdan en todo el ruido que la actual realidad trae y, cuando el entorno no deja de gritar, es complejo saber que puede considerarse verdadero y que no. En sociedades actuales nuestras creencias están cambiando, generando nuevos ciclos y realidades que se vuelven cada vez más comunes. Para muchos estos cambios parecen abruptos y, ya sea para mal o para bien, son las respuestas a los diferentes sucesos y estímulos creados en las nuevas junglas de concreto, de las cuales es sumamente difícil escapar, así se quiera. Ahora, para todos aquellos que sienten que todo va a toda velocidad quiero decirles que genuinamente los entiendo, y entiendo lo complejo que debe ser; sin embargo, propongo que el aferrarnos siempre a lo que se siente y cree el corazón será lo más efectivo y certero para de alguna forma navegar estas olas en las que nos encontramos.

Las creencias son un tema delicado en las sociedades contemporáneas, debido al auge de la lógica científica y la caída evidente de los monopolios religiosos, los cuales muchas, con razón de por medio, se han ganado el repudio y apatía de las juventudes y generación contemporáneas; no obstante, vivimos creyendo en distintas cosas todos los días, aun cuando no somos ni siquiera conscientes de ello. La mala suerte de cruzar bajo una escalera o el derramar la sal son supersticiones mundanas que todos conocemos y, de alguna forma, nos burlamos cuando son mencionadas, pero es muy interesante como, cuando nos encontramos en aquellos momentos, ya sea por un segundo, abrimos el espacio a la pequeña posibilidad que aquella creencia, efectivamente, pueda traernos malos augurios o desdichas.

Lo anterior no únicamente ocurre con creencias folclóricas, sino en diferentes ámbitos de la existencia y es sumamente interesante como las creencias nos periten seguir, darle sentido a lo innombrable y encontrarnos de manera mágica. Los humanos somos creyentes por naturaleza, tenemos el poder de encontrarle belleza y un significado trascendental a cosas que, para algunos, serían mera tontería. Vemos lo eterno en lo mundano, siempre preguntándonos cosas que no tienen explicación para la mente, pero se sienten tan reales al corazón.

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Actualmente, se considera erróneo creer, porque vivimos en una era de máquinas, donde todo puede explicarse a la búsqueda de un click. Donde todo seguramente tiene una explicación encontrada dentro de algún laboratorio científico o simplemente puede ser conjurada por una pantalla. La razón rige nuestra vida, nada, aparentemente, existe por fuera de ella. Creer en absolutamente cualquiera de estos lugares se considera locura, delirio y fantasía de una mente poco conforme con la realidad actual.

Como dije, las religiones caen, los antiguos poderes canónicos observan como la rebeldía de generaciones molestas, cansadas y reprimidas disuelven su poder con una rapidez sorprendente. Gracias a esto, diferentes corrientes intelectuales han cooptado a estas juventudes, desde filósofos hasta científicos son los nuevos mesías que prometen y prometen verdades complejas, siguiendo un patrón común que parece ser la nueva norma: la lógica. Desde el método científico se ha prometido explicarlo hasta los papers académicos que nadie se toma el trabajo de leer son algunos de los lugares y formas en que opera esta creencia. Sin embargo, es interesante como la espiritualidad muta, cambia y se transforma para seguir siendo parte de la nueva era. Desde la astrología hasta el tarot, e incluso el contacto con extraterrestres, se han vuelto formas de explicar la realidad y comprendernos no solamente como cuerpos andantes que, con una mera casualidad, sino como ententes trascendentales que nada más están aquí de paso.

Es gracioso como muchos de los nuevos intelectuales, y lo digo porque lo he visto, se burlan de las religiones y hablan patrañas del tarot y otras herramientas holísticas, mostrándolas como otra forma tonta en que, los humanos, supuestamente intentamos darle sentido a una existencia que, para ellos, es algo común, vano y simplemente lógico. Para ellos las creencias son nada más una forma en que organismos tratan desesperadamente de creer en algo, un mero producto de la imaginación. Y pensaríamos que, como ellos, muchos deben tener la misma opinión, porque, aunque no del todo, nuestro sistema educativo tiene contenidos lo suficientemente específicos para que nuestra forma de ver el mundo sea medianamente similar e igual.

Sin embargo, esto no ocurre y actualmente puede verse desde las nuevas adaptaciones de tradiciones religiosas, como el boom de la meditación y los mantras, así como aumento de lectores de tarot y cartas astrales. Lo que puede verse es un acercamiento distinto a las creencias, pero no un abandono de las mismas. El tiempo avanza, el progreso parece devorarnos y pocos creen tener la capacidad de ir a la par con él. Es así que tendemos a creer que debemos rendirnos ante las circunstancias y lo que puede llegar a parecer obvio u lógico. Sin embargo, propongo de manera directa el escucharnos de manera clara y ser conscientes de nosotros mismos, porque al final del día la vida que queremos y lo que es netamente anhelado se encuentra primero en nosotros.

La subjetividad de la vida es necesaria, para que así seamos nosotros quienes escribamos desde distintas las realidades en donde nos sentimos cómodos y satisfechos. Es aquí que dentro del ruido y caos que pueden existir allá afuera, espero que crean, y que crean mucho, en todo.


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Juan David Muñoz Mejía

Curioso, imaginativo, melodramático y emocional. Además, Politólogo con opciones complementarias en Sociología y Filosofía de la Universidad Javeriana, especializado en derechos humanos, cooperación internacional y gestión de proyectos. También escritor aficionado y pensador de tiempo completo, con un interés particular en las novelas románticas y las series animadas. Finalmente, integrante del colectivo artístico y estudio de diseño Malabar, espacio donde crean piezas en serigrafía y demás técnicas.

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