Quemar libros en la Complutense

EUROPA PRESS/Archivo

Un obispo en un burdel y Ortega Smith en la Complutense

Ortega Smith en una universidad pública pinta lo mismo que un obispo en un burdel: tiene sentido sólo si vas a liarla. Lo hemos visto con una metralleta en la mano y tumbado en el suelo disparando. Es más complicado imaginarlo sosteniendo, con la dulzura de los dedos acariciando el lomo, un libro donde las letras van juntando palabras y las palabras frases y las frases ideas. Ortega Smith es de la estela ideológica de los que en España siempre han quemado libros. ¿A qué va a una universidad pública con maneras de matón y dando gritos y patadas a los derechos humanos?

Ortega Smith en una universidad pública pinta lo mismo que un obispo en un burdel: tiene sentido sólo si vas a liarla.

Una cosa de las cosas que hizo Fernando VII en 1814, cuando regresó al trono después de sus vacaciones francesas pagadas por Napoleón, fue restaurar la Inquisición. También ahorcó patriotas y exilió intelectuales, derivadas del mismo apego a las libertades. A ese mismo Fernando VII  la Universidad de Cervera le mandó en 1927, en su segundo regreso -en ese caso con ayuda de mercenarios franceses-, un conocido memorándum que rezaba: «lejos de nosotros la peligrosa novedad de discurrir» (que Ortega y Gasset popularizaría como «lejos de nosotros la funesta manía de pensar»). En la Universidad siempre ha habido enemigos de las ideas que, en nombre de la libertad, son los que terminan, cuando regresa el fascismo, haciendo listas negras y mandando nombres al Inquisidor. Van poco a poco. Comienzan invitando a los Torquemadas a dar charlas como si cualquier cosa. Incluso parecen buena gente. Pero tienen alma de falangistas.

La universidad de Cervera se negaba a pensar. Como haría después la universidad franquista, silenciada a golpe de tiros en la nuca. Un personaje como Pemán, gloria de las derechas españolas y autor de una letra infame del himno, se dedicó a delatar a maestros, en un tiempo en donde las delaciones podían llevar a ser fusilado. Le recompensaron con cargos públicos por esas delaciones. Había profesores delatores y profesores delatados. Hoy sabemos, gracias a Manuel Menchón, que hay una alta probabilidad de que Miguel de Unamuno fuera asesinado por un esbirro de Millán Astray, ese carnicero airado al que en Madrid le repone calles el Partido Popular y VOX. También siempre ha habido alumnos que señalan a los profesores. Aunque lo hacen por instinto de clase. Es peor lo de los profesores servilones.

Pemán, gloria de las derechas españolas y autor de una letra infame del himno, se dedicó a delatar a maestros, en un tiempo en donde las delaciones podían llevar a ser fusilado. Le recompensaron con cargos públicos por esas delaciones

El libro que más luz da es el libro que arde

Una de las cosas que hicieron los antecesores ideológicos del PP y de VOX desde los inicios del golpe de 1936 fue quemar libros. Recuerda Eduardo Bravo en Agente Provocador las palabras al ABC el 26 de septiembre de 1936 de Bruno Ibáñez Gálvez, un teniente general de la Guardia Civil y Jefe de Orden Público de Sevilla:

«Al día siguiente de iniciarse el movimiento del Ejército salvador de España, por bravos muchachos de Falange Española fueron recogidos de kioskos y librerías centenares de ejemplares de esa escoria de la literatura que fueron quemados como merecían».

Y siguieron sin parar por toda la geografía española. Después de que «pasaron», el 30 de abril de 1939, la mejor manera que se le ocurrió a los jóvenes del Sindicato Español Universitario para celebrar el Día del Libro fue, precisamente, quemar libros. Hay jóvenes que van a la universidad a aprender y otros a hacer hogueras de campamento.

Una ventana en el suelo, quemar libros, quemar personas

Una ventana en el suelo, que da a una biblioteca vacía, frente a la Universidad Humboldt de Berlín recuerda que los nazis iniciaron su III Reich quemando las obras de los judíos e izquierdistas en la plaza, al lado de la ópera donde reinventarían a Wagner. Empezar quemando libros fue un buen anuncio de su gusto por el fuego. Los que queman libros, terminan siempre quemando personas. España tenía ya su propia tradición. ¿No quemó el cura Pedro Pérez buena parte de la biblioteca de Don Quijote? ¿No mandó quemar el Santo Oficio al Lazarillo de Tormes, toda la obra de Erasmo, mucho teatro, literatura mística, La Celestina y hasta 2.315 obras? En la purga de libros ayudaban a la Inquisición profesores universitarios, de la misma manera que el barbero echó una mano al cura. Cuando van estudiantes protofascistas a la universidad pública a redimir a los errados, también reciben la ayuda de algunos profesores,los que terminarán dictando, llegado el caso, los nuevos listados de libros o personas a purgar en el fuego.

Empezar quemando libros fue un buen anuncio del gusto de los nazis por el fuego. Los que queman libros, terminan siempre quemando personas. España tenía antes su propia tradición.

El periódico Arriba España, en un tiempo donde aún no existía Ana Rosa Quintana ni Carlos Herrera ni Vicente Vallés, incitaba a la quema de libros desde sus páginas «por Dios y por la patria». Son los mismos lemas que llevan de vez en cuando a algunos fascistas a las universidades públicas españolas con ánimo incendiario.

Las derechas españolas, Torquemada, viva la muerte y abajo la inteligencia

Quizá el rasgo diferencial más relevante de las derechas españolas sea su vinculación a la iglesia católica. Una iglesia vinculada igualmente a la institución monárquica que, a su vez, ha estado ligada, con los Austrias y especialmente con los Borbones, a todos los retrocesos políticos que han hecho de España un país diferente respecto del norte de los Pirineos. Uno de los más evidentes es que mientras en Europa se desarrollaban los Estados sociales, en España una dictadura de clase, garantizada por militares traidores a su juramente republicano, sometía a los trabajadores y acababa con todos los derechos laborales. Estudiantes que quieren fuego purificador se han hecho una foto diciendo que con este gobierno están condenados al paro. Uno de ellos tiene fotos montando a caballo en su cortijo. Las clases sociales no existen, pero haberlas haylas.

Esa unión entre iglesia intransigente, capital rentista y parasitario, espadones y una monarquía arcaizante la expresan las derechas españolas, tanto la original como su escisión de VOX, cada vez más alejados de los liberales europeos y más cercanos a las posiciones de los Orban, Salvini o Trump.

Esa unión entre iglesia intransigente, capital rentista y parasitario, espadones y una monarquía arcaizante la expresan las derechas españolas, tanto la original como su escisión de VOX, cada vez más alejados de los liberales europeos y más cercanos a las posiciones de los Orban, Salvini o Trump.

VOX ha dicho que el gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos es peor que los gobiernos de Franco. Los policías de Franco iban a la facultad de Ciencias políticas de la Complutense a detener a profesores y a estudiantes. Había profesores y estudiantes que eran delatores. A la gente de VOX le gusta ir a las facultades de las universidades públicas a decir que van a reconquistar España desde su odio. No van a las privadas, aunque en Madrid hay más universidades privadas que públicas. ¿Por qué no van los fascistas a las universidades privadas a gritar?

Franco fusiló a maestros y profesores. Unamuno se dio cuenta de su inmenso e irreparable error cuando asesinaron a compañeros y discípulos. Hay gente con patillas toreras y pluma al servicio de la mentira que son la pura imagen de los que dan paseíllos pegando tiros en la nuca llegado el momento. Porque no hay fascismo sin publicistas. La prensa de la derecha y de la extrema derecha jalea el ruido en las universidades públicas. Son responsables de parte de la podredumbre que se ve hoy por tantas partes.

En el régimen de odio y gritos contra la inteligencia de Franco que defiende VOX y una parte del PP y Ciudadanos se quemaron libros. Algunos jóvenes cachorros de fascista gustan ir a sitios públicos solamente a provocar para intentar romper los diques de la cordura, de la concordia, del diálogo, del respeto y preparar las condiciones para la próxima quema de libros.

La democracia y su derecho a defenderse

La «democracia militante» (streitbare Demokratie, en términos del exiliado durante el nazismo Karl Lowenstein), forma parte de la tradición constitucional alemana. Es aquella en donde el Parlamento, el Ejecutivo y especialmente los jueces del Constitucional defienden a la democracia de sus enemigos, en un equilibrio no siempre fácil entre la libertad y la defensa de los derechos humanos. Detrás de esa defensa están las mismas razones por las cuales la CDU, del mismo grupo parlamentario que el PP en el Parlamento Europeo, nunca negocia con la extrema derecha. A diferencia del PP recién «renovado» por Núñez Feijóo gobernando con la secuela del franquismo en Castilla y León.

La universidad pública hace muy bien en defenderse de los que quieren romper la convivencia en las aulas. Los que defienden un ideario contrario a los derechos humanos ¿tienen derecho a encontrar facilidades para dinamitar el entendimiento?

La universidad pública hace muy bien en defenderse de los que quieren romper la convivencia en las aulas. Los que defienden un ideario contrario a los derechos humanos ¿tienen derecho a encontrar facilidades para dinamitar el entendimiento? Las ideas se combaten con ideas. Las provocaciones, aplicando la ley de la que se dota la democracia para que no vuelvan los fascistas. Si no respetas los derechos humanos, la democracia tiene derecho a defenderse. Lo han entendido perfectamente los estudiantes comprometidos en la facultad de ciencias políticas y sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Igual que la mayoría de profesores y el equipo decanal. Porque defendemos las ideas, la libertad de expresión y confiamos en el poder de la palabra.

Ya hemos visto lo que hace el fascismo en el Parlamento español. Lo que hace con las demandas legítimas de los trabajadores del campo o del transporte. Lo que hace convirtiendo una huelga de los trabajadores de las casetas sevillanas, que no están dispuestos a trabajar por 450 euros, en una «huelga de los dueños de las casetas». Que por mentir no quede. Son precisamente la negación de la universidad.

Las fake news, la posverdad, los bulos de detritos periodísticos en las redes sociales y en los telediarios, e incluso el escudo de un condenado por acoso que aparece igual en la casa de Pablo Iglesias, en la manifestación de transportistas o intentando crear un escándalo en una universidad pública, están pudriendo todos los ámbitos de la vida social. Los que siempre han quemado libros están, como en la Transición, como en el 36 o como en tiempos de la Inquisición, dispuestos a quemar librerías, bibliotecas o facultades. Parece que en algunos lugares lo tienen claro. Y les han recordado eso de que el fascismo se cura leyendo y viajando.

Pero no tiene derecho a romper las reglas sagradas del diálogo que trenza la propia posibilidad de la universidad. Por eso, salvo en dictadura, donde rectores, decanos, catedráticos lo eran por lo general por abrazar el fascismo -o al menos no contrariarlo-, no caben los que defienden el fin de la convivencia.

Claro que las ideas deben tener espacio en la Universidad. Pero respetando las reglas de la convivencia, no dinamitándolas. La universidad no es un espacio de adoctrinamiento, sino de debate. No es una excusa para otros fines, sino un fin en sí misma. Por eso, los derechos humanos son el mínimo común para entrar en las aulas. Quien cuando oye la palabra cultura echa la mano a la pistola o la emprende a cabezazos tiene otros sitios donde desfogarse. Pero no tiene derecho a romper las reglas sagradas del diálogo que trenza la propia posibilidad de la universidad. Por eso, salvo en dictadura, donde rectores, decanos, catedráticos lo eran por lo general por abrazar el fascismo -o al menos no contrariarlo-, no caben los que defienden el fin de la convivencia. Y es emocionante que los estudiantes de Políticas y Sociología lo hayan visto tan claro. Un recordatorio hermoso de que siempre hay luz al final de los túneles.

Juan Carlos Monedero

Es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Hizo sus estudios de posgrado en la Universidad de Heidelberg (Alemania). Actualmente es profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid (con dos tramos de investigación -sexenios- reconocidos).

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.