Su mayor virtud es ser joven

La edad por sí sola no es virtud ni defecto, no lo es en el caso del joven ni tampoco en el del mayor. Por el contrario, hacer énfasis en la edad de un sujeto o en lo novedoso de un producto es una estrategia que a menudo se usan para que no comprendamos, o minimizemos, los defectos de aquellos.

“El cambio siempre es bueno”. “Lo nuevo es mejor”. Nadie con dos dedos de frente aceptaría la veracidad de estas oraciones. Sin embargo, abundan como premisas en muchísimos argumentos, especialmente en esta época de ferias de electrónica y de relevos en muchos cargos públicos y privados.

No tendría sentido hacer una columna sobre este tema si los argumentos que parten de premisas como “Los jóvenes son incorruptibles” fueran escasos. La verdad es que son una epidemia incontrolable en redes sociales, medios de comunicación y hasta en publicaciones mucho más serias.

Probablemente nadie se salva de haber comentado en algún momento que un producto era mejor que otro por ser más nuevo, o que una persona era una mejor elección para una determinada posición por ser más joven que otra. Ciertamente yo no me salvo.

Lo contrario también ocurre. Que atribuimos cualidades superiores a un sujeto más viejo, un producto más antiguo o una conducta más tradicional. Pero esta actitud es tan equivocada como la primera.

Así sean errores de buena fe, pueden tener graves consecuencias. Recomendar o descalificar a alguien desde un texto o cuando se tiene una audiencia en frente es un asunto bastante serio. Si se hace basándose en la edad del recomendado como su mayor virtud o su mayor defecto se está engañando al público. Por supuesto que hay excepciones: nadie recomendaría a una persona de 80 años para que compitiera en una prueba física con una de 20 años. Pero en términos generales, describir la edad de una persona como una fortaleza tiende a invisibilizar sus defectos y sus inconvenientes, resaltando como virtud un factor que no necesariamente lo es.

Esta situación es aprovechada por quienes tienen interés en que usted tome una decisión, cuando carecen de argumentos válidos para convencerlo. ¿A quién contratar? ¿Por quién votar? ¿Cuál producto comprar?

Ocurrió por ejemplo el año pasado, cuando en Colombia se debatió la adopción por parte de parejas homosexuales. Tanto quienes estaban a favor como quienes se oponían recurrieron a la defensa de la tradición católica o de las formas no tradicionales de familia como argumentos para sustentar sus puntos de vista. Ocurre en nuestro país cuando se juzgan los nombramientos de los nuevos mandatarios locales en función de su edad. Se presenta también en España, donde al populista chavista Pablo Iglesias y a su partido Podemos se les permite presentarse como un movimiento renovador y juvenil frente al bipartidismo tradicional, que es visto como corrupto y de ancianos.

Abunda en la medicina, cuando pacientes y médicos por igual caen en la tentación de los tratamientos de última tecnología o los más novedosos, considerando como su principal mérito la novedad del mismo y relegando la efectividad, la seguridad y el coste de las terapias a un segundo plano.

Aclaro que aquí me refiero exclusivamente a la edad de la persona y no a la experiencia que una persona tenga en cualquier función. Así como también hablo de la novedad de un producto pero no de su vida útil ni de su fecha de fabricación.

En este error es mejor no caer, especialmente cuando hay la responsabilidad de informar o de orientar la opinión. La edad por sí sola no es virtud ni defecto, no lo es en el caso del joven ni tampoco en el del mayor. Por el contrario, hacer énfasis en la edad de un sujeto o en lo novedoso de un producto es una estrategia que a menudo se usan para que no comprendamos, o minimizemos, los defectos de aquellos.

 

Autor: José Miguel Arias

Editor

Editor general de Al Poniente. El contenido de esta columna es de propiedad de su autor, y no necesariamente refleja las opiniones del equipo editorial de Al Poniente.

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