Recuperemos la identidad cultural como respuesta a la violencia

Los últimos meses hemos escuchado que en la subregión del Suroeste antioqueño vienen ocurriendo asesinatos. El último fue el 23 de febrero en la vereda Manzanillo de Ciudad Bolívar; hace una semana fue Andes, también han ocurrido en Betania, Venecia, Fredonia, Jericó. El año pasado, el aún ministro de Defensa Carlos Holmes Trujillo (q.e.p.d.) realizó un Consejo de Seguridad en Jardín, Antioquia, para encontrar respuestas a la problemática. La semana pasada en Andes, el ahora jefe de la cartera de Defensa, Diego Molano, hizo lo propio con la alta cúpula militar.

El diagnóstico parece claro, las masacres se vienen dando por la lucha entre bandas para ver cuál de estas logra adueñarse del negocio de tráfico y microtráfico de drogas. También parece tener relación con la cosecha de café donde miles de personas de todas partes de Colombia llegan a las fincas cafeteras para recolectar. En ese entorno, los clanes encuentran caldo de cultivo para fortalecer su negocio. En palabras del ministro Molano El Clan del Golfo busca ampliarse con bandas locales para manejar el negocio del narcotráfico en corredores y convierten las fincas en ollas y colocan jíbaros, eso genera violencia” (Ver).

Algunas de las conclusiones del Consejo de Seguridad, que se realizó la semana pasada en Andes, registradas en el periódico El Suroeste (ver), fueron las siguientes: 1) Recompensa de hasta 200 millones de pesos para quien ofrezca información sobre los integrantes de las estructuras criminales; 2) Instalar por parte del Ejército colombiano de un puesto de mando que permita controlar la zona y hacer presencia en las distintas fincas del municipio; y 3) realizar seguimiento de estas medidas en un mes para evaluar el éxito de las medidas.

Lo peor que puede pasar es que estos hechos se vuelvan paisaje. Resolver una problemática estructural de este tipo se hace con presencia institucional y oportunidades; por más que la fuerza pública combata a los delincuentes, sino hay opciones para la gente y menos para los jóvenes, la delincuencia siempre será una alternativa al alcance de la mano.            

Es ahí donde quiero resaltar el concepto de identidad cultural, que son los valores, las creencias y tradiciones que unen y generan orgullo en las personas; en cierta medida, esa identidad se ha ido perdiendo en varios de los municipios de la subregión porque la gente nativa se va en busca de más oportunidades; se pierde el arraigo, la cultura y la cohesión para trabajar por propósitos comunes. En los pueblos, termina viviendo una población adulta, y en algunos casos, foráneos que no conocen ni la tradición ni la historia pero que desean pasar sus últimos días en ambientes más tranquilos que la ciudad.

Si queremos recuperar la identidad cultural que ha generado tanto orgullo en los municipios, es necesario hacer muchos esfuerzos desde lo público y lo privado en programas que fomenten la memoria, la cultura, la construcción colectiva de un mejor territorio; la generación de más oportunidades que permitan tener mejor salud, mejor educación, mejor infraestructura; así tal vez, se empezarían a disminuir las masacres y dejaríamos de ser noticia por hechos tristes pero que retratan la realidad.

José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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