Es dudoso que la nueva ley reduzca los accidentes de tránsito provocados por los ebrios o que modifique la propensión de algunas personas a beber exageradamente. Una cosa es segura: la ley anti-ebrios crea una nueva oportunidad de corrupción. En lugar de ocuparse de aligerar el tráfico, ya veremos a los guardas de tránsito agazapados en las cercanías de los restaurantes y bares prestos a caer sobre los imprudentes que violen la norma. Una multa millonaria, la suspensión de la licencia y la incorporación a la lista negra de infractores bien valen un pequeño soborno de doscientos o trecientos mil pesos.
Pero lo más grave de todo esto es la forma complacida o indiferente en que la mayoría de las personas parece aceptar esta nueva restricción a la libertad. Los castigos preventivos con sus limitaciones a la libertad están más extendidos de lo que gente llega a percatarse. En todas partes somos manoseados bajo sospecha de portar armas; es ilegal llevar un cortaúñas o un aerosol en un avión y el humor está sometido a normas legales para garantizar su corrección política. Hace algunos meses una actriz fue puesta en la picota pública por hacer chistes flojos supuestamente ofensivos contra la dignidad de las gordas y un político vulgar fue sancionado por una expresión vulgar sobre el uso de los recursos públicos por los políticos del Chocó. En ambos casos la codena social fue unánime convirtiendo en delito una estupidez.
Una sociedad verdaderamente libre es un tanto desordenada y en ella pueden ocurrir y ocurren cosas ética o estéticamente desagradables. Es imposible evitar su ocurrencia sin imponer grandes restricciones a la libertad. La señora ebria que atropelló seis personas y mutiló un niño debe ser sin duda sancionada; pero no hay ninguna razón para convertir en delincuentes potenciales a todas señoras que conducen un auto y que eventualmente se toman una copa. Esto es lo que hace ley aprobada por el congreso y aplaudida de forma casi unánime por la sociedad. Pero por qué sorprenderse si hace más de cuatro siglos Étienne de La Boétie descubrió que la servidumbre es voluntaria.

Economista, docente de
EAFIT y consultor.
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