Dicen que el peor enemigo de la izquierda es la izquierda. Esa afirmación es, a todas luces, una exageración, porque aunque es verdad que en la Rusia de Stalin o en la China de Mao, ser de izquierdas era un gran problema, quienes llevan un par de siglos guillotinando, fusilando, gaseando, encarcelando y exiliando a la izquierda son los poderosos.
La frase sin embargo tiene su aquél. En la guerra civil se gritaba lo de ¡cuerpo a tierra que vienen los nuestros! y a cualquier partido de izquierda le conviene aquello que dijo Andreotti de hay amigos íntimos, amigos, conocidos, enemigos, enemigos rabiosos y compañeros de partido.
Desde que la izquierda asumió la lucha electoral y renunció a asaltar los palacios de invierno, lo que la ha llevado siempre al paredón real o al metafórico ha sido la división. No hay grito impotente más veces repetido en las asambleas del mundo que el de Unidad, unidad, unidad. Cuando el Manifiesto comunista termina diciendo a los proletarios del mundo que se unan, sabían Marx y Engels qué se decían.
Cuando los jacobinos se sentaron en 1789 a la izquierda del monarca, estaban construyéndose como el espacio enfrente del poder. La burguesía le ofreció al mundo la idea de progreso como el cemento de unión del género humano y la clase obrera, para estar a la altura, ofreció la idea de emancipación. A tan altos menesteres se va con unidad o no se llega. La derecha lo tiene más fácil, porque les unen los intereses. Decimos que a la izquierda le separan sus ideas. Y me temo que también los intereses, porque las gentes de izquierdas no son robots, sino personas.
Ahora que la derecha en España estaba empezando a pagar sus fechorías, la izquierda en España, y más en concreto en Madrid, empieza a recuperar su comportamiento ancestral. Podemos reclamó las primarias para diferenciarse de los demás partidos. Y estableció un código ético estricto para que los cargos públicos de la formación no cayeran en los comportamientos de los partidos tradicionales. No es bueno para el ayuntamiento de Madrid que los concejales que lo fueron por pertenecer a la formación morada se queden al margen del código ético de Podemos. Y no es bueno para Podemos que no pueda solventar con diálogo sus conflictos políticos. Hace cuatro años Podemos no se presentó a las municipales. Ahora sí, y eso trae consigo ajustes y fricciones. Es normal. Pero los concejales de Podemos en el ayuntamiento, ahora suspendidos temporalmente, y la dirección de Podemos en Madrid, deben hacer todos los esfuerzos posibles para no dañar un proyecto que ha devuelto a Madrid la esperanza. Como en los cuentos, hacen falta muchas circunstancias para que el final sea feliz. Podemos nace del 15M y Manuela Carmena nace de la decisión de Podemos de presentarla al ayuntamiento de Madrid. Todos han crecido, todos han demostrado su valía, todos forman parte de un proceso que es una esperanza no solo en España sino en Europa. Todos están obligados a estar ahora a la altura.
La conclusión no puede ser regalarle a la derecha de nuevo la división de la izquierda. Siempre recordamos que la derecha ha tenido a los jueces, a los medios, a los banqueros, a la diplomacia, a los obispos, a los rectores y a los generales. Siempre se nos olvida decir que en demasiadas ocasiones también tiene a la izquierda. A las maldiciones se las conjura. Que está en juego demasiado.